Si ellos hablaran

El poder de los besos en nuestras mascotas

El poder de los besos en nuestras mascotas

El poder de los besos en nuestras mascotas

Raúl Mérida

En la historia universal de los inventos que han revolucionado el mundo, hay muchos muy importantes. El fuego, la rueda o la luz son algunos de ellos. Sin embargo, ninguno tan importante y poderoso como los besos.

No sabemos a ciencia cierta en qué momento apareció el primer beso. Sí sabemos que existen muchos y variados tipos. Los hay buenos y malos. Algunos malditos, como el que Judas protagonizó con su traición o como esos besos de engaño, apariencia o compromiso que, desgraciadamente, tanto se dan. También los hay de amor, amistad o cariño, alegres y tristes y muchos que se quedan en el aire sin que nadie los reciba.

De todos ellos, probablemente, los mejores son esos besos inocentes y sinceros, pequeños e inesperados, sin esquinas ni rincones, unas veces de amor y otras de amistad, que hacen mejor cualquier día.

Algunos cinéfilos dicen que fueron las películas las que marcaron un antes y un después en nuestra forma de besar. Puede ser porque, al fin y al cabo, no nacemos sabiendo besar. De hecho, los niños pequeños para hacerlo usan un sonoro «¡muacc!», aprendiendo a pronunciar su sonido antes que a darlos.

Para nuestros animales, los besos también existen. Los perros usan para ello sonoros lametazos. Los gatos también, aunque con la aspereza natural que tiene su lengua. Sin embargo, no solo así expresan naturalmente lo que sienten. En el caso de estos últimos, los ronroneos, los roces o incluso los maullidos al recibirnos, son también muestras intensas de afecto. Igual que en el perro lo son los movimientos oscilantes de su rabo o sus inquietos ladridos intentando llamar nuestra atención.

Lobos, leones, tigres, hipopótamos, primates, aves o elefantes, por poner solo algunos ejemplos, también muestran afecto entre ellos. Es posible que no sean besos como tal, pero sí rozan sus caras y se apoyan unos sobre los otros, relacionándose físicamente entre ellos.

En el caso de los primates, por ejemplo, el ‘grooming’ está considerado como una forma de acercamiento social propia mediante la desparasitación y el acicalamiento social. La misma tiene un alto componente afectivo entre el que lo hace y el que lo recibe. Lo sé por experiencia propia. Lo he vivido personalmente con pequeños primates que me han desparasitado, mostrándome así su amistad. Quizás no sean besos como tal, pero les aseguro que también son una fantástica forma de expresar afecto y amistad.