Puesto que su música es bastante asequible, tiene un poderío dramático directo, y muestra la fuerza y vitalidad de la música de su país, la primera visita a España del compositor y director norteamericano John Adams debería favorecer la relación de nuestras audiencias con la composición orquestal contemporánea. Mete literalmente miedo el anclaje casi exclusivo del gusto clásico nacional (y en buena medida europeo) en la música de los siglos XVIII, XIX y, como mucho, el primer tercio del XX. Es como si, en literatura, la gente sólo leyera la gran novela decimonónica, o en pintura no pasáramos del impresionismo o a lo sumo el cubismo. Ese siglo de retraso de las audiencias parece asunto menor, pero al final juntándolo con los indicadores de venta de libros, lectores de diarios por mil habitantes o espectadores del cine, da la medida de nuestra pobreza y atraso, que no es sólo cosa del PIB.