Los resultados del Programa Internacional para la Evaluación de la Competencia de los Adultos (PIACC) han dejado a España muy por debajo de la media de la OCDE y la UE. Tanto en comprensión lectora como en matemáticas nos hemos quedado atrás; así se recoge de una muestra representativa formada por españoles con edad comprendida entre los 16 y 65 años. Pero los datos aportados por este informe deben interpretarse con detenimiento y cautela, pues en el fondo no nos han de sorprender tanto. En primer lugar, pensemos que se somete a examen al sector de la población que nace entre 1947 y 1997; por tanto, se incluye en la muestra a gente con experiencias educativas muy dispares, aunque tan solo sea por razones históricas, que ya de entrada nos posicionan en desventaja con respecto a otros países.

Téngase en cuenta que en 1977 la tasa de analfabetismo en España era muy alta: en torno al 25% de la población apenas sabía leer. A partir de ese año se instaura la educación pública universal, y en nuestro país empieza a extenderse la idea en todos los estratos sociales de que la educación es fundamental. Desde entonces, la mayoría de los padres vienen haciendo verdaderos esfuerzos para que sus hijos se formen lo máximo posible, tanto es así que se pasó al siglo XXI con una alta tasa de universitarios que llega a alcanzar en 2010 al 40%. Obviamente, conforme se pregunta a las personas más mayores las experiencias formativas descienden, pues muchos de ellos fueron a la escuela un periodo mínimo, lo que les hace faltos de aprendizaje. Estas especificidades históricas deben estar presentes en la interpretación de los resultados de PIACC, aunque sea para evitar caer en el reduccionismo simplista que puede llevar a pensar que los habitantes de unos países son mas listos que los de otros o a creer en el dicho popular «de tal palo tal astilla», y confusamente se tienda a correlacionar el suspenso adolescente del PISA con el suspendido adulto que en estas líneas se comenta.

Por otro lado, hay que detenerse en las propias pruebas que se han pasado. Por ejemplo, se pidió interpretar un recibo de luz, ante el cual gran parte de los examinandos se quedó sin palabras. En este caso, quizá no haya tantas deficiencias de comprensión, puede que el recibo sea realmente incomprensible. Pongo por ejemplo, lo que le ocurrió a una amiga no hace tanto, quien tenía que pagar sin entender nada unas cantidades desorbitadas de luz que además eran estimadas y no reales, finalmente consiguió cambiar el tipo de contrato a mensual con lectura real, terminándose los problemas de comprensión, y ahora paga tan a gusto como consume a sabiendas de lo que gasta. Posiblemente tengan que hacerse estos documentos en términos más claros, o tomar como modelo los que se hacen en otros países.

De lo dicho hasta aquí, puede deducirse que creo que hay que tener en cuenta las singularidades nacionales a la hora de analizar el Informe PIAAC. En cuanto a las medidas de intervención para corregir deficiencias, comparto las recomendaciones de la OCDE resaltando que en el caso de España hay que implicar a los adultos en una apuesta por el aprendizaje ayudándoles a elevar sus capacidades, para lo cual, sin duda, «hay que invertir en formación». Inversión, especialmente importante y de justicia social para aquellas generaciones que crecieron en una época en la que estudiar fue un privilegio restringido.