Entrevista | Lola Tórtola Poeta

Lola Tórtola: "Necesito que la experiencia me legitime"

La poeta murciana acaba de llevarse uno de los accésit del Adonáis. De 'Los dioses destruidos', su obra, el jurado destacó un carácter "desmitificador, cálido y libre"

La poeta Lola Tórtola.

La poeta Lola Tórtola. / Blanca Pérez de Tudela

Hasta hace poco más de una semana, Lola Tórtola (Murcia, 1997) vivía fuera de esa supuesta Arcadia llamada ‘círculos poéticos’. Escribía, sí, pero no lo contaba. Su método era sencillo: apuntaba una idea «antes en los apuntes de medicina, ahora [es MIR de Cirujía Plástica en un hospital de Madrid] en el reverso de una analítica». Trataba de recordar. Y si no lo conseguía, es que lo que tenía entre manos «no era muy bueno». Pero ya no. El pasado día 16, su obra Los dioses destruidos se hizo con el accésit del Adonáis. Y las cosas están a punto de cambiar. 

Gran parte de su entorno se enteró a la vez de que escribía y de que era finalista al Adonáis. ¿De qué se esconde?

Es cierto, antes de ser finalista del Adonáis solo una persona había leído mis poemas, y la primera vez que recité fue el pasado viernes [por el día 16] en la Biblioteca Nacional. Pero no creo que me escondiese, mi círculo cercano sabe desde siempre lo que la literatura significa para mí. Seguramente esté equivocada, pero no creo en publicar y airear cualquier cosa que se escriba sin rigor. Yo al menos no quería publicar nada hasta no estar segura de que tenía un mínimo de calidad. Por eso presenté mi poemario al Adonáis, para averiguar si realmente todo esto merecía salvarse. He necesitado mucho tiempo para reposar mis poemas y poder valorarlos . Lo de venir de fuera del mundo de la literatura tampoco ha ayudado. Estoy segura de que, si hubiese leído mis poemas a mis amigos, a todos les hubieran parecido maravillosos, porque me quieren. No es eso lo que buscaba. 

¿Recuerda el momento en que leyó algo y dijo: «Esto lo puedo hacer yo»?

Estaba acostumbrada a leer a los clásicos, y aunque su poesía me fascinaba, tendía a mitificarla y me parecía inalcanzable. Luego comencé a leer algo de autores más cercanos por edad, eso que ahora en prensa se engloba bajo el término de ‘poesía joven’, así, en general, y hay poemarios absolutamente maravillosos, con estilos muy diferentes y tratando temas que me interesaban mucho. No creo que pensase «eso lo puedo hacer yo», pero sí encontré referentes para lo que intentaba hacer. 

Pero sí ha tenido en mente publicar.

La carne es débil y el ego de ser leído, más todavía.

¿Colocar un libro en una librería compensa los posibles ataques de pudor?

Cero pudor. Cuando Los dioses destruidos esté en librerías, que todo el mundo lo coja, lo lea, lo juzgue y lo despedace cuanto quiera. El problema que yo veo actualmente es que frente al panorama tan boyante que vive la poesía, la crítica literaria no ha sabido estar a la altura. Falta más crítica especializada y seria. No vale con un par de tuits subliminales. 

¿Cómo surge este poemario?

Está escrito desde la experiencia del año en que me fui a estudiar a Roma y los viajes que hice por Italia, Grecia y, más tarde, Centroeuropa. Recuerdo que Aurora Luque, tras el acto de entrega del Adonáis, me dijo que mi libro era en realidad un poemario de viajes, y no creo que se equivoque (aunque es cierto que muchas de las ideas y las referencias poéticas las tenía ya en la cabeza). A veces pienso que el irme a Roma fue más bien una excusa para poder escribirlo. Se me da mal escribir enteramente desde la imaginación, necesito alguna experiencia que me legitime. Los dioses destruidos son en realidad mis amigos, aquellas personas a las que conocí en Roma y a las que tanto he querido estos años. 

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El jurado ha dicho que usted se enfrenta «a la conciencia de una crisis cultural europea, experimentada en sus viajes formativos». ¿Qué esperaba de la vieja Europa y qué se encontró?

Lo que esperaba de las ciudades en las que he vivido es un poco lo mismo que se espera de la vida cuando se es adolescente: ciertas columnas fijas, algunas certezas, la belleza sin tiempo… Pero, ay, ese momento en que se empieza a intuir que el escenario es falso, que los cánones que aprendimos de memoria hace ya tiempo que dejaron de sernos útiles, que entre crisis y crisis pudimos ver que nada de cuanto nos prometieron era cierto, y que todo, hasta la belleza, pasa... Roma es el paradigma de todo ello. 

¿La poesía le sirve de algo?

La que yo escribo, de nada. Nada que no sea pasarme el tiempo obsesionada dándole vueltas en la cabeza a un puñado de palabras. Al menos así ha sido hasta el momento. Escribo poesía simplemente porque no puedo evitarlo, aunque lo haya intentado en varias ocasiones. No soy de ese tipo de escritores que dicen que escribir les ayuda a combatir sus demonios o a redimirse de algo. Probablemente mi vida sería más sencilla sin el deseo o la ambición de escribir. Ahora bien, la poesía que leo…, esa sí me sirve de mucho. Hay poemas que me han dado aplomo cuando lo he necesitado y versos que ando repitiendo siempre como mantras. 

¿Qué papel juega en su vida?

Suelo escribir por rachas. Por desgracia, hasta ahora mi vida ha estado marcada por los tiempos académicos, aunque nunca me desvinculo completamente de los textos que tengo en mente. En general suelo empezar con una idea que apunto en las notas del móvil (si no la he olvidado antes). Si la he olvidado, no pasa nada, no sería muy buena. Y luego empieza el ciclo de obsesión y olvido que solo a veces acaba formando un poema, todo entre mi cabeza y el móvil. El mismo móvil con el que el viernes subí a recitar después de que anunciaran mi accésit: no tengo otra cosa, todo está ahí. Alguna vez, si no lo tengo suficientemente a mano, escribo algo entre los apuntes de medicina o, ahora, en el reverso de alguna analítica. 

Lo que más ilusión me hizo de saber que era finalista fue tener la posibilidad por fin de conocer a otros poetas"

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La poesía murciana triunfa en el Adonáis: este año ha ganado Luis Escavy y, en el pasado, se llevó el Accésit Andrés María García, reconocimiento que usted repite ahora. ¿Se siente, poéticamente, parte de algo?

Me gustaría (no soy una loba solitaria), pero la verdad es que no. Me he sentido completamente fuera del mundo de la poesía porque, de hecho, lo he estado. En la final del premio creo que yo era la única poeta que no conocía personalmente a nadie. Lo he repetido mucho, lo que más ilusión me hizo de saber que era finalista del Adonáis fue tener la posibilidad, por fin, de conocer a otros poetas. Así que, no sé, puede que eso cambie pronto.

Dentro de poco será una poeta publicada. ¿Tiene miedo de que se espere algo de usted?

Uno de mis peores defectos es que tiendo a tomarme todo lo que hago demasiado en serio, la poesía para mí nunca ha sido un juego. Pero sí tengo miedo de escribir con menos libertad, intentando de forma artificial encajar en ciertos cánones… Espero de verdad que no me pase.