Opinión | Verderías

¿Otra vez la Edad Media?

Crisis económica (energética), guerra y peste negra (bueno, covid y otros virus). Supongo que es el momento para que Juan Francisco Jiménez Alcázar, flamante presidente de la Sociedad Española de Estudios Medievales, se plantee otra tesis más sobre las semejanzas entre el hoy y el medievo.

La verdad es que, aunque bastante alejados en la escala, no nos separan tantas cosas de aquellas épocas históricas, al menos en el imaginario colectivo. Si allí las crisis económicas, con su corolario de hambrunas y guerras, venían dadas de los desastres naturales y las malas cosechas a las que seguro los especuladores no eran ajenos, hoy las crisis se modernizan y comienzan con los desastres financieros de los que sin duda los especuladores no son ajenos. Si en la Edad Media el pánico y la desesperanza acompañaban a los frecuentes episodios de peste negra, ahora el miedo se instala en el mundo con cada virus que se convierte en amenaza para las personas.

Sin embargo, y a nuestro contemporáneo favor, ahora los biólogos conocen bien a los virus y otros pequeños bichos que les da por mutar, como es su oficio, y querer hacernos la vida imposible. Y podemos combatirlos. Y podemos, milagrosamente, crear vacunas en tiempo récord a través de un increíble nuevo tiempo de conocimientos científicos que los médicos y alquimistas del medievo no podrían llegar a imaginar.

Aunque el confinamiento y los primeros momentos de la pandemia fueron duros, no llegamos a encontrar calles semioscuras al atardecer por las que, entre cadáveres, pasa un cortejo enlutado encabezado por una mitra raída y que entona cánticos rituales para conjurar la parca. Ni naves de catedral con el suelo cubierto de dolientes, con el olor a muerte que invade todo el templo y un puñado de sufridas monjas aplicando inútiles sangrías como único remedio. Ni enterramientos colectivos en cal viva. Ni desenfreno y orgías en pequeñas aldeas una vez que han comprobado que la peste les dará a sus moradores sólo unos días más de vida.

La pena es que no estando en la Edad Media también nos hemos perdido la tópica y romántica escena del caballero que, rodilla en tierra, se despide para siempre de su dama postrada en el lecho de agonía. O la espectacular musicalidad de los cánticos de los monjes retumbando en la inmensidad de la bóveda catedralicia que sirve de hospital. O la sonoridad de las campanas repiqueteando al unísono desde todas las iglesias.

Lo bueno es pensar que, aunque distribuido de forma radicalmente injusta a escala planetaria, con los países del primer mundo siempre saliendo beneficiados, contamos ahora con modernos caballeros y damas de bata blanca armados de tubos de ensayo en vez de espadas. Ellos son quienes ahora nos salvan. Quienes, si la discrecionalidad de las farmacéuticas se lo permiten, encontrarán la solución a las pestes contemporáneas, a las presentes y a las futuras, a éste y aquél virus. Algo así como un Alexander Fleming con escudo y armadura.

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