Cultura

Indagando su destino

El poeta y profesor granadino Luis Muñoz.

El poeta y profesor granadino Luis Muñoz. / L.O.

Francisco Javier Díez de Revenga

Una perfecta simbiosis ente poesía y pintura constituye el último libro de Luis Muñoz (Granada, 1966), titulado Guadarrama y publicado en Madrid por Papeles Mínimos Ediciones, admirablemente ilustrado por la diseñadora gráfica y editorial Montse Lago, que realiza en el libro un auténtico despliegue de cromatismo y de evocaciones plásticas sustanciales que acompasan plenamente con los magníficos poemas coleccionados en la edición. Luis Muñoz es poeta de veterana trayectoria consagrada en sus libros anteriores, que ya recopiló en 1995 en su libro Limpiar pescado, aunque posteriormente otros poemarios han revelado la continuidad de su lírica: Querido silencio, de 2006, y Vecindad, de 2012.

Desde la Universidad de Iowa, en la que Luis Muñoz es profesor de Literatura Española, llega este libro que sintetiza en su título, Guadarrama, un proceso de ascensión hacia la cumbre que ya sugiere una primera cita del Arcipreste de Hita: «Fui a probar la sierra e fiz loca demanda», todo un programa de osadía para enfrentar la luz y la hermosura de una naturaleza agresiva que las pinturas de Montse Lago exaltan con su intensa potencia plástica muy expresiva: veinticinco poemas y veinticinco gouaches. De manera que en las efusiones poéticas textuales se desafían espacios poblados por una naturaleza potente y dinámica, ante la que el poeta se siente sorprendido por los imponentes árboles, por la luz de un paisaje que dejar entrever el día azul a través de unas lomas, mientras se suceden las horas y las luces, y el paso del tiempo se deja sentir en sucintas evocaciones. Un río, un camino, con su carga simbólica, el esplendor de un lago, enmarcan un complejo mundo de sensaciones que revelan la inmersión del poeta en la naturaleza: incluso en el fingido anuncio en forma de poema en prosa que insinúa una habitación serrana, con pozo, muros de piedra, frutales, lavanda, tomillo y orégano. Y al fondo, un valle diáfano y unos picos que anuncian sierra y ascensión.

Yerbas y nubes, el temblor de las flores, las sombras de los nogales no hacen sino revelar una pasión encendida por un entorno que ante todo es espacio de reflexión sobre existencia, tiempo y destino. Porque el poeta no deja de manifestarlo en sus evocaciones que se envuelven en interrogaciones ante los elementos de la naturaleza, agricultura e incluso ganadería, que se hacen presentes. Interpelaciones que reflejan inquietudes en las que se sustenta un lirismo de autenticidad garantizada. Hasta llegar a esa ilusión de permanencia que consagra un poema, sin duda antológico, porque el sol y las crestas moteadas de liquen reflejan eternidad, como lo hacen las rocas, los castaños, aunque menos las avispas y los juncos. El poeta está indagando destino, que es uno de los motivos más turbadores de este poemario, como lo son la propia vida y el tiempo. Todos los elementos de la naturaleza agreste evocados traslucen pasiones que conforman la lección de permanecía de este intenso poemario. Hayas, fresnos, robles y sauces exponen su hermosura ante la luz y el sol e incluso en la penumbra, aunque con sus majestuosos aspectos desatan en el poeta la nostalgia de las cosas no vividas.

El misterio de esta poesía última de Luis Muñoz es su propia melancolía ante un paisaje que anuncia emotivamente regreso e inmediata ausencia. La Sierra de Guadarrama se hace viva en esta conjunción de poesía y pintura, de manera que las evocaciones poemáticas y las explosiones plásticas reflejan búsquedas, indagaciones y regresos, mientras los símbolos eternos, un camino, un río, reflejan devenir y trascurrir de los momentos que se suceden y se fugan. Porque, al final, la tarde y la ausencia coronarán esta confluencia excepcional de plástica y lírica que Luis Muñoz y Montse Lago han conseguido tan maravillosamente.

Recuperamos en este libro tan sucinto al intenso poeta que Luis Muñoz lleva dentro. Y reconocemos al creador de una poesía en la que los elementos que la constituyen asombran por su sencillez, naturalidad, ligereza, pero al mismo tiempo hondura y profundidad intelectual. Si entendemos el libro como una colección de poemas autónomos, sin duda, será el conjunto, el contexto, el que permita finalmente la comprensión del mensaje completo. La cohesión del libro es evidente, por su parentesco de contenidos y de formas, aunque no es imposible aislar un poema y entenderlo fuera de su conjunto. Una poesía reflexiva, profundamente intimista, que se inquieta ante el mundo circundante, ante la vida y la naturaleza, ante el paso del tiempo, e, incluso, como no podía ser de otra forma, ante el acto creador, que el poeta va dejando sentir en los constantes ejercicios de autopoética que conforman los poemas de este poemario, cuya cohesión hay que ponderar.