Opinión | Salud y rock ‘n’ roll

La importancia de los cuidados

Belén Unzurrunzaga, junto a su madre.

Belén Unzurrunzaga, junto a su madre. / La Opinión

Acomienzos de diciembre compré dos flores de Pascua. Una para mí y otra para la casa de mis padres. No les desvelo ningún secreto si les digo que la mía no llegó a terminar enero, pero la que hay en casa de mis padres está cada día más bonita, con flores nuevas y presidiendo la mesa del salón. Todos los días la miro y me da paz, la importancia de los cuidados.

Es el Día de la Madre del capitalismo; hay que comprar un detalle, reunirse en familia y decir te quiero a la madre que nos parió. Hoy estoy trabajando y no podré comérmela a besos como hago cada día, o sentarme a su lado y comentar la revista del saludo, o ayudarla a comer... Y no, no les diré el topicazo de que el Día de la Madre es todos los días, en algún momento la vida hace que tú solito lo descubras. La vida pasa demasiado rápido, la enfermedad llega sin avisar y la vida de cuándo éramos pequeños y no teníamos preocupaciones ni responsabilidades ya es historia.

Las generaciones de nuestros padres no sabían decirse lo mucho que se querían, no estaban conectados emocionalmente y quizás mi generación aunque tarde hemos aprendido a hacerlo. Cuando la vida te cambia, aprendes a verlo todo de otra forma, y aunque conlleve dolor y sufrimiento, hace que las recompensas y los momentos de disfrute sean muy especiales y gozosos.

Esto de estar aquí pasa demasiado rápido, hasta hace pocos meses en mi cabeza cumplía años todo el mundo menos yo, y cuando te das cuenta, menudo golpe de realidad tan cruel y despiadado nos da el tiempo. Ese que no vuelve, ese que nos enfrenta con la muerte, con la pérdida, con el miedo. El tiempo, ese que hace que me mire al espejo y vea las patas de gallo, las canas que van llegando, la ley de la gravedad como va jodiéndonos y dejando caer lo que antes estaba firme y en su sitio. Ampliar la letra del teléfono, y la del ordenador porque presbicia es tu nueva mejor amiga.

Elegí no ser madre y no lo seré biológicamente, pero muchas de nosotras que somos hijas, nos hemos convertido en madres de nuestras madres y padres. El tiempo también hace estas cosas, colocarnos en lugares para los que creemos que no estamos preparados y, poco a poco, vamos descubriendo todo lo que somos capaces de hacer por amor. Desde aquí quiero mandar un abrazo a todas las que hoy acompañamos. Hoy para los que cuidamos es un día más. Cada día es una aventura, cada día es un desafío, cada día vivimos de forma muy intensa sentir lo que es ser responsable y madre de nuestros seres más queridos.

Yo decidí quedarme cerca, cuidar, acompañar, y entender la importancia de los cuidados, que en muchos casos son más importantes que todos los tratamientos médicos del mundo. No es tan importante la pastilla de la hora de comer como verse guapas, o dar un paseo, o recordar anécdotas de su vida y sentirse queridas. Nadie nos enseña a ser madres biológicas ni de nuestros seres más queridos, pero sale sólo. La vida nos devuelve a lo que éramos al nacer: personas indefensas, a las que cuidar y atender, a pesar de haber sido personas llenas de fuerza y carácter que en otros tiempos arrasaban por dónde iban, como era el caso de mamá. Ahora me mira con ternura y fragilidad y nos necesita para todo, como yo la necesité a ella.

Hasta esta noche no estaré contigo, pero todos los que lean esta columna saben lo mucho que te quiero, lo feliz que es para mí acompañarte cada día, a pesar de los momentos difíciles y que el camino que recorremos juntas algún día tendrá un final. Pero mientras aquí estamos, cómo la flor de pascua de la mesa del salón, cuidándote cada día con amor.

Feliz Día de la Madre, mamá. Y feliz día a todas las que cuidáis y os habéis convertido en madres de vuestros seres queridos, mi más profundo abrazo y ánimo.

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