Opinión | Mamá está que se sale

Las carrozas del bando

En una de las carrozas del desfile del Bando de la Huerta descubrí una habilidad especial para localizar a alguien entre el público, preferentemente pacífico, y lanzarle algo que aterrice directamente en su mano

Una de las carrozas del desfile del Bando de la Huerta.

Una de las carrozas del desfile del Bando de la Huerta. / Juan Carlos Caval

Desde hace un tiempo vengo pensando que hay dos tipos de Bando: el tradicional Bando de a pie y el Bando con una peña.

Nosotros empezamos con la misa huertana. Bien temprano, porque Cristina llevaba el banderín de la peña, y estaría bueno llegar tarde. Gracias a eso, pude ver a la Fuensanta llegar a la Catedral en procesión, y ver cómo en la plaza de la Cruz se vuelve para mirar a los murcianos una última vez antes de meterse a su sitio. Las peñas alzan sus banderines, suena el himno en su honor y se ve a la Fuensanta bajo un manto de pétalos que caen de todos lados. Aunque estábamos apiñadísimos, había un ambiente de alegría desbordante. Luego ábrete paso por la trapería y por Alfonso X, ya sabes que toda Murcia está en la calle, y, después de comer, te unes al desfile.

Tienes que vivir la experiencia de ver el Bando desde una carroza, repartiendo productos típicos de la huerta. Eso sí, una vez arriba hay que tomar posiciones, eso no es tan grande, y al subir, todo son cajas llenas con lo que hay que repartir: aceitunas, orégano, gusanitos, piruletas, golosinas… Todo eso por mi lado. A mitad del desfile, cuando volaban las cajas vacías, había frutos secos, limones, cerveza… ‘de tó’.

Yo me puse cerca de mi hijo Antonio, los dos por estribor, de Cristina me fiaba y la dejé al otro lado. Me hice cargo también de Daniela, una niña supergraciosa que me echaba 28 años, como quien piensa que eso es ya la edad superadulta. Lo pasé de miedo con ella y sus ocurrencias repartiendo cosas a los murcianos.

Las carrozas empiezan el recorrido en el Infante, pero el desfile oficial no empieza hasta más adelante. Eso no impide que ya haya gente desde el principio pidiendo algo. Unos se conforman con eso, con algo. Otros posan su mano en la baranda y te acompañan hasta que consiguen un botín.

Una vez pasado el río, ya hemos calentado motores, y, desde la carroza, nos hemos convertido en lanzaderas humanas de todo lo que hay en nuestra caja. Yo he descubierto una habilidad especial para localizar a alguien entre el público, preferentemente pacífico, y lanzarle algo que aterrice directamente en su mano. Practícalo, es supersatisfactorio apuntar y acertar. Igual que la masa humana que acompaña las carrozas, participando del jolgorio del desfile. Todo lo que das se celebra, y es divertidísimo.

Es verdad que algunos parecían de Guerra Mundial Z, en plan el ataque de los zombies. No me extraña que los sardineros tengan que escoltar las carrozas con hachoneros. 

Solo espero no ser yo este entierro una de las zombies que arañen la carroza pidiendo un regalo sardinero.

Suscríbete para seguir leyendo