Opinión | Verderías

Bien por la Semana de la Ciencia

Como otras grandes ideas europeas, la Semana de la Ciencia y la Tecnología tiene un origen francés. Fue en 1991 cuando el físico Hubert Curien, ministro francés de Investigación, decidió abrir por primera vez al público los jardines del ministerio para celebrar el décimo aniversario de su creación. La idea tardó poco en calar, y pocos años después toda Europa celebra este evento. En Murcia, este pasado fin de semana la Semana de la Ciencia y la Tecnología ocupó un año más los jardines del Malecón con actividades y stands de toda índole.

Dirigida al gran público, esta semana es un momento divulgativo excelentemente ideado, una fiesta familiar del conocimiento y un evento que resulta muy divertido pero cuyas bases son enormemente serias. Vimos en vivo cómo los científicos, aunque en ocasiones lo parezcan, no son personas de otro mundo, cerebros infalibles en posesión de la verdad eterna, semidioses que tienen a bien dedicar su inteligencia a hacernos a nosotros más prósperos y sabios. No es así: los científicos son simples personas nacidas en el pueblo, criadas en el pueblo y formadas mayoritariamente en universidades que el pueblo paga con sus impuestos. A veces ni siquiera son más inteligentes que el común de los mortales sino que acceden a sus privilegiados conocimientos a base de tesón y horas de trabajo. Por eso el científico debe saber, y la mayoría sabe, que debe su posición en la cumbre social al esfuerzo de todos los demás y que por tanto ha de cifrar su trabajo en la consecución de objetivos que sirvan al interés común.

Vimos también en la semana cómo la ciencia es uno de los hechos más gloriosos que nos reconcilian con nuestra especie. Se trata del Hecho Científico, así con mayúsculas, un increíble proceso, que probablemente tenga razones darwinianas dirigidas a garantizar la supervivencia de la especie a través de avances en la forma de resolver los problemas que nos presenta el entorno, con el que la innata curiosidad humana provoca que nos adentremos en el estudio de por qué las cosas son como son. Ni más ni menos.

La ciencia, además, tiene una característica que a mi entender la hace especialmente atractiva: se trata de una acción colectiva. Los científicos individuales no son nada ajenos al grupo. La ciencia, incluso, no está hecha ni tan siquiera por un conjunto de personas, sino que más allá de las personas la ciencia se basa en un sistemas de personas, e incluso en un sistemas de sistemas, que generan conocimiento a través de la experimentación, certezas a partir de las hipótesis, resultados finalmente correctos tras superar innumerables ensayos y errores.

Cuanta más ciencia tengamos en nuestro entorno más sanas, prósperas, esperanzadas e incluso económicamente competitivas serán nuestras sociedades.

Siempre más ciencia, por favor.

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