El pueblo más bonito de España para viajar en marzo está en Murcia según los expertos

Casitas en el municipio murciano de Calasparra

Casitas en el municipio murciano de Calasparra / Istock Rudolf Ernst

Alba Armida

En el noroeste de la región de Murcia, en las estribaciones de la Sierra del Molino y bañado por 4 ríos y dos pantanos, nos encontramos con un bello municipio que es perfecto para una escapada en este mes de marzo. Múltiples rincones de interés que albergan verdaderos tesoros, su gastronomía y sus gentes son motivos más que suficientes para seducir al viajero más exigente.

Más allá del eterno debate de si los mejores arroces se comen en Valencia o Alicante, debe saber el viajero que el mejor arroz se cultiva en Murcia. Y si no es el mejor, sí es, al menos, el primero que consiguió una denominación de origen propia. Con esta información, muchos lectores ya sabrán el pueblo que hoy vamos a visitar. Bienvenidos a Calasparra.

Calasparra tiene una serie de encantos únicos que, unidos a su buen clima, hacen que se convierta en el destino perfecto para cualquier escapada. Hay enclaves de una belleza prístina, como la Vega del Segura, donde se pueden visitar los arrozales, el Santuario de Nuestra Señora de la Esperanza o el cañón de Almadenes. También cuenta con varios museos, así como importantes puntos de interés viajero, como el Pósito de la Encomienda, la Torre del Reloj o el Molinico.

Este bonito pueblo también es perfecto para descubrir el crisol de culturas que se han asentado a lo largo de la historia en la zona. Así, el viajero podrá contemplar las pinturas rupestres del Abrigo del Pozo (Bien de Interés Cultural e inscritas en la lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO) que dejaron los pobladores del Eneolítico, hasta numerosos restos arqueológicos que datan de la época romana.

Arroz de Calasparra

Uno de los principales atractivos de Calasparra son sus arrozales. Y es que este pueblo fue el primero en tener su propia denominación de origen en 1986. Años más tarde vinieron las DOP del Delta del Ebro y el arroz de Valencia.

No se puede concebir una visita a este bonito pueblo murciano sin visitar sus campos de arroz, ahora separados del núcleo urbano. Esto no ha sido siempre así; de hecho, durante la segunda mitad del siglo XVIII el cultivo de arroz en lugares inmediatos al pueblo causó tremendos brotes epidémicos de tercianas (una especie de paludismo/malaria que se transmite por mosquitos muy presentes en los arrozales) que provocaron un alto índice de mortalidad en la región. Desde entonces, el cultivo se fue replegando hacia zonas más alejadas y bañadas por el Segura.

Y ya que se habla de arroz, el viajero que quiera hacer una escapada, no puede irse de Calasparra sin probar sus especialidades culinarias. El arroz en sus múltiples variantes es un imprescindible: con conejo, con buche de pava, arroz viudo, con mondongo o con ajos tiernos, bacalao y almejas. Eso sí, también hay que hacer hueco a otros platos como asados, migas o potajes.

Una vez que se tenga el estómago lleno, nada mejor que pasear para bajar la comida y acercarnos hasta el Santuario de la Virgen de la Esperanza, situado a unos 6 kilómetros de la villa. La ermita primitiva, que data del siglo XVII se sitúa en una cueva sobre el río Segura a la que se le han ido agregando diversas ampliaciones hasta poder contemplarlo tal y como está en la actualidad.

Un lugar de culto con más de un millón de visitantes al año que ha sido declarado de interés geológico y en el que se pueden ver diferentes estilos arquitectónicos que dibujan un conjunto ecléctico en el que predomina un impulso neogótico.

Qué ver en Calasparra

Más allá de sus campos de arroz y este santuario que parece sacado de una película Disney, el viajero no debería irse de Calasparra sin admirar el castillo de San Juan (cuyos orígenes se remontan al siglo XII), sus iglesias (la de los Santos Mártires Abdón y Senén o la de San Pedro) así como la fuente de la Corredera (el monumento civil más importante de Calasparra).

En definitiva, el pueblo más bonito al que viajar en marzo está en Murcia y no es otro que Calasparra. Allí podrás desconectar, dejarte seducir por el slow life y, sobre todo, recargar pilas para cuando toque volver a la rutina.