Entre Letras

Tensión solidaria

La poeta cartagenera Carmen Conde.

La poeta cartagenera Carmen Conde.

Francisco Javier Díez de Revenga

Una nueva edición de Torremozas ha hecho posible la recuperación de uno de los libros poéticos más originales de Carmen Conde, Jaguar puro inmarchito, que publicó por primera vez en 1963, y que recoge unos emotivos y desgarrados poemas escritos a lo largo de un viaje por Centroamérica hace ahora ochenta años. La nueva edición cuenta con un documentado estudio preliminar de Fran Garcerá e incluye un poema de este ciclo que permaneció inédito hasta 2021.

En efecto, en 1963, invitados por el gobierno de Nicaragua, Carmen Conde y Antonio Oliver realizaron un viaje en el que vivieron experiencias tremendas, dada la situación política, social y económica del país. Oliver, como prestigioso especialista en Rubén Darío, recibió diversos homenajes y Carmen se convirtió, en cierto modo, en la cronista de aquel viaje, cuyas experiencias anotó en diversos diarios y trasmitió en sus cartas a Amanda Junquera, que había quedado en Madrid.

Lo más interesante, desde el punto de vista de la historia literaria y de la propia historia de su poesía, es que Carmen escribió en vivo un poemario excepcional nutrido con aquellas experiencias y con la honda impresión que le causaron no solo el paisaje sino también el sufrimiento de sus gentes en una naturaleza libre y salvaje. Se compone Jaguar puro inmarchito de un prólogo, formado por dos extensos poemas en verso libre, un sector de poemas titulado Nicaragua y su garra, fechados en Managua entre el 4 y el 17 de febrero, y un poema compuesto en San Juan de Puerto Rico el 24 de febrero. Seguirán una serie de poemas del regreso, En el mar de la vuelta.

Los poemas que forman parte del prólogo nos devuelven a la escritora comprometida con el ser humano y preocupada por su destino, que prodigó en los libros de aquellos años cincuenta y sesenta del siglo pasado. Con una expresión muy agresiva y vehemente, descubre su pasión por la realidad corporal, física y fisiológica del ser humano y recurre para ello al lenguaje de la corrupción natural, casi de terminología forense, tras el golpe de la propia existencia (tumores, turbio y sanguinolento humor). En la autobiografía que toda la poesía de Carmen contiene, sin duda corresponden estas negras y patéticas reflexiones a padecimientos y sufrimientos, incluso físicos, en carne propia. Lo sabemos por los documentos y por la correspondencia que alude a dolencias sufridas a lo largo del viaje y de la estancia en Nicaragua, marcada por jornadas de mucha agresividad política, hasta el punto de sentir peligro físico personal, y por el cansancio causado por la actividad académica agotadora junto a su esposo, enfermo crónico de extrema gravedad.

Hablar entonces se torna en lo imprescindible y en lo necesario y su trascendencia salvadora se proclama en la segunda parte del poema prologal: porque la palabra redime, purifica, libera. Poema de solidaridad humana y de compromiso con el que sufre. Una corriente de compasión vital define estos versos como programa de cooperación con los más débiles, con una cierta implicación no solo metafísica sino también psicológica y ética. Indudablemente, el mísero entorno nicaragüense de aquellos años gravita sobre las reflexiones de Carmen en este momento, comprometida y compasiva, aspecto que confirmará alguno de los poemas de la serie dedicada directamente a Nicaragua y su garra, a sus paisajes, a sus tierras, a sus animales salvajes, pero también a las gentes que pueblan esos horizontes y campiñas, tan atractivos y tan agresivos al mismo tiempo.

Pero hay que sobrevivir a la adversidad contribuyendo a superar y proclamar la verdad y la vida: hay que buscar al que sufre cortándonos la lengua falsa y vana, la fútil palabrería, que no es pan sino pólvora, siembra de impotencias, y no de simientes prietas de amor. Por supuesto, el indio está muy presente en todo el espacio de Nicaragua y su garra, con su pasividad, con su atractivo físico y hasta con su hermosura como criatura privilegiada. Pero Carmen no oculta una tensión solidaria y social hacia ese habitante que le seduce en su silencio, en su pasividad.

Concluye Fran Garcerá, al final de su estudio preliminar, que esta nueva publicación de Jaguar puro inmarchito supone un acto de justicia poética hacia Carmen Conde, porque demuestra que, entrados los años sesenta, su vitalismo poético estaba en toda su madurez, y justamente el dramatismo de su recuperación de las experiencias vividas en Nicaragua, y sobre todo la convivencia con sus gentes y sus pueblos, con los más débiles, quedan simbolizadas por «la herida del jaguar, la herida de lo puro, la herida de lo inmarchito»… una marca imborrable en los pulsos roncos de su memoria poética.