Opinión | El Prisma

¿Hace falta una ley de prensa en España? Es preferible el baladre

En cuanto se tocan las regulaciones de los medios saltan todas las alarmas. Regular la prensa, la mayoría de las veces significa censurar. O, si no, coartar. Nada deseable donde se supone que la libertad de expresión es uno de los pilares del sistema. En España, la ley de prensa de 1966 del franquista ‘liberal’ Fraga Iribarne fue derogada, aunque nadie le hiciera ya demasiado caso y solo algún osado nostálgico la invocara.

La gran mayoría de periodistas que vivieron en vivo y en directo el paso de la dictadura a la democracia estaba convencida de que «la mejor ley de prensa es la que no existe». Era entonces impensable la vuelta a la manipulación, la tergiversación, las verdades a medias –o sea, mentiras– y la propaganda en los medios. Estaba demasiado cerca la represión de la dictadura como para que a alguien se le ocurriera repetir sus prácticas.

Resulta que ahora la era de internet nos ha traído una repetición de la jugada en la que la manipulación, la tergiversación y las mentiras se llaman ‘fake news’, olvidando neciamente lo que siempre fueron ‘bulos’ cuando se trata de medios de comunicación. Vivimos, pues, en la ‘bulosfera’.

El fenómeno no es tan nuevo como parece. A finales del siglo pasado, un grupo de egregios periodistas etiquetados ‘sindicato del crimen’ se empeñaron en que la prensa que dirigían o controlaban no tenía mejor misión que acabar con el ‘reinado’ de Felipe González, iniciado en 1982. Entre ellos estaban los inefables Luis María Ansón, Federico Jiménez Losantos y Pedro José Ramírez, como miembros más destacados e influyentes al frente de ABC y Diario16. Otra jugada parecida se repitió tras la inesperada victoria de Rodríguez Zapatero en 2004 por las mentiras de Aznar (’Ánsar’ para su amigo americano), Acebes y compañía del 11-M.

El patrón, el mismo: Gobierno ilegítimo encabezado por un personaje deleznable se ha enseñoreado de la Moncloa, utiliza al Rey a conveniencia, lleva al país a la ruina... Cantinela que por tercera vez, ahora en la globosfera, se repite. No hay que ser un lince para ver que de nuevo es la derecha más o menos extrema la que miente, manipula y tergiversa. Naturalmente, para ella esas tres cosas son malhechos característicos de los gobernantes espurios –y de izquierdas, claro– encaramados al poder.

Ahora, como antes, se invoca la libertad de prensa, puesta en riesgo por esos gobernantes a los que hay que desalojar ‘como sea’ del poder porque lo ‘okupan’ ilegítimamente. La novedad que nos ofrece la tecnología es que cualquiera se monta un medio de chichinabo en internet, se acredita como periodista y se va a provocar e importunar a la rueda de prensa o foro público que se le antoja. Y difunde desde su plataforma cualquier estupidez que se le ocurre a sabiendas de que habrá débiles mentales que leerán su mentira como si la Biblia fuera.

Qué casualidad que sean esos mismos quienes invocan la libertad de expresión cuando algunos que van de sensatos reaccionan pidiendo una regulación de la actividad informativa para impedir los abusos, insultos, amenazas y violencias verbales cometidos con máscara de periodista. Como en su día hicieron y ahora siguen haciendo –aunque desbordados ampliamente por la derecha– aquellos Ansón, Losantos, Ramírez y la legión de adláteres y émulos que les ha brotado.

Nunca serán eliminados, por muchas leyes de prensa que haya. Porque ese poder mediático que es la bulosfera nunca puede existir sin sus simbióticos poderes económico y político, que lo financian, lo sustentan y lo necesitan para revertir, si es necesario, cualquier otro poder incómodo salido de las urnas. Además, está la ‘lawfaresfera’ para ayudar. Y la globosfera es terreno abonado para esos hongos venenosos. Ponerle puertas al campo, además de ineficaz, no impide que crezca la mala yerba. Es preferible el baladre: tiene flores.

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