La Opinión de Murcia

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Angel montiel

La Feliz Gobernación

Ángel Montiel

AVE Murcia-Málaga, el correteador mediterráneo

Llegada de un tren AVE a la estación del Carmen de Murcia. Juan Carlos Caval

Si trazas una línea que una las distintas paradas en el trayecto del nuevo Ave entre Murcia y Málaga te sale la silueta de la Región. Murcia-Alicante-Albacete-Cuenca-Madrid-Ciudad Real-Córdoba-Málaga, así hasta once. Parece uno de esos pasatiempos que te invitan a descubrir figuras uniendo puntos en una superficie muda. Y parece también un chiste. 

Por todos los caminos se va a Roma, pero siempre que tiremos en esa dirección. Lo raro es ir en la ruta inversa a la que marca la brújula. Ya lo decía Rafael Alberti: «Se equivocó la paloma. / Se equivocaba. / Por ir al Norte, fue al Sur. / Creyó que el trigo era agua. / Se equivocaba». Se equivoca Óscar Puente si cree que para que un murciano vaya a Málaga es preciso que dé la vuelta ferroviaria a España.  

Hace años estuve en la zona de prensa de la plaza de toros durante un mitin de Eme Punto Rajoy en que prometió dos Ave para Murcia: uno por Alicante a Barcelona, y otro por Albacete a Madrid. Lo que tenemos al cabo son, en efecto, dos Ave, uno de ida y otro de vuelta, pero a Málaga, con parada en la seguramente bella ciudad de Puertollano. Para hacer bien el amor hay que ir al Sur, pero cuando llegas estás mareado de tanto rodeo, algo así como fané y descangallao. 

Óscar Puente, para dementir que su jefe, el puto amo, va a romper España, está empeñado en unirla por tren, pero dibujando extrañas rutas, casi como si se tratara de un mapa del tesoro que contuviera falsas pistas. Vas para Málaga y llegas a Malagón. 

Los murcianos queríamos un Ave para llegar pronto a los sitios y resulta que de aquí a Málaga se nos van siete horas. Tan cerca y tan lejos. Ya lo decía otro poeta, Machado: «Caminante, son tus huellas / el camino y nada más; / Caminante, no hay camino, / se hace camino al andar». Visto así, lo importante eres tú y tu experiencia, no la anécdota de por dónde transites, cuánto tardes en alcanzar la meta y a qué precio. Más preciso aún nos los ponía Kavafis: llegar a Ítaca es una vulgaridad, pues el verdadero placer consiste en disfrutar del viaje sin temor «a los lestrigones ni a los cíclopes ni al colérico Poseidón», o sea que aunque sepas que Málaga es tu destino «no apresures nunca el viaje». 

Cuanto más tardes en llegar a Málaga más disfrutarás de la lectura de los tuits del ministro Puente. Que este sí que es un poeta.

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