Opinión | Retratos

Juan Ballester

Mírame y sigue danzando

Andrea Carrión.

Andrea Carrión.

No hace muchos días recibí un wasap de mi amiga Paz Martínez en el que me hablaba de Andrea Carrión, una chica murciana que baila muy bien y a la que debería ver actuar, aconsejándomela, al mismo tiempo, para la serie de retratos que vengo realizando desde hace algún tiempo. Por supuesto que no tenía ni idea de quién era, porque uno, aunque se considere diletante, reconoce no serlo en extremo y mucho menos si se trata de manifestaciones artísticas juveniles. Después, cuando decidí buscarla en Facebook para informarme sobre ella, lo primero que me aparecieron fueron unas publicaciones en las que se citaba la inauguración del espectáculo Wanting en el Teatro Circo de Murcia. Claro, nada más ver el tipo de fotografías y vídeos que acompañaban la noticia, pensé: «Ufff, creo que esto no es para mí», pero seguí buscando información en Instagram, a pesar de que aquellas puestas en escena que veía me parecían más de lo mismo, es decir, otra nueva manifestación de esa especie de informalismo académico que tanto vacío va dejando a su paso. Pero, de repente y cuando ya mi juicio comenzaba a hermanarse con mi prejuicio, me encontré con un vídeo que se había grabado ella misma en un vestíbulo de una escalera de pisos y en el que baila la canción Agua y Mezcal del cantautor Guitarricadelafuente.

Al verlo detenidamente, noté que algo me atrapaba, que me quedaba como absorto viendo bailar a aquella chica musculosa, con el pelo rapado, vestimenta unisex y haciendo movimientos espasmódicos y robotizados. Nada más terminar, sentí necesidad de verlo otra vez y otra. No era posible, me estaba gustando y emocionando todo lo que veía, pero, lo más increíble es que todas esas cosas relacionadas con el lenguaje, es decir, con lo externo, comenzaban a ser trascendidas; todo aquello que me había condicionado negativamente al principio, iba desapareciendo como el humo con el aire. Por encima -o quizá por debajo- del lenguaje aparecía el sentimiento del baile, ese hilo tan sutil y tan milagroso que cualquier hecho creativo necesita para producirse más allá del propio espectáculo. Creo que Andrea en ese vídeo, seguramente grabado en la más absoluta intimidad, solo buscaba sacar de su interior ese fuego del destino que la abrasa.

Ay, qué malos son los prejuicios y cuánta ceguera nos provocan. Es verdad que en todos nosotros existe una tendencia natural a refugiarnos en el pasado con la placidez de unas experiencias vividas y, sobre todo, con la comodidad de un lenguaje propio, pero estoy seguro de que Andrea ha llegado para decirnos: «Mírame y sigue danzando».

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