Opinión | Plaza pública

Sin cargas familiares

La historia nos recuerda que, en momentos de alta tensión y polarización, los líderes políticos pueden enfrentar decisiones difíciles como la dimisión, buscando soluciones para el país

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. / Iñaki Bersaluce / Europa Press

Relataba Rosalía Salas Vallejo, profesora del IES Ibáñez Martín de Lorca, que la dimisión del presidente Manuel Azaña, en 1933, fue ofreciendo una perspectiva histórica de conspiración. Azaña, enfrentado a presiones políticas y descontento social, optó por renunciar a su cargo mediante una carta. En este contexto histórico, la inestabilidad política y las divisiones entre diferentes facciones ideológicas dieron como resultado una situación complicada para el líder de la Segunda República española. Esta historia real evoca hechos actuales, similares, al menos en la forma, con lo que está sucediendo con el presidente Sánchez.

La carta de dimisión de Azaña fue el reflejo de las complicaciones a las que se enfrentaba, incluyendo las relacionadas con una oposición de diversos sectores de la sociedad y de la intelectualidad. 

Lo más intrigante de este episodio histórico es que, a pesar de su dimisión, Azaña fue posteriormente solicitado para formar nuevamente gobierno, lo que manifestaba la inestabilidad política y las relaciones entre los partidos durante aquel período.

Las presiones políticas, los retos sociales y las divisiones ideológicas continúan siendo parte integral del paisaje político español. La historia nos recuerda que, en momentos de alta tensión y polarización, los líderes políticos pueden enfrentar decisiones difíciles como la dimisión, buscando soluciones para el país.

Lo más preocupante, en mi opinión, es que en la carta de Sánchez, dirigida a la ciudadanía a través de X, se cuestiona que hay parte de los jueces que son antidemocráticos (clara alineación del discurso del PSOE con Podemos). Con esta interpretación, da la sensación de que el presidente está buscando generar apoyo popular con su desconcierto y que el tiempo ganado puede servir para organizar una respuesta de respaldo a su persona, como así está sucediendo al movilizar la opinión pública en favor de él, sin embargo, la atención internacional se centra en el caso que implica a su esposa, y que lamentablemente conlleva una imagen negativa del país.

Es difícil de comprender que Sánchez no haya utilizado la acusación para reafirmar su integridad, en lugar de convertirla en un tema de reflexión. Así mismo, el hecho de no considerar legítima a la oposición, para así evitar rendir cuentas, es palmariamente populista y socava la confianza, al menos, del pueblo, aunque no del Gobierno del que seguramente conseguirá apoyos, una vez más.

Con la que está cayendo, desde el Ejecutivo murciano más les valdría que se centren en los temas críticos de la Región, como la catastrófica situación de la salud, donde la inacción frente a la implementación de medidas para reducir las listas de espera, en las citas médicas especializadas, no se justifica solo por la falta de recursos económicos y de plazas MIR, sino que subyace una cuestión de gestión, agravándose con las comisiones de servicio que dejan vacantes en los hospitales de las áreas III y V, generando ciudadanos de tercera clase.

Por otro lado, y al margen de la rentabilidad política que se le ha sacado a la esposa del presidente por estar en tela de juicio, la verdad es que cuando la diana de tiro se halla en algún familiar, duele especialmente. Pero ese tema es difícil de entender para los políticos que no tienen cargas familiares.

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