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Colectivo de Mujeres por la Igualdad en la Cultura

Madres

El amor de madre tiene que ser incondicional y se concibe como una despersonalización. Una renuncia a sí misma. No se concibe así el amor de padre, al padre no se le pide que renuncie a ser él mismo

James Wheeler / Unsplash

James Wheeler / Unsplash

Es en el ejercicio de la maternidad donde las mujeres hemos sufrido de una manera notable las consecuencias de la discriminación de sexo. Se habla con solemnidad de amor de madre. Pero ¿qué se exige a una mujer para ser una buena madre? Se le exige entrega, dedicación, obsequio de tiempo, esfuerzo. 

El amor de madre tiene que ser incondicional. El amor de madre se concibe como una despersonalización. Una renuncia a sí misma. No se concibe así el amor de padre, al padre no se le pide que renuncie a ser él mismo. A la madre se le pide que establezca una relación con los hijos de dependencia. Sin embargo, el padre establece su relación amorosa desde la autoridad. Durante siglos, la maternidad ha sido un destino que no nos ha aportado a las mujeres derechos, aunque sí prestigio social. Este prestigio estaba ligado a ser o no ser madres. 

En nuestra sociedad, hasta hace muy poco, no tener o no querer tener hijos te convertía en sospechosa. Hoy día, las mujeres quieren tener hijos, pero también quieren hacer más cosas y quieren tener una independencia económica. Por esta razón muchas retrasan su maternidad hasta tener asegurada su autonomía personal. Esta situación está obligando a muchas mujeres a acudir a la reproducción asistida, con la carga de sufrimiento que conlleva. Eso les pasa «por haberse dedicado a sí mismas», sentencian algunos. Grave error para prepararse para ser una buena madre. Lo importante son los otros.

En nuestra cultura, el modelo imperante era la Virgen María. La frase más conocida de ella es: «Hágase en mí según tu palabra». Es una mujer obediente que no tiene voluntad propia, que todo lo hace por amor. Esta concepción de la maternidad ha exigido a las mujeres durante siglos renunciar a tener un proyecto personal. Si trabajaban también fuera del hogar era para ayudar a la familia. La renuncia de muchas mujeres a su trabajo, y a una carrera profesional, para dedicarse a las tareas de reproducción -término más exacto para designar cual ha sido su papel en la familia- ha conducido a muchas mujeres a la precariedad y la pobreza en su vejez. Se encuentran al final de su vida sin una pensión propia porque no han cotizado. Dependen de la pensión del marido o de la de viudedad. Han pasado de madres abnegadas a viejas pobres. Con frecuencia han cuidado no solo a su prole, sino también a las personas enfermas y ancianas de la familia, lo que las ha conducido a la invisibilidad y, con frecuencia, a la soledad. Esta situación es el resultado de la falta de reconocimiento social, económico, psíquico y fisiológico del ejercicio de la maternidad y de los cuidados en general. Hoy, cuando se reduce el Estado de bienestar, se intenta de nuevo hacer una llamada a las emociones para que sean las mujeres las que asuman las tareas de reproducción, unas responsabilidades que son de toda la sociedad.

Los permisos de maternidad y paternidad han mejorado las condiciones de crianza, sobre todo en los primeros meses, pero el apoyo y la responsabilidad del Estado tienen que seguir aumentando. Sigue habiendo todavía notables diferencias en el uso de los permisos de paternidad según el nivel educativo y el tipo de trabajo. Que el padre tome las semanas restantes al periodo obligatorio cuando la madre termina su permiso favorece la corresponsabilidad, estas son algunas de las conclusiones de un estudio realizado por la UNED («El diseño del sistema de permisos parentales impacta en su uso según el género: Introducción del permiso de paternidad en España», abril 2023.) 

Las madres en solitario han crecido más de un 30% en un lustro en nuestra Comunidad Autónoma, según datos de este periódico (7-4-2024). Nuestra región cuenta con una Ley de Familias Monoparentales que esperamos que mejoren las condiciones de vida de estas familias. Las instituciones tienen que seguir apoyando la reproducción, no solo la producción

A las madres se las ha presentado como personajes accesorios en función de sus hijos e hijas. Ellas también necesitan ser cuidadas. Los cuidados tienen que ser recíprocos. Se exige a las madres que siempre estén disponibles, que oculten sus deseos, sus problemas. Y es también muy importante que las jóvenes no renuncien a sus propias metas ante el temor de no ser aceptadas si no siguen el mandato de una maternidad tradicional. 

No es un ramo de flores lo que necesitan las madres, sino un reconocimiento de su subjetividad. Recuérdenlo al celebrar, un año más, el Día de la Madre.

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