Opinión | Plaza pública

Un mercado para recordar...

A través de sus acciones y palabras, un padre enseña valores como el respeto, la responsabilidad y la perseverancia, forjando el tipo de persona que aspiramos a ser

Lauren Lulu Taylor / Unsplash

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Hacía un día espléndido de marzo, como es habitual en Murcia, y me dispuse a pasear por el mercado de domingo en Purias (pedanía lorquina) bajo el cálido sol. Es, sin duda, una experiencia que despierta los sentidos y que invita a sumergirse en la atmósfera de pueblo. Es fácil descubrir las sogas de los puestos del mercadillo, donde las capazas de alcanciles, las ñoras, pésoles tiernecicos y algunas que otras habas recién cortadas hacen de las verduras el tesoro de los que somos de Murcia. Así es el mercado, un lugar donde, por supuesto, no ves a nadie ‘emperifollao’, entre los montones de encurtidos que ofrecen una explosión de sabores, yendo desde lo picante hasta lo agridulce, cada uno con su carácter y único encanto.

En los puestos se mezclan conversaciones y risas contagiosas que, en numerosas ocasiones, no pasan de ser simples ‘chusmeos’. Pasear por el mercado es más que una simple actividad de compras, es una experiencia de los sentidos que conecta con el ‘mundico’ rural y la naturaleza. Es un recordatorio de los placeres simples de la vida y una oportunidad para saborear la autenticidad y el encanto de la tierra. Es entonces cuando renacen antiguos recuerdos que aún duran a pesar de los años: la belleza, la generosidad de lo sencillo, los paseos con mi padre... que me preguntaba si quería que me comprara ese pan de pueblo, que olía a leña, y que no me soltaba de la mano para que no me perdiera en la ‘panzá’de gente que se agolpaba en los pasillos de los puestos.

Y es que un padre bueno es un regalo que moldea nuestra existencia de forma honda y significativa. A través de su amor, un padre despliega un vínculo exclusivo que trasciende el tiempo y las circunstancias, brindando apoyo y seguridad a lo largo de nuestro viaje por la existencia.

Además, el amor de un padre es un ejemplo poderoso que acuña nuestra percepción del mundo y de nosotros mismos. A través de sus acciones y palabras, un padre enseña valores como el respeto, la responsabilidad y la perseverancia, forjando el tipo de persona que aspiramos a ser. Su ejemplo nos inspira a alcanzar las metas, a superar obstáculos y a enfrentar los problemas.

El cariño de un padre perdura a lo largo del tiempo, y aunque las circunstancias puedan cambiar y nos alejemos de él, el vínculo que compartimos con nuestro padre permanece. Su cariño nos acompaña en cada paso que damos, en cada logro que alcanzamos, recordándonos siempre que somos queridos, más allá de otras ‘peplas’. Y cuando se hace mayor, su figura adquiere una nueva dimensión de vulnerabilidad y sabiduría. Es el momento en que la dinámica se invierte y surge la oportunidad de retribuir el amor y cuidado que él nos brindó durante tantos años. Es, sin duda, una lección de vida. Nos recuerda la fragilidad de lo humano y la necesidad de valorar cada momento que compartimos con los que queremos.

Creo que es necesario para que la sociedad sea algo más justa, no olvidarnos nunca que hay espacios para recordar, que somos más humanos cuando tenemos en la memoria el amor de un padre.

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