Opinión | Cartagena D.F.

Fortalezas y debilidades

La jornada de la Ruta de las Fortalezas es festiva y engrandece el nombre de la ciudad, porque lo lleva por toda España y porque servimos de ejemplo para la organización de eventos tan masivos y, por tanto, complicado

Entrega de los dorsales de la Ruta de las Fortalezas.

Entrega de los dorsales de la Ruta de las Fortalezas. / Iván Urquízar / LMU

La Ruta de las Fortalezas alcanza este sábado su decimotercera edición. Trece años no parecen muchos, pero esta carrera es uno de esos eventos que parece que llevan celebrándose en nuestra ciudad toda la vida. Sin duda, la implicación y dedicación de la Armada y, muy especialmente, de la Escuela de Infantería de Marina, han logrado su consolidación, además de algo mucho más importante y difícil de conseguir, un arraigo que lleva a todos los cartageneros a sentirse más que orgullosos y a presumir de la que es para muchos la mejor prueba de estas características que se desarrolla en nuestro país.

Más de cinco mil corredores (no son más porque se cierra el cupo por seguridad) toman las calles y los montes de Cartagena en un sábado primaveral y recorren nuestros castillos y fortalezas. La jornada es festiva y engrandece el nombre de la ciudad, porque lo lleva por toda España y porque servimos de ejemplo para la organización de eventos tan masivos y, por tanto, complicados. Cabe señalar que colaboran más de mil voluntarios, uno por cada cinco participantes.

Los corredores disfrutan de su paso por una Cartagena recuperada, con múltiples monumentos y edificios históricos rehabilitados, y pueden admirar bellos paisajes de la costa mediterránea cartagenera.

Sin embargo, los deportistas también podrán comprobar que el estado en que se encuentran la práctica totalidad de las fortalezas que le dan nombre a la ruta es ruinoso. La prueba recorre los castillos la Atalaya, la Concepción, Despeñaperros, Galeras, de los Moros y San Julián. También las murallas de Carlos III y la muralla del Deán o Carlos I. Y las baterías de San Fulgencio, General Ordoñez, Comandante Royo, Fajardo, San Isidoro y Santa Florentina, Fuerte de Navidad, Podaderas, Santa Ana, Sierra Gorda, San Leandro y Trincabotijas. De este inmenso patrimonio histórico-militar, solo el Fuerte de Navidad y el castillo de la Concepción están rehabilitados, mientras que Despeñaperros y las baterías de la Cortina se encuentran en proceso de recuperación. Las demás da pena verlas. Y no es solo una frase hecha, porque, literalmente, se están cayendo a trozos sin que seamos capaces de restaurarlas y darles un uso cultural, turístico o de cualquier otro tipo, siempre que se evite que, dentro de unos años, estas fortificaciones queden únicamente reflejadas en los libros de historia.

No hemos incluido en la lista dos de las baterías más admiradas y visitadas, porque están a demasiada distancia del núcleo urbano como para incluirlas en el itinerario de la carrera. Hablo de Cenizas y Castillitos. Precisamente, a esta última se ha referido esta misma semana la Asociación de Amigos de las Fortalezas y Castillos de Cartagena (Aforca) para denunciar su «lamentable estado», tanto de las propias edificaciones, como de la carretera de acceso y de la zona de aparcamiento. Recuerda este colectivo que la belleza de este lugar lo llevó a ser semifinalista en el concurso de la Guía Repsol para elegir el Mejor Rincón de España en el año 2013. Visitar este paraje se ha convertido en un riesgo, cuando no es una misión imposible, dada la gran cantidad de vehículos que concurren los fines de semana, sin que el acceso ni el aparcamiento estén habilitados para acoger este volumen de movimiento. La Comunidad anunció a bombo y platillo en la Navidad de 2018 que se transformaría esta zona en un complejo de ecoturismo, con inversiones importantes para su adecuación, con zonas de alojamiento colectivo e individual y espacios para la hostelería. Pero debe ser que la iniciativa se diluyó con la pandemia, porque nada se ha vuelto a saber de ella en estos más de cinco años.

El caso es que la Ruta de las Fortalezas muestra cada año nuestras debilidades para recuperar un patrimonio cuyo potencial es indudable y confiemos en que, aunque sea poco a poco, estas fortificaciones y castillos no acaben siendo como los de naipes, que se vengan abajo con un soplido.

No quisiera terminar con este tono pesimista, porque esta competición de gran repercusión nacional, y hasta internacional, también muestra la fortaleza de Cartagena para albergar grandes eventos, que atraen a miles de personas, como el ya tradicional y archiconocido Festival La Mar de Músicas o el más reciente, pero igualmente exitoso en apenas dos ediciones, Rock Imperium. Además, cabe destacar que hemos sido sede en los últimos tiempos de otras citas deportivas de gran relevancia, como la celebración de la Copa de España de Fútbol Sala en nuestro flamante Palacio de Deportes, donde, sin ir más lejos, el Odilo FC Cartagena CB disputa esta noche el primer asalto de la final por el ascenso a la liga LEB Oro de baloncesto, contra el Enamora Zamora. Ojalá nuestros jugadores canten victoria y que nosotros podamos hacer lo mismo dentro de unas cuantas ediciones de la Ruta de las Fortalezas, porque hayamos recuperado buena parte de nuestras joyas de la costa y vuelvan a servir para lo mismo que se construyeron, la defensa de Cartagena, dicho sea metafóricamente y en el más pacífico de los sentidos.

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