La tele se ha roto y no funciona Internet. Tampoco parece haber cobertura. Suena Miles Davis en la aplicación del teléfono móvil, sobre la mesa. El sillón cruje desvencijado cada vez que lo fuerzas un poco más, hasta que logras la posición perfecta. En el taburete, descansa una taza negra recuerdo de San Francisco, humeante, con un cantueso natural recién hecho. La chimenea pequeña cubre la habitación de estar con leves parpadeos anaranjados. Los troncos de olivo se queman lentamente tras el cristal. Apenas quedan unas cien páginas para terminar la novela de Eggers, y no quieres avanzar demasiado. Lees dos páginas y despegas la cabeza de El Círculo, para darle un par de tragos al cantueso y saborear el invierno del campo. En unas páginas más será de noche y los niños habrán terminado de montar el último Lego que trajeron los Reyes Magos.

El viejo reloj de pared toca dos veces las horas en punto. El péndulo puede escucharse acompasado con el crujir de las maderas. Bajo los calcetines de deporte mueves los pies despacio, hasta que un bostezo te acaricia por dentro. Vuelves a la historia con Kind of blue en todo lo suyo, ya mezclada hasta con el último rincón de la salita. Fuera llueve. Más que lluvia es humedad que moja. Las nubes atravesaron ayer por la tarde toda la finca, y el sol de invierno luchaba por llegar a la estancia, dejando una preciosa fotografía. Los amigos de Instagram Murcia (ig_murcia) la eligieron como foto original del día.

Un bizcocho se hornea y el olorcillo a espuma de azúcar llega desde la cocina, a pesar de que las puertas están cerradas. Aún quedará libro para mañana, al fin y al cabo. Incluso puede que nos dé tiempo a empezar otro. La vieja manta de colores me atrapa y cierro el libro un rato corto. Davis aligera con su trompeta pero los párpados están cargados de tranquilidad absoluta. Aún queda media hora larga hasta que vuelva a sonar el reloj. No opongo resistencia alguna y me duermo sumido en la calma total. Caliente. Engullido por el viejo sillón desvencijado, hasta que un beso me despierta con suavidad. Un trozo de bizcocho recién hecho€ y un paseo por la tierra mojada antes de que la noche lo entierre todo. La batería se acabó y calló a Davis. El fuego se consumió. El reloj marca la última hora de la tarde. La tele ya funciona, y ha vuelto la cobertura. Llamadas perdidas, noticias, niños corriendo. Toca remontar tras otra buena tarde. Vale.