La Opinión de Murcia

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Pascual Vera

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Pascual Vera

Antonio de Hoyos: el amante de la vida

Antonio de Hoyos

Corrían los últimos años de la década de los 70. En la facultad de Filosofía y Letras (aún no había perdido su primer nombre), en los primeros días del curso se abren las puertas de una de sus mayores aulas y aparece una figura en la que muchos habíamos ya reparado en aquel edificio por lo original en relación al resto: un profesor de mediana edad, ataviado con una colorida camisa hawaiana, apenas irrumpe en el aula y suelta una estentórea exclamación de alborozo. Nos felicita al más de un centenar de alumnos allí congregados que esperan (decenas de ellos fumando sin abandonar el pupitre) la siguiente clase y nos felicita por haber elegido su asignatura: árabe. «Nunca había tenido tantos alumnos, les felicito por su elección. Ha sido muy acertada».

Intentamos sacarle de su error, en realidad aquella era la hora de una asignatura obligatoria (este cronista no descarta que la asignatura de árabe no hubiera sido elegida por nadie de los allí presentes).

Después de intentar convencernos de que los equivocados éramos los 130 alumnos allí congregados, desiste, advirtiéndonos de que el árabe es el idioma del futuro, y que, años después, lamentaríamos nuestra decisión, hace ademán de marcharse y forcejea con la puerta del aula, que al parecer no se abre, poniendo el pie en una de las hojas, a un metro del suelo, hasta que consigue abrirla y hace mutis por el pasillo. Más tarde me convencí de que aquello lo tenía meticulosamente preparado.

Aquel fue el primer contacto con uno de los profesores más atípicos y diferentes de cuantos ha contado la universidad de Murcia, divertido, imprevisible, único: Antonio de Hoyos.

Catedrático de italiano de Enseñanzas Medias y profesor de Árabe en la UMU, la inmensa cultura de Antonio de Hoyos y su inquietud por conocer y profundizar en tantos ámbitos lo convirtió en un extraordinario dinamizador cultural. No sólo en la UMU, sino también en Murcia.

Enamorado del Mediterráneo y de su cultura clásica, nacida y fortalecida durante milenios en todos sus márgenes, y ganado para la causa europea, Antonio de Hoyos fue, sobre todo, un enamorado de la historia y de la civilización italiana. Organizó durante décadas numerosas actividades de índole cultural. Pero todas se quedaban huérfanas de su presencia en un momento del año: coincidiendo con su ineludible viaje al festival de Venecia.

Para canalizar esta pasión, en 1964 creó la sociedad Dante Alighieri, entidad que dirigiría durante 30 años, hasta mitad de los 90.

Otra de sus pasiones, el cine, le llevó a fundar la Cátedra de Cinematografía de la entonces Caja de Ahorros del Sureste de España, que englobó en sus cursos a dos generaciones de aficionados al Séptimo Arte. De Hoyos introdujo en Murcia el estudio del Análisis Fílmico, y extendió mediante charlas, artículos y cursos el conocimiento del Neorrealismo Italiano, cultivando además la crítica cinematográfica y la literaria.

Tierno Galván lo citó en sus memorias como uno de sus mejores amigos mientras estuvo en la UMU, ensalzando su enorme cultura y su divertida imprevisibilidad.

Nacido en Cieza en 1912, murió en Murcia el 6 de enero de 1994, fue siempre un niño grande y culto, que disfrutó de la vida y que dio a quienes le rodeaban continuos momentos de regocijo, diversión y descubrimiento. 

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