Opinión | Pintando al fresco

Votar conviene

El miércoles, en una tertulia de radio en la que participaba, uno de los periodistas presentes dijo delante de su micrófono que no va a votar en estas elecciones europeas, y que es la primera vez desde que estamos en democracia que va a faltar a este deber ciudadano. La persona a la que me refiero, un hombre maduro y con formación potente, explicó sus razones, refiriéndose fundamentalmente a la campaña que hemos sufrido en la que nadie parecía estar dispuesto a explicarnos qué propuestas llevan a Europa los candidatos de los distintos partidos que se presentan, quedando todo reducido a una continua guerra entre ellos, llena de insultos y de barbaridades, de acusaciones y desprecios sin tasa ni medida.

Las otras tres personas presentes en la tertulia tratamos de convencer a nuestro compañero para que ejerciese su derecho a votar. Las razones que le dimos fueron variadas, por ejemplo, que no debemos admitir que otros nos dibujen nuestra propia ruta, que nos la debemos dibujar nosotros. Tratamos de explicarle que por encima de estas depresivas ideas que nos han intentado colocar los líderes y sus adláteres, en aquel Parlamento Europeo se van a tratar muchas cuestiones que nos atañen a los de aquí, y me refiero a los de esta Región, incluso a los de Torre Pacheco, Calasparra o Jumilla, y que depende de quienes vayan a representarnos lo que allí se decida.

Y esto mismo es lo que me gustaría decirles a ustedes los que lean este artículo: no podemos faltar a nuestra cita con las urnas. Ya sé, ya sé que muchos han acabado completamente hartos de toda esta guerra entre los partidos mientras que los ciudadanos los mirábamos y escuchábamos preguntándonos dónde están sus propuestas. En lo que a mí mismo se refiere, hace cincuenta años que escribo o hablo en los medios de comunicación, o sea que he estado siempre cerca de la política para poder opinar sobre ella y sobre ellos, los que la llevan a cabo, y es cierto que no recuerdo una campaña tan embarrada y obtusa como esta, en la que se han perdido totalmente las formas, en la que no se han respetado costumbres no escritas pero mantenidas durante años, como la de dejar a los familiares fuera de la diatriba política, mientras que en esta ocasión ha sido precisamente atacar a la mujer de un político el motivo principal de los discursos de algunos partidos.

Tal es así que se llegan a agradecer los mensajes claros, porque, como decía mi padre, que en Gloria esté, ‘hijo mío, a los toros que hay verlos venir de frente’. Y hablando de toros, cuando vayamos a votar hay que tener claro que no lo hacemos por uno de los apartados del programa porque ese es el que nos va bien a nosotros. Cada uno de ellos, es un conjunto de ideas, una lista de planes que traen para nuestras vidas y el apartado 34 del segundo párrafo de la tercera página del programa no puede ser suficiente para que no veamos todo lo demás, que puede llegar a no respetar nuestras normas de convivencia.

En cualquier caso, dudo yo que esta campaña haya hecho cambiar el plan de voto a alguien. Sí estoy de acuerdo en que puede haber ocasionado, como le ha sucedido a mi compañero de tertulia, unas ganas tremendas de quedarse en casa y de no ir a votar. Pero, no olvidemos esto: ¿dónde se han dicho las mayores barbaridades? En los mítines. Y, ¿quién va a los mítines? Los militantes y los más que convencidos de que ese partido es el que van a votar. O sea que la mayor parte de toda la basura que han soltado unos y otros ha sido dirigida contra sus oponentes, pero más como refuerzo a los propios de cada partido, allí presentes, con la bandera en la mano, que al personal en general que ha mirado y escuchado todo lo que se decía, hasta que han dicho basta, le han dado al botón del mando y se han pasado a la cadena siguiente para ver un documental de animales de la pradera, mucho menos fiero que esta campaña electoral.

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