Opinión | Salud y Rock 'n' roll

Cartas

Hoy votamos a nuestros representantes en el Parlamento Europeo y me corre un escalofrío por la nuca al haber sido testigo -en diagonal, porque no le he prestado mucha atención- de la campaña electoral más sucia que recuerdo en mucho tiempo

Cartas

Cartas / Stock

Hola, me llamo Belén y enviaba cartas de 5 y 10 folios a mis amigas durante la adolescencia. También a los amores de verano, esos que no volvías a ver hasta Semana Santa o, con suerte, te inventabas un viaje a Madrid a finales de septiembre o principios de octubre y que tus padres dijeran: «Vete, porque no puedo con tu melancolía», y alargar ese enamoramiento de verano que con la llegada del invierno iría perdiendo intensidad.

Tenía un cofre grande lleno de esas cartas, pero ya no sé donde está, una pena, porque me sentaría horas a releer aquellos sentimientos adolescentes en los que todo cobraba una intensidad desbordante y parecía que el mundo se acababa por no ver en unos meses a tus amigas, o por pensar que aquel chico que tanto te gustaba pronto se olvidaría de ti. Siempre fui la eterna amiga, lo de los amores no correspondidos ha sido la tónica habitual en mi vida… Pero esa es otra historia.

Recuerdo haber escrito cartas en esas hojas perfumadas de colores de los 90 -con los sobres a juego- realmente horteras, pero en aquel momento recibir una de esas cartas era lo más. Menos mal que pronto pasé al folio de toda la vida y dejé las cursilerías. Recuerdo grabar cintas y hacer copias de fotos del verano que enviaba a las amigas de la pandilla. Recuerdo que en esas cintas estaban las canciones del verano y recuerdo aquel año en el que nos encantaba la banda sonora de La Princesa Prometida, o una canción que pronto escucharé en directo en el festival de Cartagena ‘Rock Imperium’, More Than Words, ese baladón de Extreme que hemos bailado en el Faro verde de Garrucha, o cantado en las barbacoas en el Playazo de Vera, suspirando mientras sonaba y estaba sentada al lado de ese chico especial que estaba deseando que me cogiera de la mano. ¡Qué nostalgia!

Quizás desde que mi madre se ha ido mi cabeza se va a los recuerdos de otras épocas, del tiempo que no volverá y que ha pasado tan jodidamente rápido. Pero no nos engañemos, si hoy estoy aquí hablando de cartas, es por la última que Pedro Sánchez le ha mandado a la ciudadanía y que tengo que confesarles que no he leído. Ya no puedo más con todo esto. No entiendo a ninguno de los políticos de nuestro país, siento un profundo desánimo y desesperanza, y porque tengo claro que hay que votar, pero dan ganas de mandarlos a la mierda y pedirles que dejen la política-espectáculo y esta deriva que llevan desde hace demasiado tiempo y se comporten. Hoy votamos a nuestros representantes en el Parlamento Europeo y me corre un escalofrío por la nuca al haber sido testigo -en diagonal, porque no le he prestado mucha atención- de la campaña electoral más sucia que recuerdo en mucho tiempo

La deriva de Feijóo centrándolo todo en el caso Begoña puede pasarle factura como quede en nada, aunque algunos se empeñen en lo contrario. Pedro nos ha recuperado el género epistolar, que ha traído a mi memoria recuerdos de otros tiempos, pero no ha captado mi interés en cuanto a su hoja de ruta para Europa. Y en el caso de la ultraderecha, pues, ojo, porque les ha salido un competidor que si entra en el Parlamento, como parece que así va a ser, perdemos todos. Generadores de bulos ultras, compadres del fascismo en Bruselas. A la que más fuerte he visto es a Irene Montero, mientras que a Sumar no sé qué le está pasando. Y lo peor: la vida se ha parado en Gaza, Israel sigue matando inocentes y la hipocresía de Occidente es obscena. 

Otra manera de hacer política es posible, pero parece tan improbable como imposible, así que me resigno desde el hastío, prefiero sumergirme en otros tiempos, en las cartas, en recuerdos, en la nostalgia. Y, a la vez, siento que pronto hay que dejar de mirar atrás, recuperar mis profundas ganas de vivir y sentir todo lo que está por venir. Y por qué no, quizás recupere aquella bonita costumbre de escribirle a los amigos y mandarles cartas, quizás.

Suscríbete para seguir leyendo