Entre Letras

El milagro de la vida

Antonio Soto Alcón

Antonio Soto Alcón

Francisco Javier Díez de Revenga

Antonio Soto Alcón (Librilla, 1952) continúa su brillante trayectoria como escritor al dar a conocer, publicado por La Fea Burguesía, su nuevo poemario, Tú también sabrás perdonarme, denominación que comparte con el poema inicial del volumen, una especie de obertura ansiosa en forma de confiteor y en solicitud de perdón a todos los suyos, en la que marca las líneas que van a cohesionar todo el libro. Porque este libro se descubre como un examen en madurez de la existencia trascurrida y no solo por el poeta, sino también por una serie de personajes que comparten poemas y versos. Algunos especialmente entrañables como el padre, que combatió en la guerra, y la madre, que la sufrió, pero del mismo modo los amigos cercanos y remotos, y, desde luego, la representada por el pronombre tú, permanente y cercana a lo largo de todas las páginas de esta intensa singladura inevitablemente autobiográfica.

En efecto, las restantes más de sesenta composiciones reflejan esa existencia y se detienen en las inquietudes estelares y obligadas: la edad, el tiempo, el amor y, desde luego, la muerte. Esta última entrevista en presagios, pero también evocada en memoria personal de muertes cercanas, cuando han visitado la casa familiar, se les ha abierto la puerta, como cantara sobrecogido Antonio Machado en los campos de Castilla de su Leonor. La muerte y el dolor de proximidad hacen que el yo lírico actualice vivencias y supere sutilezas, cuando descubrimos los hospitales y la soledad, tan próximos en los finales contemporáneos, visión descarnada y realista que dota a estos poemas de autenticidad y verdad.

Un espejo, en el que reescribirse, las calles de la vida, que se recorren obligadamente, aquel camino, el recuerdo de los fríos inviernos de posguerra y de infancia, y la familia, siempre la familia, padre y madre, conviviendo y renaciendo en los recuerdos. Pero no todo es evocación de tristes sombras del pasado. Porque los gozos protagonizan algunos himnos que revelan gozo y felicidad, palabra muy presente en estos poemas.

Soto Alcón es un pintor magnífico y sus imaginaciones aportan a sus cuadros naturalezas que surgen en sus formas y en sus sorpresas cromáticas. Son los gozos de la vista que en el libro también se hacen presentes. Un poema, antológico sin duda, Febrero, refleja la renovada y tan temprana hermosura de un almendro en flor, en pleno invierno, desafiando el clima adverso con su belleza. El gozo de su existencia invade los rincones de la memoria y con el entusiasmo asumido por la repentina prestancia de la flor, alcanza la convicción de que nada se muere sobre la tierra, sino que renace de nuevo tanta renovada hermosura, aun con el frío en las manos. Contiguo, otro poema gozoso, Una pequeña flor, encarna la esperanza de vivir, creciendo entre la miseria humana, y supone el encuentro de la verdad de la existencia y de toda la hermosura que la rodea, evocada en plasticidad visual y evidentemente pictórica. Y sobresalen todos estos poemas por su cohesión como escenas, cuadros, estampas o viñetas que evocan visiones esmaltadas por la estética plástica del pintor que el poeta lleva dentro.

Lo cierto es que un libro tan repleto de vivencias y recuerdos ofrece aún muchas complejidades, y las memorias de existencia siempre proporcionan universos que renacen con fuerza en los poemas, algunos de ellos sorprendentemente poseídos de cierta narratividad, porque en realidad están relatando escenas e historias de personajes cercanos, descubiertos en sus vidas e incluso en sus muertes. Porque, como ya se ha advertido, la muerte preside numerosas representaciones y es objeto de agudas cavilaciones acentuadas en su agudeza por la edad. Aunque en más de una ocasión, se sobrepasa ese realismo para penetrar en el mundo de la ensoñación como sucede en un espléndido poema, Aquella tarde de verano, que se nos ofrece como visión en gozo, pero que en realidad lo que oculta o esconde es un sueño; y lo que importa es que al despertar lo que hace el poeta es descubrir la terrible verdad, la brusca verdad de la existencia.

La cohesión del libro lograda por Antonio Soto Alcón es destacable, porque desde el principio hasta el final, entre luces y sombras, entre dichas y pesares, lo que la conseguido es reflejar sobre todo existencia, y apostar, en todo caso, por la vida, como se manifiesta en el poema final, que, del mismo modo que ocurrió con el de apertura (alfa y omega), funciona como conclusión de todo el libro: descubrir en las lágrimas, en los recuerdos, en los besos y en la mirada que se respira y que es verdad que la vida es un milagro.

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