Pintando al fresco

Fútbol femenino cercano

Enrique Nieto

Enrique Nieto

Tengo un amigo cuya hija de quince años juega al fútbol. La niña, ya muy bien formada físicamente gracias a los entrenamientos y a los partidos, presenta una figura totalmente de mujer adulta. Además, como su pelo es rubio, lo lleva largo y siempre cogido en una cola de caballo, exactamente igual que la mayoría de jugadoras profesionales que vimos ganado el campeonato del mundo en Sídney. Juega en un equipo de Murcia y también la han llamado a veces para la selección regional. Para ella, jugar al fútbol es su máxima ilusión y a veces, dada mi amistad con su padre, charlamos de su deporte y se la ve entusiasmada. Ha tenido lesiones, pero siempre ha vuelto a sus entrenamientos. Por cierto, el club al que pertenece lleva a cabo los entrenamientos al final de la tarde, casi cuando es de noche, con el fin de que sus jugadoras puedan dedicar el tiempo necesario a sus estudios y deberes en casa.

Esta semana, hablando con el padre de esta chica, le pregunté: ¿qué hubieras hecho si el presidente de la Federación Regional de Fútbol, para celebrar una victoria del equipo de tu hija, teniendo en cuenta que ella es una figura destacada del mismo, la cogiera por la cara y le hubiera plantado un beso en la boca? Este hombre, una persona formada, con una carrera universitaria con la que se gana la vida, poseedor de un currículo muy interesante, respetado por los que lo rodean profesionalmente, poseedor de una cabeza muy clara a la hora de razonar sobre cualquier tema, amante de los animales, del cine y la música, me respondió así a mi pregunta: «Me hubiera ido hacia él y le hubiera dado de puñetazos hasta que se me acabaran las fuerzas».

Escuchar esto me impresionó porque no había previsto una reacción así en mi amigo, pero inmediatamente lo vi claro, era verdad, un hombre adulto que toma por sorpresa el rostro de una chica joven y le planta un beso en los labios sin que ella lo esperara siquiera, aunque yo rechace totalmente la violencia, se merece al menos un guantazo o dos, o, en su defecto, el desprecio y el rechazo de toda la humanidad. Y es por esto por lo que hoy escribo sobre ello, cuando ya está todo dicho sobre este tema, pero hay personas e instituciones que no han mostrado su rechazo total a este escándalo, silenciándolo o tratando de quitarle importancia. Incluso he escuchado en alguna emisora de radio a comentaristas hablando de que solo había sido un ‘pico’, por cierto, demostrando no saber siquiera lo que es un pico, que consiste en posar los labios sobre los de tu pareja de una manera rápida y concreta que algunos sí conocemos, pero no los comentaristas que confunden un pico con un morreo rápido a boca abierta que es lo que sucedió.

La lista de desaguisados, asuntos algo sucios, sospechas fundadas de hechos ilegales y abuso de su cargo es larga y prolija en el caso de este Sr. Rubiales de nefasta imagen. O sea que tenemos bastantes datos de su personalidad y de su forma de actuar. Pero, por si faltara algo, en ese partido donde todos los españoles nos sentíamos tan orgullosos de nuestro equipo femenino, un gesto, anterior al beso, ocurrido en el palco de autoridades, definió aún más a este elemento pernicioso para la sociedad. Que su alegría ante el magnífico juego que estaban practicando nuestras jugadoras se manifestase agarrándose los genitales a mano llena, delante de una chica de dieciséis años, la infanta, de la reina de España y de un grupo grande de personas civilizadas es sencillamente inaceptable.

Cuando esto escribo se está celebrando la asamblea en la que Luis Rubiales había anunciado que iba a dimitir. Pero no lo ha hecho. La gravedad de estos hechos, que han dado la vuelta al mundo, (ha sido primera página en toda Europa y América, y lo he visto en un periódico de Corea del Sur) y su rechazo generalizado no le impresionan. Muchos esperamos que se movilicen los que pueden acabar con esta vergüenza nacional. Y que lo echen.