Música

Steve Turre defiende el verdadero jazz en San Javier

Steve Turre es un trombonista con una carrera envidiable; ha trabajado con Lester Bowie, Art Blakey, Roland Kirk, Woody Shaw, Dizzy Gillespie o McCoy Tyner -por citar sólo algunas de las primeras figuras con las que colaborado, y que le han llevado a ser considerado el heredero de J.J. Johnson-, pero curiosamente su fama proviene de ser el hombre que toca, y muy bien, las caracolas marinas.

El trombón no llama mucho la atención en el jazz hoy día, aunque hay algunos intérpretes excelentes y originales en la escena contemporánea. Turre es uno de ellos. Con su tono cálido, suave, mantiene la tradición jazzística del instrumento y, a diferencia de muchos trombonistas modernos, hace uso regular de sordinas para agregar color y variedad tonal. Steve Turre defiende el verdadero jazz frente a malabarismos abstractos e intelectuales.

El veterano músico neoyorquino de orígnes mexicanos presentaba un nuevo proyecto, “Generations”, donde da cabida a jóvenes talentos. Destacan entre ellos Wallace Rooney Jr. (trompetista) y Orion Turre, su propio hijo, excelente percusionista. La banda incluye también al pianista Davis Whifield y al contrabajista Dishan Harper , y, como para equilibrar el conjunto de jóvenes leones, vino también James Carter, el extrovertido saxofonista de Detroit, que ya pasó como un ciclón por Jazz San Javier. Sus intervenciones rebosantes de virtuosismo y un retozo bailongo, vertiginoso y divertido, casi le roban el show a Turre. Carter hizo alarde de todas sus facultades técnicas y físicas, que no son pocas: esas respiraciones circulares con el diafragma, esos pizzicatos percusivos a base de lengüetazos que recuerdan al gran David Murray.

“Generations” ofrece un recorrido por composiciones propias donde hay mucho de biográfico. Las canciones hacen guiños a músicos influyentes de toda la carrera de Turre, que empezó su concierto con "Planting the Ceed", en la que reconoce al pianista Cedar Walton (tocó con Turre en los Jazz Messengers de Art Blakey); un swing musculoso de hard bop con un solo sinuoso de Carter y una declaración audaz y melódica del trombón. El solo de trompeta fue fluido, agudo y conciso, y el piano recordaba el amor de Walton por el bop moderno progresivo pero conmovedor.

Dinner With Duke” mostró la admiración de Turre por Ellington, con su dominio de la sordina; Harper tocaba el arco mientras Turre desplegaba la fanfarria final. Magnífico. “Blue Smoke'” fue más animada; destacó el joven Roney, y Turre sonó apropiadamente maduro en este animado blues-shuffle (“en la raíz del jazz está el blues”, dijo). Con “Flower Power”, de connotaciones hippies, Turre lanzó un alegato en favor de la paz. Sobre su plácida melodía se podía casi sentir el arrullo de las olas; una pieza fascinante y esquiva en la que destacó su famoso virtuosismo con las caracolas.

Turre dirigía de manera genial, encima de cada detalle. Es elocuente y contagiosamente energético cuando el ritmo sube, como en la ardiente versión de “Blackfoot” (una especie de homenaje al estándar “Cherokee”). Hubo pasajes donde Carter obtenía un sonido sorprendentemente suave y llenaba sus improvisaciones con sutiles paráfrasis melódicas. Bastaron unos segundos para quedar abrumados con sus cualidades, lanzando mil notas por segundo sin perder la melodía.

En la recta final acudieron a las versiones. Turre interpretó “All Blues”, del mítico disco “Kind of Blue” de Miles Davis, soplando sus caracolas, a veces dos al mismo tiempo, estableciendo un diálogo con Carter lleno de virtuosismo y humor. Para el bis reservaron, ya en formación de cuarteto, “Smoke Gets in Your Eyes”, afrontado con serenidad y destacando también los solos del pianista.

Acompañado de un sexteto brillante, Steve Turre dejó su impronta de excelente boper y poseedor de un sonido muy cálido y agradable; aparte de un envidiable swing.

Segunda parte de guitarreo

Para la gente a la que le gusta el guitarreo, la segunda parte del programa, con el ‘guitar heroe’ Santiago Campillo y el ex Bluebreakers tejano Buddy Wittinghton, fue, sí, la leche. Cuando John Mayall te llama para cubrir un hueco que previamente había ocupado Eric Clapton o Peter Green, significa que hay algo especial en tu estilo. El estilo de guitarra fácil y natural de Buddy es de rara belleza y poder, presentado de una manera en la que no es el lick, sino la canción, lo que manda.

La presencia de estos dos titanes de la guitarra, juntos de nuevo en Jazz San Javier resultó una clase magistral de invención, arreglo, presentación y entrega. La química entre ambos quedó registrada en su doble CD “Live in San Javier Jazz Festival 2017”. Volvieron acompañados de la bajista Oneida James (en el pasado tocó para Joe Cocker; incorporada a la banda de Campillo, aporta una fuerte imagen), José Ciudad a la batería, y el fabuloso teclista original de M-Clan, Íñigo Uribe, al piano y al órgano Hammond, con el armonicista Ñaco Goñi como invitado, y un repertorio de clásicos del blues y del rock (Freddie King, Creedence, B.B.King, Stevie Wonder, Sly & The Family Stone, Cream, Elmore James, ZZ Top…), y temas propios de Santiago Campillo, en un concierto electrizante que arrancaron con “Cadillac blues” y terminó recuperando al argentino Moris, con el público asaltando el foso y coreando aquello de “Sábado a la noche”.

Lo de Santiago es sobrenatural, de siempre le ha ido el blues, y Buddy Whittington dejó translucir todo su poderío y su bagaje, con canciones versátiles llenas de dinamismo interpretativo, y un vistoso fraseo que ejecuta con elegancia. Ofrecieron una apasionante mezcla de estilos anclados en las raíces de esta música etadounidense. El depurado saber hacer de Buddy y Santiago resultó evidente y complementario. En cuanto a las voces, Buddy, que permaneció sentado todo el tiempo, destacó por su naturalidad y alto grado de expresividad, pero hubo reparto de protagonismo, incluida Oneida James.

El público estuvo entregado; una complicidad natural y contagiosa que hizo especial ese híbrido de músicos; de versiones y temas propios. Campillo, melenudo y patilludo como un personaje underground tipo los Fabulous Furry Freak Brothers, salió con la misma naturalidad con la que lo lleva haciendo tantos años; en sus conciertos es tan sobrio en modales y frases como enérgico en actitud y música. Deja que su carácter de rockero convencido fluya libre y natural por el escenario.

Cambiando de guitarras y derrochando sobre el escenario toda la energía y la pureza a las que nos tienen acostumbrados, estos dos titanes ofrecieron un fogoso concierto, carnal y canónico, que se queda en el corazón.