Entrevista | Antonio Moreno Escritor

"El atractivo de un tema estriba, más que en la materia en sí, en cómo se aborda"

El alicantino ahonda en su árbol genealógico hasta llegar a sus raíces murcianas en Cuatro retratos incompletos, la última parte de un tríptico en el que echa la vista atrás sobre su vida y su familia

El autor Antonio Moreno.

El autor Antonio Moreno. / L. O.

Lola López

Lola López

La de Antonio Moreno (Alicante, 1964) en este libro ha sido una labor minuciosa de recopilación de «teselas» de identidad para reconstruir el «mosaico» de su familia. Sus abuelos protagonizan las páginas de Cuatro retratos incompletos (Newcastle Ediciones), el ejercicio final de una saga esencialmente familiar con el que no buscaba verse reflejado en sus antepasados, sino entenderles mejor. Si el relato, aun así, es incompleto, es porque las biografías, como dice, están condenadas a ser fragmentarias. 

Lo primero que ve uno al leer la sinopsis de este libro es que se trata de una historia profundamente personal. ¿Qué le anima a ahondar así en sus raíces y cómo llegan hasta Murcia?

Yo diría que, inevitablemente, y en mayor o menor medida, todos nosotros necesitamos ahondar en nuestras raíces, y estas se hallan en la familia, que es la célula social donde comienzan nuestros pasos por la vida. Mis padres, mis abuelos, mis bisabuelos..., todos eran de Murcia, de La Unión, de Espinardo, de Cartagena... El enigma de la identidad ha sido, desde siempre, una cuestión palpitante. Es una pregunta socrática. Bajo el presente de cada individuo, como una especie de magma, existe todo un mundo subterráneo que conduce a los ancestros y al pasado. 

En El sueño de los vencejos habla de su infancia, mientras que en Visita de año nuevo se centras en la figura y pérdida de su madre. ¿Quiénes protagonizan estos cuatro retratos?

Los padres de mis padres: mis dos abuelos paternos y los otros dos maternos. Me refiero a ellos así, con esta perífrasis (los padres de mis padres), porque las palabras ‘abuelo’ y ‘abuela’ connotan una afectividad y un vínculo emocional que no convenían para la redacción de este libro. Correspondía, más bien, adoptar cierta distancia, precisa para llevar a buen término estas semblanzas.

«Hemos pasado de la veneración de la memoria a una especie de amnesia impuesta por la aturdidora inercia de los tiempos que corren»

Ha dicho que este libro iba a ser el comienzo de El sueño de los vencejos, pero la historia tenía entidad propia. Ahora que ve la luz, ¿qué cree que es lo que ha hecho que, a pesar de tratarse de una historia tan personal despierte interés tanto en la editorial como en los lectores?

En el inicio de El sueño de los vencejos hay una cita del escritor Klaus Mann que acaso sirva igualmente para este libro. Decía Mann que los escritores, cuanto más parezcan remitirse a lo más privado de ellos mismos, mayor conciencia tendrán de que pertenecen a un todo, y por tanto a una época. No pocos lectores me han comentado que han visto eso mismo en estos cuatro retratos. También creo que la escritura y el tratamiento son dos razones más que han despertado ese interés del editor y de los lectores. Cualquier persona a la que se le diga que las páginas hablan de los cuatro abuelos del autor, en principio pensará que un asunto tan personal carece de interés. No obstante, la literatura sabe que el atractivo de un tema estriba, más que en la materia tratada, en cómo se aborda, y en el modo en que se escriba. 

Imagino que construir esta historia habrá sido un proceso peculiar. ¿Cómo ha enfocado la escritura de este libro?

Con absoluta dedicación, con mi mejor empeño, como todo cuanto me he sentado a escribir. Si no es así, mejor entretenerse con algún pasatiempo. Concretando más, la he enfocado tratando de respetar la verdad, que en este caso no es otra cosa que la franqueza.

Así es la portada de Cuatro retratos incompletos, de Antonio Moreno.

Así es la portada de Cuatro retratos incompletos, de Antonio Moreno. / L. O.

Habla de explorar la memoria personal y heredada, de recuerdos fragmentados... Cuénteme: ¿ha descubierto cosas que no conocía sobre esos antepasados mientras escribía?

He visto con más claridad que cada existencia es una tesela, una mínima parte del gran mosaico en el que está integrada. Pero, sobre todo, he descubierto que es mucho, muchísimo más, lo que ignoramos que lo que sabemos. Por eso cualquier aproximación biográfica está condenada a ser fragmentaria, un retrato incompleto.

Y ¿ha cambiado su manera de sentir respecto a esos familiares tras este libro?

Sí, los veo más comprensivamente. Sus luces y sombras son nuestras luces y sombras. 

¿Cómo cree que gestionamos, como sociedad, el recuerdo de los que ya no están? ¿Nos obsesiona, o nos lo tomamos demasiado a la ligera?

Diría que hemos pasado de un extremo a otro, de la veneración de la memoria que hasta no hace mucho mantenía presente y vivo el recuerdo de los ausentes, a una especie de amnesia impuesta por la aturdidora inercia de los tiempos que corren. El antiguo culto romano a los lares ha pervivido hasta ayer mismo en cada hogar. El consumismo feroz y el enaltecimiento del presente conducen a una nada vacía, inane, pobre.

Esta es una historia de reconstrucción de identidades. Ahonda en las vidas de esos familiares de los que muchas veces nos llegan detalles, anécdotas, imágenes... ¿Se reconoció en esos familiares? ¿Lo buscaba?

No sé si buscaba reconocerme en ellos… Creo que no. Lo que más me importaba era acercarme más a lo poco que sabía de sus vidas, para tratar de entender cuál era el escenario inicial que a mis padres les tocó en suerte. Para ninguno de ellos fue fácil. Por lo demás, de un modo u otro, ¿no hay en quienes nos rodean rasgos, aspectos, en los que nos reconocemos? Somos seres singulares, sí, pero tampoco tan distintos.

La presentación de este nuevo trabajo fue en el Museo Ramón Gaya hace unas semanas, junto a Javier Castro, su editor. ¿Cómo fue ese encuentro?

Muy grato. Al fin y al cabo, en Murcia fue donde comenzó todo. Javier Castro siempre resulta ameno, sustancioso y bienhumorado. Por otra parte, el Gaya es uno de los recintos de belleza de esta ciudad que más aprecio. Había buenos amigos. ¿Qué más puede pedirse? Incluso, terminado el acto, hubo un encuentro inesperado que bien podría ser el comienzo de otra historia. Fue con alguien a quien no veía desde hacía medio siglo...

Con este libro concluye el tríptico del que también forman parte esos dos libros que mencionábamos al principio. Siendo esta una ‘saga’ sobre su familia, ¿qué se siente al completar su publicación?

Se siente gratitud y compañía. Sin duda, mi vida sería más pobre si no hubiera escrito estos tres libros.

Y, por tanto, tengo que preguntar: ¿tiene ya alguna nueva historia rondando en la cabeza?

A uno siempre le rondan historias, aunque en realidad uno no sea un contador o narrador de historias. Otra cosa es que alguna sea especialmente tozuda y se imponga.