Danza Crítica

La metáfora perfecta para reabrir Mudanzas

la metáfora perfecta para reabrir Mudanzas

la metáfora perfecta para reabrir Mudanzas / Tania Herrero

Tania Herrero

El esperado reencuentro con MuDanzas, Encuentros con la Nueva Danza, el festival más longevo y de mayor prestigio en la Región, y fuera de ella también, dedicado a la danza contemporánea, estuvo marcado por Dalet (da) el último espectáculo creado por Daniel Abreu.

Siete bailarines, dos músicos, una estructura y la imaginación del coreógrafo te sumergen en un mundo paralelo donde un cuerpo se desliga en varios para mostrarnos aquello que podría ser si decidimos atravesar la puerta, o el espejo.

Un mundo onírico plagado de referencias que el espectador podrá llevar a su imaginario propio y vincularlo con experiencias previas o simplemente disfrutar de la belleza del movimiento de los siete excelentes bailarines. Estos poseen una técnica envidiable donde la fisicalidad y la corporeidad se transmiten a través de una singular fluidez conectada con el suelo, con los otros cuerpos y con el aire, que viaja entre ellos esculpiéndolos y creando imágenes que emanan de la tierra.

Con su personal visión del movimiento, Daniel Abreu afronta esta nueva producción, siendo en la que más explora su mundo onírico y nos lo muestra de forma transparente.

Agua, fuego, tierra y aire, con un planteamiento del espacio en donde utiliza la parte izquierda del escenario, la parte del corazón, para el pulso de la vida, para ese crecer, construir y deconstruir el movimiento que brota de la naturaleza y la parte animal, que se esconde y que regresa transformada en hormiga o en árbol; y la parte derecha, donde se emplaza la puerta y por donde surgen esos seres mágicos y mitológicos, mitad ensoñación y mitad elementos para cerrar ese círculo energético que Daniel nos quiere transmitir.

Las luces, creadas por Pedro Yagüe, y la escenografía de Luis Crespo, junto a la música en vivo por parte de Hugo Portas y Elisa Tejedor, envuelven el espectáculo dándole sentido. Ensalzado por un vestuario donde los colores y las texturas guían la obra y provocan el contraste con el enorme colorido de los personajes oníricos diseñados por Esteban Cedrés y Paloma de Alba.

Un buen espectáculo a la altura de esa reinauguración de un festival tan amado y que esperamos se quede el doble de lo que lo hizo la primera vez.