Opinión | Luces de la ciudad

Te quiero más que a nada

Dejando al margen la salud, porque sin ella nada más tendría sentido, el ser humano, de forma genérica, busca la felicidad, una felicidad propia, exclusiva, y para lograrla establece sus prioridades, sus ‘nada’

Esperando mi turno en la farmacia, una señora que estaba delante de mí abraza o, mejor dicho, estruja al niño que le acompaña y le dice: «Ayyy, te quiero más que a nada en el mundo», frase popular que habremos escuchado millones de veces para expresar el cariño sincero (en este caso sin duda) o no, hacia otra persona. Sin embargo, en esta ocasión, quizá afectado por los efluvios indetectables de la botica, mezcla de narcotizantes y estimulantes a la vez, me pregunto a qué mundo se referirá esta señora, ¿al nuestro?, ¿a ese cisne negro impredecible de guerras, genocidios, recesiones económicas, pandemias, racismo, de violencia de género y vicaria, de paro, de mentiras, de crispación, de dolor…? Vaya el optimismo por delante; pero sobre todo me planteo que, para saber cuánto se quiere a alguien más que a ese ‘nada’, antes habrá que saber quién o qué es ‘nada’ y cuánto lo queremos para ponerlo como ejemplo de algo que queremos mucho.

Me marcho de la farmacia con ese runrún en la cabeza que me acompaña todo el día: «¿Cuál es mi ‘nada’?». Más tarde, ya en casa, reflexiono sobre el tema. Es evidente que a quien quiero más que a nada en el mundo es a mi familia, a mis nietos, a mi hija y a mi mujer, pero sigo sin discernir cuál es mi ‘nada’.

«Te quiero má que a mis ojos / te quiero má que a mi vía, / má que al aire que respiro / y má que a la mare mía», cantaba Concha Piquer. Y es que es innegable que cada cual tenemos nuestra escala particular de valores sobre lo que realmente es importante para nosotros, con necesidades y perspectivas diferentes a las de los demás. Cuestiones, estas, que luchan por conseguir un lugar privilegiado en el podio de nuestras vidas. Sin embargo, solo las elegidas llegarán a ser nuestros ‘nada’; aunque aún, no me queda claro, si el ‘top one’ en las cosas del querer debe ser algo ya conseguido y que disfrutamos día a día, o algo que anhelamos con empeño, con independencia de que nos pueda beneficiar o no.

Dejando al margen la salud, porque sin ella nada más tendría sentido, el ser humano, de forma genérica, busca la felicidad, una felicidad propia, exclusiva, y para lograrla establece sus prioridades, sus ‘nada’. Para muchos será algo tangible, material: dinero, viajes, un buen trabajo, poder, seguridad…, otros buscarán su ‘nada’ en cuestiones más pasionales como el amor, la libertad, la dignidad, el respeto, la amistad…, y algunos, incluso, lo querrán todo, como escribió Julio Cortázar en Rayuela: «Quiero esto, quiero aquello, quiero el norte y el sur todo al mismo tiempo...».

Tras un par de horas de análisis y valoración de las cosas que realmente tienen importancia en mi vida, consigo encontrar el cofre del tesoro, y en su interior mi ‘nada’: el tiempo. Un ‘nada’ imprescindible para vivir una vida que merezca la pena, un ‘nada’ para aprovechar al máximo y disfrutar de cada oportunidad que regala, un ‘nada’ tan valioso que no tiene precio, un ‘nada’ que cuando se va, ya no vuelve.

Desaparece el runrún de mi cabeza. Me relajo y pienso que ahora sí, ahora ya puedo afirmar con certeza que «te quiero más que a mi tiempo», completamente convencido de que, tal vez, podría querer más, pero no mejor.

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