Nostalgia y algo más

Hoy, ya en Murcia, estamos cerca del aire acondicionado y de dar nuevos relevos. Alrededor, todo un universo ya solo en la memoria

Julián García Valencia

Julián García Valencia

Es verdad que tras el primer beso y abrazo de tus abuelos te saludaba el hedor que rodeaba la lumbre de la chimenea. Calorcito solo acompañado después de un rojo brasero y de una fugaz bolsa de agua caliente que, bajo las faldas de la camilla o de las húmedas sábanas, te atrapaban bajo la niebla y el hielo del pequeño pueblo de Valladolid donde se asientan mis raíces.

Tiempo después, el paisaje de torres que rompen la llanura castellana se transformó en un viaje por el metro hasta ver Sol. La casa de mis padres fue el nuevo portal, con calefacción y el calor personal de estar codo con codo como obliga cualquier piso en Madrid.

Hoy, ya en Murcia, estamos cerca del aire acondicionado y de dar nuevos relevos. Alrededor, todo un universo ya solo en la memoria. Tiritar de nuevo si pudiera junto a ellos. Juntos todos, pasado y presente, por una vez aunque fuera.

Al resplandor de una llama, y no de las miles de luces que te inoculan el consumo como lo único propio de este siglo, levantas la vista y allá están las grandes marcas ora sobre la Catedral, ora sobre el Ayuntamiento.

Pero no son tiempos de nostalgias personales. Un concepto que, en su origen, puso nombre al sentimiento de añoranza de los soldados. Milicias, ONG y poblaciones que hoy, en el raso, viven el sinsentido de guerras fratricidas, como las que sufren Palestina y Ucrania por mor de sus Herodes genocidas.

Una nostalgia también por un mundo donde la mentira y el odio que propaga la ultraderecha fueron vencidos. Quizá en Nochebuena. Quizá por las ausencias. Quizá porque aún somos humanos. 

Quizá porque necesitamos aferrarnos a la esperanza sea posible volver a disfrutar de una caricia, una risa o carcajada inesperada, una lágrima furtiva y unos versos o, mejor aún, un diálogo que una y no hiera.

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