Opinión | +MUJERES

Colectivo de Mujeres por la Igualdad en la Cultura

¡Que viva la lucha de las mujeres!

Mucho más desconocida, incluso para las murcianas, es la lucha de las hilanderas, trabajadoras de las fábricas de seda de la ciudad de Murcia, que protagonizaron la lucha reivindicando sus derechos en las mismas fechas que sus compañeras estadounidenses

Hilanderas de seda.

Hilanderas de seda. / +Mujeres / Universidad de Murcia

¡Que viva la lucha de las mujeres! Esta es quizá, y lógicamente, la consigna que más se grita en las calles de toda España durante las manifestaciones del 8-M, pues este día celebra los enormes esfuerzos que han hecho las mujeres de todo el mundo para construir un futuro más igualitario

Todas nosotras: «Descendemos de una genealogía de mujeres trabajadoras, luchadoras e incansables defensoras que en su tiempo no se conformaban con las condiciones de vida asignadas a las mujeres y que creyeron firmemente en la libertad y la igualdad» (Manifiesto de la Asamblea Feminista de la Región de Murcia).

Fue en el marco de la Revolución Industrial cuando esta lucha se centró en los derechos laborales, y las mujeres abandonaron sus puestos de trabajo y salieron a la calle para reclamar mejores condiciones en las fábricas. Todos los estudios ven el origen de este día internacional en los acontecimientos que sucedieron en la segunda mitad del siglo XIX.

Dicen las fuentes hemerográficas que un 8 de marzo de 1857 las trabajadoras de la compañía textil Lower East Side, de Nueva York, protagonizaron una marcha, a la que se sumaron otras 40.000 costureras, para protestar por las condiciones inhumanas de trabajo, sueldos muy inferiores a sus compañeros varones y jornadas de más de 12 horas. También en marzo, diez años más tarde, las planchadoras de la ciudad de Troy, en Nueva York, iniciaron una huelga que duraría tres meses, tras los cuales volverían a sus puestos sin haber conseguido ninguna de las mejoras. A estas primeras protestas habría que añadir muchas más, en Estados Unidos y en Europa. Pero, desgraciadamente, la más conocida tuvo lugar en 1911, también en marzo. Hablamos del incendio en la fábrica Triangle Shirtwaist, que causó la muerte de 146 trabajadoras. Un año antes, estas mismas trabajadoras habían organizado una huelga, sin éxito, para pedir mejores condiciones laborales. Era una fábrica clandestina, donde mujeres, en su mayoría inmigrantes, trabajaban como esclavas y a puerta cerrada. Esta tragedia marcó la conmemoración del Día Internacional de la Mujer.

Mucho más desconocida, incluso para las murcianas, es la lucha de las hilanderas, trabajadoras de las fábricas de seda de la ciudad de Murcia. Estas mujeres protagonizaron la lucha reivindicando sus derechos en las mismas fechas que sus compañeras estadounidenses. Conocemos su historia gracias al trabajo de la historiadora María Luján, publicado en laRevista de Folklore de la Fundación Joaquín Díaz.

El trabajo de la seda (incubación de las semillas, la crianza del gusano, la extracción de la hijuela…) se llevaba a cabo en pequeños talleres familiares hasta que se crearon las fábricas, concretamente en las Puertas de Castilla. La Fábrica de San Diego, la Grande, filial de las de Lyon, empezó su producción en 1868, se sabe que en 1900 tenía unas 500 trabajadoras; la Fábrica de San Isidro, la Pequeña, se implantó en 1870, dando trabajo a unas 300 mujeres en 1925.

Con la apertura de las fábricas, la seda murciana se convierte en un motor de la economía de la Región y las mujeres toman conciencia de sus derechos y los reclaman.

Son mujeres solteras, de entre 14 (a veces menos) y 22 años, las que llevaron a cabo muchas huelgas y marchas desde 1890 hasta 1916, pidiendo mejoras de las condiciones, mejores sueldos, reducción de la jornada y ampliación de los descansos. Las mujeres de la huerta o de los barrios anexos, mano de obra barata y ‘sumisa’, tenían que trasladarse andando y entrar a la fábrica sobre las 5:30 de la mañana y salir a las 18:45 de la tarde, con un descanso de 20 minutos para almorzar y otro de 45 minutos para comer. Durante su jornada respiraban el vapor que salía de las ollas de agua hirviendo, donde metían las manos para manipular el producto. A los salarios mezquinos había que restarle las multas por hablar o distraerse, y añadirle algún que otro bofetón o días de arresto.

El 3 de julio de 1890, las hilanderas de las Puertas de Castilla tienen que volver a sus casas, perdiendo medio día de jornal, porque se les niega la vuelta al trabajo por haber dedicado a la comida más tiempo del permitido. Al día siguiente comienzan una huelga que termina con la ampliación de los descansos. Diez años más tarde, tras una protesta ante el Gobernador Civil, consiguieron la rebaja de media hora de trabajo; entrarían a las 6:00 de la mañana.

Pero la jornada de protesta más significativa llegaría en septiembre de 1911, cuando las hilanderas de la Fábrica Grande salen a la calle a pedir la jornada de 11 horas y media por un salario de 2 reales. Tras pedir el apoyo de sus compañeras de la Fábrica Pequeña, se dirigen a las fábricas del metal, a la de muebles, a las fábricas del Paseo Corvera, a los comercios del centro de la capital. Unas 2.000 personas recorren las calles de Murcia y a las 5 de la tarde prácticamente toda la ciudad está paralizada. Fue una manifestación pacífica, excepto por la chiquillada que se dedicó a apedrear farolas, entre otras cosas.

Las hilanderas se organizaron no solo para salir a la calle o acudir a las oficinas de la prensa, sino también para reclamar sus derechos ante los capataces, los dueños de la fábrica y la Junta de Reformas Sociales.

La prensa de la época, sobre todo El Liberal, se hace eco de las huelgas. El dueño de la Grande hace público un escrito en el que desmiente la información publicada sobre las condiciones laborales, y las obreras contestan haciendo un llamamiento de nuevo a la Junta para que se informe y estudie sus peticiones: «Ya que nosotras sufrimos la explotación, a nuestros hijos les haremos comprender que el trabajo honra, pero que la esclavitud humilla».

Lo único que consiguieron: una jornada de 11 horas y media y un día festivo para acompañar a la Virgen de la Fuensanta.

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