Tribuna Libre

La verdad no es la realidad

A nadie escapa que esta bochornosa amnistía lanza una bomba atómica contra el principio de igualdad entre los españoles, ¿por qué la mayoría de ciudadanos sí tenemos que cumplir las leyes y los separatistas no?

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez / Brais Lorenzo

Francisco Bernabé Pérez

Del creador de «yo no he mentido a los españoles, solo he cambiado de opinión», ha llegado ahora «la verdad es la realidad», nueva boutade de Pedro Sánchez, el mayor trilero que ha conocido la política en España, y a la sazón, y para desgracia de nuestra democracia, presidente del Gobierno de la nación.

Porque este Pinocho contemporáneo, amparado en el clientelismo mediático de unos palmeros comprados a base de subvenciones otorgadas con dinero público, pretende ahora hacernos creer que los terribles desmanes que está perpetrando, pegándole fuego a todas las líneas rojas que hasta hace apenas unos pocos meses nos juraba que nunca traspasaría por ilegales, son avances positivos para la convivencia y el fortalecimiento de nuestro Estado de Derecho. Pero nada más falso.

Porque los golpistas que quisieron romper la unidad de España siempre serán unos delincuentes. Y tras la falsedad de que amnistiarlos es bueno para la convivencia en Cataluña, solo se esconde la aceptación del chantaje de los separatistas, a los que Sánchez quiere exonerar de toda responsabilidad penal por sus delitos a cambio de que le permitan seguir en la Moncloa. Y ello pese a que no se hayan arrepentido y amenacen con que los van a volver a perpetrar, pues tienen la absoluta tranquilidad que les da el que el PSOE ya haya eliminado la sedición y la malversación del Código Penal, lo que implica que no tendrán ningún problema legal cuando reincidan en la intentona de golpe. Esa es la única verdad. Y todo lo demás no es la realidad, sino una vergonzosa mentira.

Y para ello, los socialistas, perdida ya toda dignidad, se han humillado hasta el infinito ante el separatismo, sufriendo una vejación parlamentaria sin precedentes a manos de sus propios socios duramente la tramitación de la norma en el Congreso, en la que Puigdemont, el principal beneficiario de la amnistía, ha ordenado a sus diputados que voten en contra de la misma, impidiendo que esta se apruebe inicialmente y dando lugar a que se abra un nuevo plazo de un mes, durante el cual va a seguir exprimiendo y sangrando la nula dignidad que le queda a un Sánchez rendido por completo a los pies del golpista. La deshonra del presidente felón a estas alturas es irremontable.

Y es que a nadie escapa que esta bochornosa amnistía lanza una bomba atómica contra el principio de igualdad entre los españoles, ¿por qué la mayoría de ciudadanos sí tenemos que cumplir las leyes y los separatistas no?, ¿desde cuándo unos políticos pueden amnistiar a otros políticos, cambiando a impunidad de unos a cambio de que los otros sigan en el poder?, ¿por qué se permite que haya unos privilegiados que van a quedar exentos de culpa, incluso por delitos de corrupción, mientras que los demás sinvergüenzas sí tienen que ir a la cárcel?

Aunque todo palidece ante la más deshonesta y grave de todas las cesiones… ¿desde cuándo se puede admitir que hay un terrorismo bueno y un terrorismo malo?, ¿cómo es posible que de forma tan ruin se admita que los independentistas catalanes que lanzaban cocteles molotov, incendiaban las calles, destrozaban todo a su paso y agredían con saña a la Policía Nacional no eran auténticos terroristas, sino una especie de gamberros o ‘terroristas light’, que también van a ser amnistiados? El terrorismo siempre es terror. Esa es la única verdad. Y todo lo demás no es la realidad, sino una vergonzosa mentira.

Exactamente igual que los terroristas de ETA, que siempre serán terroristas y que sus asesinatos, atentados, secuestros, extorsiones y actos violentos jamás podrán ser justificados, por mucho que los socialistas digan ahora que sus herederos de Bildu son gente de paz. Y bajo la falsa excusa de que es necesario impulsar ‘sociedades de progreso’ no se les pueden entregar gobiernos, como ha sucedido en Pamplona, o vivir de su apoyo parlamentario, como ocurre en Madrid, sin que antes hayan condenado y pedido perdón a las víctimas por las atrocidades que perpetraron, además de ayudar a esclarecer los cientos de crímenes que aún permanecen sin resolver. Esa es la única verdad. Y todo lo demás no es la realidad, sino una vergonzosa mentira.

Y así podríamos seguir hasta el infinito con todas y cada una de las mentiras que ha venido soltando este señor (quien no recuerda sus «nunca gobernaré con Podemos», «jamás pactaré con Bildu», «traeré a Puigdemont para que sea juzgado por la Justicia», «hay que respetar a los jueces», «la amnistía es inconstitucional», etc.) desde el día de aquella aciaga moción de censura, avalada por todos sus secuaces separatistas, en el que Sánchez devino presidente del Gobierno.

Una presidencia que, de mantenerse, nos traerá dos terribles penitencias: que al final habrá una amnistía aprobada por el Congreso, incluso más vergonzante que la que ahora ha sido rechazada, y que la humillación para nuestra democracia no va a quedar ahí, ¿o es que acaso alguien duda a estas alturas que Sánchez también concederá el referéndum de autodeterminación a Cataluña con tal de seguir en el sillón?

El independentismo catalán es el ariete que está abriendo el boquete en el buque de nuestro Estado de Derecho, pero quien va a terminar de hundirlo será el separatismo vasco. Ni los socialistas más ilusos se creen ya que los chicos de Otegui y Ortuzar no van a ir detrás exigiendo lo mismo y consiguiendo su parte del pastel. Después de Cataluña, vendrá el País Vasco, que con Sánchez en la Moncloa también tendría su referéndum y a los etarras amnistiados. Tiempo al tiempo.

Y ese día, España, la nación más antigua de Europa, pasará tristemente a la historia tal y como la hemos conocido a lo largo de los últimos 500 años. Y todo por culpa de Pedro Sánchez y del PSOE, que traicionaron a su patria solo por continuar en el poder

Únicamente hay una forma de impedirlo y es haciendo cuanto antes a Feijóo presidente del Gobierno. Nada más va a servir, nadie más va a poder evitarlo. Esa es la única verdad. Y todo lo demás no es la realidad, sino una vergonzosa mentira.

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