Crítica de danza

'Averno', ¿un infierno más?

La bruma que nos acoge al entrar al teatro enseguida nos traslada a un entorno enigmático, que nos hace bajar al infierno más puro y descarnado que dentro de nuestro imaginario podemos visualizar

Un momento de la puesta en escena de 'Averno'.

Un momento de la puesta en escena de 'Averno'. / La Opinión

Tania Herrero

Averno. MuDanzas

Marcat Dance. Coreografía y dirección: Mario Bermúdez. Directora de ensayos: Catherine Coury. Composición y diseño musical: Jose Pablo Polo. Dramaturgia: Isabel Vázquez. Diseño de vestuario: Moisés Nieto. Iluminación: Mamen B. Gil.

El pasado viernes tuvo lugar el tercer espectáculo de sala del Festival MuDanzas, a cargo de Marcat Dance, compañía dirigida por Mario Bermúdez.

La bruma que nos acoge al entrar al teatro enseguida nos traslada a un entorno enigmático, que nos hace bajar al infierno más puro y descarnado que dentro de nuestro imaginario podemos visualizar.

Siete intérpretes, siete bailarines, en ocasiones convertidos en una sola masa de cuerpos, son los encargados de trasladarnos con su movimiento grotesco, feo y despiadado a ese inframundo del que no pueden salir. Una agonía frustrante, pesada, amarga, dolorosa, que inunda toda la pieza hasta el final.

Gritos silenciosos descarnados, canibalismo y violencia a través de una descomposición del movimiento llevado al límite de la fisicalidad y organicidad del cuerpo, donde el suelo es lava y barro a la vez, donde los pequeños gestos se hibridan con grandes arcos y contorsiones casi imposibles, para mostrarnos la crudeza del sufrimiento de esas almas atrapadas en el infierno, en el limbo, sin saber si pertenecen a una religión determinada o más bien es una metáfora de los tiempos tan convulsos que vivimos.

Mario Bermúdez, nominado a los Premios Talia a mejor coreografía y mejor espectáculo de danza, y mejor intérprete masculino con esta pieza, así como otras tantas nominaciones a los Premios Max, consigue una auténtica transformación de los bailarines. A través del juego coreográfico donde predominan puntos focales repetidos, diagonales dramáticas, puntos de fuga, e imágenes que nos recuerdan a algunas obras de arte, frisos, pinturas o esculturas sobre el juicio final de grandes artistas, todos presentes en ese imaginario colectivo, que a mí me ha llevado a evocar la escultura del juicio final que recreó hace unos años EsculturArte, nos adentra en ese infierno tan particular que nos atropella mientras vemos la obra.

La interpretación de los bailarines es impecable, destacando la realizada por Catherine Coury y Javier de la Asunción, ambos nominados a mejor intérprete femenino y masculino respectivamente en los Premios Talia.

El vestuario, diseñado por Moisés Nieto, entronca con la música de Jose Pablo Polo como si fuera una prolongación de la misma cuando el silencio deja escuchar el frufrú del crepitar de la textura del vestuario al moverse. Un acierto de ambos artistas, que junto al magnífico diseño de luces de Mamen B. Gil consiguen esa atmósfera perfecta para el juicio final.

Un espectáculo duro, no indicado para PAS (Personas Altamente Sensibles), que te hace reflexionar sobre las realidades no tan lejanas que vive la humanidad y que solo contemplamos como meros espectadores, como hicimos sobre las butacas del teatro. Una obra que está en candelera a nivel nacional y es un lujo que esté programada dentro del Festival MuDanzas.