Como el presidente del Instituto de la Empresa Familiar que ha tenido a bien celebrar su congreso en Alicante y el editor de esta casa coinciden, nos hemos limitado a dar cumplida cuenta de la polvareda levantada alrededor de las personalidades invitadas y a reflejar reflexiones e inquietudes como se hubiera hecho en cualquier caso dado que es el perfil que puebla el tejido productivo.

Sin embargo, nos hemos abstenido de hacer valoraciones de modo que recurro a la efectuada por un medio que debe ser la biblia en pasta puesto que nunca para de alardear de lo que hace. Y en un suelto ha dejado escrito esto sobre lo sucedido: «Durante casi tres días, la ciudad ha sido uno de los epicentros de la economía con la presencia de grandes empresarios del país... También hay que destacar la buena organización del evento... que ha servido para que Alicante pueda exhibir ante el resto de España la funcionalidad y las prestaciones de su Auditorio».

El testimonio tiene su valor puesto que, a pesar de no corresponder el diagnóstico a una empresa familiar, conoce en carne propia los avatares de la sucesión. Tras hacerse el director una autoentrevista en la que llegó a decir que «ahora somos más incontrolables», su antecesor en el cargo y fundador de la cabecera le ha llamado periodista de cámara de Soraya y le ha retado a verse en sede judicial junto al resto de la tropa societaria con la que ya anda en los tribunales. O sea, que criterio al respecto tienen para dar y tomar.

Para cualquier destino, buenos congresos y bullicios de postín suponen un revulsivo. Incluso en este caso en el que había gente convencida de que a lo que venían el rey y el presidente del Gobierno era a relevar a la alcaldesa. Sin esta discordia, la proyección que interesa al entorno hubiera sido limpia y diáfana. Pero Castedo hace tiempo que no piensa en la ciudad y, en un sucesor, aún menos.