Marco Tulio Cicerón -Arpino, 106-Formia, 43 a.C.- fue durante su vida un admirador de las virtudes tradicionales que engrandecieron a Roma. En su madurez, desengañado de la política, y con un mayor conocimiento de la filosofía griega, pensó que el mayor servicio que podía prestar a su patria era el convencer a sus conciudadanos de que la paz y la concordia ciudadana solo se conseguiría practicando las viejas costumbres de Roma. La historia comprobó que la puesta en práctica de esas virtudes había coincidido históricamente con los periodos de máxima prosperidad y expansión de Roma.

Entre los libros clásicos de Cicerón están sus tratados sobre la moral social; casi en vísperas de su muerte escribió dos tratados considerados menores por el tema de que trata: De senectute -La OpiniÓn, 5 febrero 2006- y De Amicitia. Cicerón en plena madurez, alejado de anteriores ambiciones políticas, nos ofrece unas reflexiones de plena actualidad. El análisis de ambas obras, en su conjunto, ha recibido la calificación de obras mayores por su contenido y forma de exponerla, siendo consideradas como su testamento político-moral, y a Cicerón como 'héroe de la libertad'.

Inicia el tratado De Amicitia afirmando que ésta es el mayor bien después de la virtud; tan grande que, gracias a ella "hasta los ausentes están presentes, los necesitados tienen de sobra; los débiles se sienten vigorosos y, lo que resulta más difícil, hasta los muertos están vivos". Por el contrario, "si alguien quitara de la vida la amistad, sería como si apagara la luz del sol; el mundo, y con él nuestra vida entera, quedarían envueltos en tinieblas y en un hielo glacial".

No hay tesoro mayor que la amistad. Hagamos por vivirla. Con ello no solamente tendremos una vida feliz, sino que sentiremos el gozo de saber llevar la felicidad a otros corazones.

En un principio fue grande el consentimiento de los ciudadanos romanos unidos en un solo ideal; defender su ciudad contra los enemigos exteriores. En aquellas circunstancias Roma se mantuvo firme y asentó los cimientos de su futura grandeza. Después, se despertaron ambiciones políticas. Unos se encumbraron y otros fueron sometidos, y rota la igualdad ciudadana, se quebró la amistad común. Cuando se mantenía la amistad, se llegó a pensar en construir el templo de la Concordia del Senado y del pueblo romano.

La filosofía entró tarde y perezosamente en el pueblo romano, formado en esa época por agricultores, y cuando pudo oírse, estaba ya relajada. El vínculo de unión fue causa del enfriamiento del amor de los padres, de la piedad de los hijos, de la benevolencia de los superiores, y de la veneración respetuosa de los familiares.

El tratado De Amicitia de Cicerón es el fruto de su meditación ante los principios griegos y los ejemplos romanos, en un intento de calmar las iras, hacer deponer los enconos, evitar las venganzas crueles y hacer viable una convivencia pacífica del pueblo que tanta necesidad tenía de concordia y de paz.

Cicerón escribió este tratado durante la primavera y el verano del año 44 a. C. muy poco después de la muerte de Cesar y un año y medio antes de su propia muerte. Por la disposición y tratamiento de la materia, De Amicitia y De Senectute, pueden considerarse como obras complementarias.

Narra Cicerón que Quinto Mucio Escévola, el Augur, aunque muy anciano y débil de salud, apenas despuntaba el día, abría su puerta y esperaba a quien quisiera verle. Siempre era él, el primero en llegar a la Curia. Era un profundo conocedor del derecho romano y de la filosofía griega, y su casa era una especie de oficina del saber para las gentes que iban a consultarle.

Cicerón presenta la amistad, como el mayor don que nos ha dado el cielo, después de la sabiduría. Siendo la vida un mar tempestuoso, la amistad es el puerto tranquilo donde llegan las olas; si la vida es un valle de lágrimas, la amistad es el paño del consuelo; si la vida es una peregrinación, la amistad ofrece la compañía en el camino, el báculo del apoyo, la sombra y el refrigerio contra los ardores del sol, el viático de nuestras jornadas.

Si la vida es una flor, la amistad es el aroma; si es una grata corriente de agua, la amistad es el dulce murmullo. Si alguien quitara la amistad de la vida, apagaría la luz del sol y dejaría nuestro mundo envuelto en la oscuridad bajo un hielo glacial.

La amistad, es la unión de dos, o pocos más, formando un mismo querer, una idéntica aspiración, un modo de pensar y de sentir, un solo corazón, y una sola alma fundida en el crisol de la virtud.

En su concepto de la amistad, Cicerón destaca que solamente se da entre los buenos, radica en la virtud, entendida como honradez, y matiza que no se trata de una amistad vulgar, sino la propia de los sabios. Entre las ventajas de la amistad destaca su fuerza de unión; la discordia separa lo que une la amistad.

Cicerón destaca entre las cualidades de la amistad y su origen, al proceder de la naturaleza y del amor. No por la utilidad que pueda proporcionar.

La amistad se ve acechada por las pretensiones injustas de los amigos, y no puede mantenerse entre los que piensan contra la patria. El amigo ha de buscarse con gran meticulosidad y siempre es exigible la reciprocidad.

Narra Cicerón que cuando Quinto Mucio, el Augur, hablaba de su suegro, con fiel y segura memoria, siempre le llamaba el Sabio. Cuando tomó la toga viril fue confiado por su padre a Escévola, el Pontífice, para que mientras le fuese permitido, no se apartara ni un momento del anciano. De esta forma iba confiando a su memoria muchos y sabios debates y muchas sentencias breves y oportunas que dejaba caer al hablar, y aprendía el sentido de la vida. Y nunca dudó en afirmar que Escévola era el nuevo ciudadano romano; el más ilustre por su ingenio y su concepto de la justicia.

El Augur, se sentaba en su casa formando un hemiciclo, con un reducido número de sus oyentes habituales. En una de estas reuniones se habló sobre la amistad, tema que le pareció digno de ser conocido por todos; recordando que cuando escribió sobre la ancianidad, elogió la figura de Catón, el más anciano y el más sabio de todos; ahora, al hablar de la amistad, eligió a Lelio, como hombre eminente por la gloria de su amistad.

En tiempos pasados se consideraba Sabio a una persona por distintas causas: por ser perito en jurisprudencia civil; por el conocimiento práctico de muchas cosas, haber realizado diversas proposiciones llenas de prudencia en el Senado y en el Foro, sobre temas tratados con firmeza y agudeza. A otros, por su erudición, sus costumbres. Finalmente se calificaba de hombre sabio a aquel en el que toda la sabiduría se concentraban en su persona.

Documentalista:

Soledad Belmonte