Opinión | Limón&Vinagre

Amelia Bono: En un lugar de La Mancha 2.0

La primogénita del socialistas José Bono y expareja de un hijo de Raphael se consolida en el mundo de los 'influencers'. Licenciada en Magisterio Infantil, ha decidido llevar la enseñanza por caminos bien distintos al de la tiza y la pizarra

La ‘influencer’ Amelia Bono en su dormitorio.

La ‘influencer’ Amelia Bono en su dormitorio. / @ameliabono

Hay profesiones que son como un mantra y palabras polisémicas de las que se echa mano cuando no se encuentra el término adecuado. Ni siquiera empleamos bien 'mantra', en realidad un término del budismo que alude al pensamiento, a palabras sagradas que se utilizan para invocar a la divinidad. En ese mal uso del concepto, la polisemia ha incorporado 'influencer' para definir a todo aquel y aquella que, sin un oficio definido, ha acabado en Instagram y TikTok para anunciar moda, líneas de belleza, recetas de cocina o un viaje a Salamanca. 

Ser influencer, o tiktoker, o youtuber representa el mantra moderno. Nada tiene que ver con el budismo, pero es palabra sagrada, el refugio glamuroso de famosos venidos a menos, de personas anónimas que tratan de ser famosas, de los hijos de los famosos o de los directamente famosos que han encontrado en la parte idílica de las redes sociales la tabla de salvación para mantenerse en el machito, pagar las facturas o, en el mejor de los casos, vivir a cuerpo de rey y de reina. Ojo, frente a lo que pueda parecer, trabajan duro. No debe de resultar sencillo aparentar ser feliz las 24 horas del día.

Una de las últimas y exitosas incorporaciones a este mundo idealizado es Amelia Bono, 43 años, empresaria, hija del expresidente manchego e histórico del Partido Socialista José Bono y expareja de otro hijo de ilustre, Manuel Martos (45), el menor de la prole de Raphael y Natalia Figueroa. Digan lo que digan, han puesto fin a 15 años de matrimonio (parece que ahora sí, la primera ruptura se produjo en 2021, ya saben, «cese temporal de la convivencia» -otro mantra-), comparten cuatro hijos y la prensa especializada se ha hecho eco de su «fabulosa relación». Qué sabe nadie.

Amelia Bono anda lejos de codearse con Marta Díaz, María Pombo, Georgina Rodríguez, Ibai Llanos, Laura Escanes o Ester Expósito, diosas y dioses de este Olimpo de instagrammers y de streamers. Sin embargo, sus pinitos como influyente con punto azul de verificación ya le han granjeado más de medio millón de seguidores en Instagram, convertido antes, durante y después del confinamiento en pantalla principal del teletrabajo de las socialités. «Creo que estos son mis vaqueros favoritos» (de Zara), «Pues hoy cenita con amigas» (jersey de Uterque), «Jueves por Madrid» (anillo de Bonai), «Preparados, listos, allá vamossssss» (y aquí aprovecha para citar a un operador turístico de viajes de invierno), «Empezando la semana con buen pie!!?? Feliz Lunes, os mando miles de besossssss», todo en ese lenguaje del que abominan los puristas de la gramática, los periodistas, los escritores y los profesores de educación infantil.

Precisamente, la hija de Bono estudió Magisterio Infantil, aunque cuentan las crónicas que nunca ha ejercido, que ella es creadora de contenido, pero que su principal fuente de ingresos no es esto último, sino los negocios que gestiona junto a su madre, básicamente las tiendas de Tous que ambas regentan en Madrid y Castilla-La Mancha. Ni una ni otra son noticia en la prensa económica. Tampoco en la política. Se define de izquierdas, pero «eso no quita que tenga muchos amigos de derechas». Adora a su padre y a su madre, a quienes, pese a estar separados, trata de juntar en comidas familiares que acaban en Instagram como ejemplo de buena convivencia. «Ayer, día con el abuelo Pepe y la abu».

Nació en Madrid, pero su infancia y juventud han estado ligadas inevitablemente a Castilla-La Mancha, donde su padre fue presidente autonómico de 1983 a 2004. Los ortodoxos de la política y de la izquierda woke -para ser influencer no es preceptivo promocionar solo cosméticos, a veces basta con defender una idea y dar la matraca en Twitter- no acaban de entender cómo la hija de un histórico del socialismo en España acabó casada con un hijo de Raphael y anunciando marcas de ropa. Y sin embargo, Amelia Bono, que no hace política en sus redes más allá de tomar a su padre como ejemplo, ha roto ese tabú que acotaba a Twitter el campo de operaciones de los influencers de izquierdas. Se puede ser progresista y anunciar bisutería.

De haber vivido en el siglo XXI, Lope de Vega sería tuitero, Quevedo y Góngora habrían dado lo mejor de su enemistad a través de las redes sociales y Cervantes habría convertido a Dulcinea en una Amelia Bono probándose un mono vaquero de Zara ante miles de seguidores. La novela más grande jamás escrita podría haber tenido un inicio bien diferente: «En un lugar de Instagram…».

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