Pasado a limpio

Cavernícolas

Cavernícolas

Cavernícolas / Leonard Beard

Miguel Ángel Alcaraz Conesa

Se llama argumentum ad hominem en Retórica a la falacia que consiste en rebatir al contrario por sus condiciones personales. No se contraargumenta, sino que se apela a un factor negativo del otro. ¡Qué decir si es un convicto! No creeremos a nadie que haya sido condenado, como si una sentencia inhabilitara al condenado para decir la verdad. Bárcenas, el Bigotes o el comisario Villarejo tienen sentencia condenatoria, luego nada de lo que digan puede ser verdad, sobre todo si es la que no queremos oír. Es un recurso muy utilizado en el discurso político que se dirige a un auditorio atrincherado y poco receptivo a la lógica.

En esas florituras verbales, cuando ni siquiera se viste de silogismo, luce en pleno esplendor la injuria, que será multiplicada hasta el infinito en las redes sociales, tan poco dadas a la dialéctica hegeliana, menos aún a la materialista, enunciada por Marx, ¡faltaría más!

Isabel Díaz Ayuso utiliza el insulto hasta el paroxismo cuando habla de socialcomunistas. Como Iglesias es comunista bolivariano, da igual lo que diga porque sólo quiere convertir a España en una nueva Venezuela, ¿o era Bolivia? En realidad, la Geografía le importa tan poco como su propia ignorancia. Feijóo se apunta al carro y dice que Sánchez está en manos de los filoetarras y separatistas. Ni qué decir tiene que Vox también lo utiliza para descalificar a las mujeres progresistas llamándolas feminazis y convirtiendo las siglas de menores no acompañados en un insulto, como tantos otros que dedican al presidente. Sanchismo es el paradigma, un insulto carente de significado.

La práctica no es exclusiva de derecha, porque la palabra más oída en la bancada de la izquierda referida a determinados miembros de la oposición es fascista, despreciando con ello cualquier esfuerzo pedagógico o argumentativo en un país que vivió cuarenta años de un Gobierno de esa calaña. No es relevante el nivel académico o social del orador, porque Cayetana Álvarez de Toledo, doctora por Oxford, también llamó a Pablo Iglesias hijo de terrorista, lo que siendo totalmente falso, constituye delito de injurias del que se libra porque la inmunidad parlamentaria es una excusa de punibilidad y otorga licencia a cualquier disparate que se diga desde la tribuna del Congreso.

Para un gran número de personas, Otegi es un demonio emplumado. No importa lo que haga o diga, porque él es un etarra, aunque la sentencia de la Audiencia Nacional que lo condenó fuese anulada posteriormente a instancias del Tribunal Europeo de Derechos Humanos por no ser imparcial la presidenta de la Audiencia. Para esa multitud de detractores, cualquier cosa que diga hace insuficiente el Inventario General de Insultos de Pancracio Celdrán.

En una entrevista a Europa Press, comenta la paradoja de que el Gobierno de coalición gobierne y haga políticas de izquierdas gracias al apoyo de aquellos que no quieren ser españoles y que su apoyo es fundamental para muchas reformas sociales que benefician a la gente. Bildu hace política, como pensábamos que debía hacerse durante los años duros. Pero no se discute si es buena o mala su actuación parlamentaria, simplemente se les tacha de terroristas. Cuando PP y PSOE pactaban con CiU, se alababa el sentido de Estado de Jordi Pujol que, según decía él mismo, contribuía a la gobernabilidad del Estado.

En la historia de nuestra democracia no ha habido presidente más vilipendiado que Pedro Sánchez. A Suárez le acusaron de traidor y perjuro y Alfonso Guerra le llamó tahúr del Misisipi. Rajoy llamó a Zapatero tonto solemne, Sánchez dijo a Rajoy en un debate televisado que no era decente y la derecha montó un belén. Pero no tiene parangón la cantidad de injurias dedicadas a Pedro Sánchez, desde ocupa a trilero, pasando nada menos que por dictador. Cuca Gamarra no desperdicia ocasión cada vez que ejerce de portavoz. ¡Con la de cosas que se le pueden criticar! Pero eso exigiría capacidad oratoria, conocimientos retóricos y elegancia parlamentaria.

En el veinticinco aniversario de la declaración del Arte Rupestre del Arco Mediterráneo como patrimonio de la humanidad, convendría recordar que cavernícola, como rupestre, primitivo, villano, pueblerino y otros calificativos semejantes, tienen acepciones despectivas en el diccionario de la RAE. Una muestra de las cimas alcanzadas por nuestra civilización en la consideración del semejante. Otra es la elevación de algunos individuos a la categoría de representantes del pueblo, esos que con su capacidad para insultar dan buena muestra del nivel de exigencia que tenemos a la hora de elegirlos.

El arqueólogo Miguel Ángel Mateo nos acercará en este diario a aquellos humanos de la protohistoria que, mucho antes de que existieran las banderas y nadie discutiera sobre si se debe ser más español que catalán o murciano, enseñaban a sus jóvenes pintando escenas de caza, de guerras y de jerarquías, en las paredes de sus grutas y conocían sin duda el valor del grupo y de la colaboración como la mejor arma en la lucha por la supervivencia. En un tiempo en que se confunden lo sagrado con lo mágico, el arte con la dramática puesta en escena, mucho antes de que nacieran el mito y la literatura, los humanos vivían en un mundo silencioso para nosotros, en el que rastrea la Arqueología para interpretarnos sus pautas, su vida cotidiana. Probablemente la música y la danza se confundieran con la liturgia y la devoción a unos dioses desconocidos. Sus sentimientos eran similares a los nuestros y experimentaron algunos que sublimaron sus miedos y temores. Sintieron el amor con tal intensidad que trascendieron los siglos venideros.

Como cantaba Manolo García en El Último de la Fila, «pintaré bisontes en las paredes, descubriré el bronce y el resto de metales, iría gustoso hasta el mismo infierno a pedir tu mano».

Suscríbete para seguir leyendo