Salud

Respirar aire contaminado aumenta el riesgo de sufrir un infarto, según expertos de la UMU

Cuando el material particulado entra en el torrente sanguíneo eleva las frecuencias cardíaca y respiratoria y liberan sustancias inflamatorias, lo que incrementa los problemas cardiovaculares

La ciudad de Murcia cubierta por una densa niebla

La ciudad de Murcia cubierta por una densa niebla / Juan Carlos caval

Juan Daniel González

Las ciudades de la Región de Murcia y del mundo entero están cada vez más contaminadas y las partículas suspendidas en el aire suponen un «grave peligro para la salud pública». Tanto es así, que respirarlas aumenta el riesgo de sufrir un infarto e incluso causa más muertes relacionadas con patologías cardiovasculares que el colesterol alto o la falta de actividad física. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), alrededor del 31% de las muertes cardiovasculares podrían evitarse si se redujera el impacto de la contaminación ambiental.

Tal es la advertencia que hace Darío Mandaglio, investigador predoctoral en el grupo de Cardiología Clínica y Experimental en la Universidad de Murcia (UMU), en uno de sus más recientes artículos de opinión divulgativa, que ha contado con la supervisión de más expertos.

Mandaglio explica que, junto con el CO2, existe un aumento de otros contaminantes ambientales de gran relevancia clínica. Es el caso del material particulado (PM, por las siglas en inglés). Estas partículas en suspensión son una mezcla heterogénea de partículas sólidas de pequeño tamaño, tales como el hollín o el humo, provenientes generalmente de las industrias o de la combustión de los vehículos, que viajan junto a polvo y polen.

Estas partículas se clasifican según su tamaño. Las más conocidas son las PM10. Según afirma el investigador de la UMU, «el material particulado supone una amenaza para la salud ya que, debido a su reducido tamaño, alcanza fácilmente el torrente sanguíneo a través de la respiración, llegando a cualquier parte del organismo». Una vez en los tejidos, «provoca un aumento de actividad del sistema nervioso simpático, lo que conlleva la elevación de la presión arterial, así como de las frecuencias cardíaca y respiratoria». Como consecuencia, indica Mandaglio, «se liberan sustancias inflamatorias, generando un estado de estrés oxidativo que provoca las condiciones necesarias para que aumente el riesgo de sufrir un infarto».

Cuatro millones de muertes al año

Los investigadores consideran al PM responsable de aproximadamente cuatro millones de muertes cada año a nivel mundial. Por este motivo, la ONU ha advertido que el mundo se encuentra ante «el riesgo sanitario medioambiental más importante de nuestros tiempos».

«Europa no se queda atrás», advierte el investigador. «Ya en 2018, la Agencia Europea de Medio Ambiente observó que la población europea que estaba expuesta a unas concentraciones de material particulado por encima de los valores recomendados era de un 74%. Sin embargo, la sensibilidad a la exposición de contaminantes varía en función de la edad o el estado de salud previo de las personas, existiendo un mayor riesgo en personas de edad temprana, así como en ancianos, y en aquellos individuos que presentan ciertas patologías».

Según ha estimado la OMS, en los países desarrollados los datos son alarmantes, ya que 1 de cada 10 fallecimientos cardiovasculares diarios están relacionados con la exposición a la contaminación ambiental. En una revisión publicada recientemente, subraya, «se evidencia cómo la exposición al PM aumenta hasta un 18% el riesgo de desarrollo de fibrilación auricular.» «Se trata de la arritmia cardiaca más común en la población general, que provoca contracciones irregulares y anormalmente rápidas de las células de la aurícula (cardiomiocitos), aumentando el riesgo de sufrir un infarto cerebral y duplicando el riesgo de muerte.», explica.

La investigación de Mandaglio ha contado con la supervisión de José Miguel Rivera, profesor de la Facultad de Enfermería de la UMU, investigador del Instituto Murciano de Investigación Biosanitaria (IMIB-Arrixaca) y del Centro de Investigación Biomédica en Red - Enfermedades Cardiovasculares (Cibercv); Antonio J. Ruiz , profesor de Inmunología en la UMU e investigador del Grupo de Inmunidad Innata del IMIB; Francisco Marín , del Servicio de Cardiología de la Arrixaca y profesor en la Facultad de Medicina; y Raquel López , investigadora posdoctoral Sara Borrell en Cardiología Clínica y Experimental y miembro de la Fundación para la Formación e Investigación Sanitarias de la Región de Murcia (FFIS).

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Que la contaminación ambiental es una amenaza para la salud era algo que ya se conocía en tiempos de Hipócrates, alrededor del año 400 a. C., cuenta el investigador predoctoral en el grupo de Cardiología Clínica y Experimental en la Universidad de Murcia, Darío Mandaglio. Fue el médico griego el primero en relacionar toda clase de enfermedades con la calidad del aire.

Según Hipócrates, «la más clara manifestación de este vínculo se daba en las ciudades griegas expuestas a vientos procedentes del oeste, cuyos habitantes poseían una voz ronca y grave».

«En efecto, hoy en día sabemos que ciertas enfermedades relacionadas con la irritación de las vías respiratorias como la sinusitis presentan un alto factor de riesgo ambiental», afirma Mandaglio.

Con el avance de la humanidad, tras el comienzo de la Revolución Industrial, hace más de 200 años, la presencia de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera «ha aumentado de forma dramática, situándose actualmente por encima del 149 % sobre los niveles preindustriales».

La última vez en la historia del planeta que los niveles de CO2 se elevaron tanto, advierte el investigador de la Universidad de Murcia, fue hace entre tres y cinco millones de años, cuando la temperatura media era alrededor de 3 ºC más alta y el nivel del mar aproximadamente 15 metros superior.

Actualmente, «los derivados del petróleo se han convertido en los responsables de un tercio de las emisiones que dan lugar a la contaminación ambiental actual». A esto se suma la polución que emiten los miles de vehículos que a diario circulan por las calles de las grandes ciudades, razón por las cual en muchos lugares los ayuntamientos están tomando medidas para reducir el tráfico.