La Feliz Gobernación

Y ahora, a correr

Antelo y López Miras en la toma de posesión.

Antelo y López Miras en la toma de posesión. / Juan Carlos Caval

Ángel Montiel

Ángel Montiel

Después de tres meses de bloqueo (yo le llamaría parón), las cosas parecen haberse hecho deprisa, deprisa. Un discurso de investidura que duró media hora cuando, según el reglamento, el tiempo para su exposición es ilimitado; una toma de posesión meramente protocolaria, sin siquiera un vino español, y una presentación del Gobierno por un presidente con ritmo acelerado, tal vez porque lo que dijo se lo sabía de memoria por haberlo repetido con las mismas palabras en las dos ocasiones anteriores.

El apresuramiento se nota no sólo en la puesta en escena de los rituales, sino también en los procedimientos administrativos. Me dicen que para nombrar nuevos consejeros hay antes que destituir a los anteriores, y este trámite se lo han saltado, aunque parece dar igual, pero es que van como flechas.

Y luego está también el orden de prelación de las consejerías, que carece de lógica: Emergencias y Terrotorio, la primera, por encima de Política Social y de Presidencia, cuando esta última es como la gestora del presidente, y debería ser la segunda. La quinta, la superconsejería de Economía, Hacienda y Empresa, a la que más bien le correspondería ser la tercera, y Educación y Salud, las últimas en ese orden, aunque pareciera que debieran ser principales por la propia razón de ser de las ocupaciones fundamentales del Gobierno.

Y hay cosas que no pegan ostensiblemente o aparecen desplazadas de su lugar adecuado. Empleo con Educación en vez de con Universidades, que es la secuencia lógica. O Interior con Ordenación del Territorio.

Y un dato curioso: tres periodistas en la Mesa del Consejo. Quienes estudiaron para incomodar al poder se dan una vuelta por el poder, a ver lo que hay. Pagan mejor, eso sí, pero sorprende que la pasión por la gestión pública se dé en esta Región entre periodistas y no entre los de Ciencias Políticas, que sería lo suyo. En fin, que de pronto, tras el parón, todo va muy deprisa, como la vida.

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