Lo veo así

Entre vaivenes y bandazos

No parecen ser «buenos tiempos para la lírica», o lo que es igual, son tiempos ciertamente extraños para la política

Alberto Núñez Feijóo

Alberto Núñez Feijóo / Alberto Ortega / Europa Press

Pity Alarcón

Pity Alarcón

Tener la buena costumbre de leer todas las noticias del mundo mundial tiene muchas ventajas, pero, a veces, se corre el riesgo de que determinadas informaciones, ciertas entrevistas, te descoloquen el día: porque no las entiendes, porque no casan con lo que tú has oído y leído del personaje; una y otra y otra vez. Porque piensas que en la vida; también en la política, el ser humano debería de tener un poco de más de pudor, de memoria, para recordar lo que dijo un tiempo atrás. Más que nada, para no quedar como un ser de poco fiar, con poca ‘sustancia’, que dirían en mi pueblo.

Algo así como lo que está ocurriendo con el presidente del PP, en el ámbito nacional, Núñez Feijóo. Un político que llegó a Madrid en ‘honor de multitud’ entre los suyos y no solo entre los suyos, ya que su figura como político aparecía inmaculada. Un hombre que aparentaba un cierto gusto por la centralidad (las elecciones en España se ganan desde ahí, y quizás por ello todos moderan su discurso cuando hay campaña electoral), que había sido presidente del PP de Galicia durante 16 años y que consiguió ser aclamado como presidente del Partido Popular, en el ámbito nacional, en el XX Congreso de su partido celebrado en abril de 2022, siendo capaz de llenar de esperanza a los afiliados de su partido, y a una cierta parte de la sociedad que veían en él un político solvente.

Y sus primeras declaraciones, sus primeros discursos, fueron esperanzadores. Hasta que un buen día, en un acto de la campaña electoral celebrado en la capital de España, habló del Gobierno de la Comunidad de Madrid como un «Gobierno fuerte» y «de una pieza», poniéndolo como «un buen ejemplo de lo que queremos hacer y lograr en nuestro país», para terminar diciendo que «ese Gobierno fuerte que tiene Madrid es el que necesita España». Y fue ese el primer día en que se ‘columpió’, porque celebradas las elecciones, quedó patente que no fue el discurso adecuado para la ocasión, porque ahí, en esa ciudad donde «puedes vivir sin encontrarte con tu ex», a Feijóo lo votaron 57.045 ciudadanos menos de los que Ayuso cosechó el 28M. Así es que, que no se descuide, porque allí, la distancia entre el líder nacional y la presidenta de la Comunidad se eleva por encima de los 155.000 votos, teniendo en cuenta el voto a los populares en toda la Comunidad Autónoma de Madrid. Pero quizás no fueron solamente estas declaraciones, quizás fue su conversión de ‘centrista’ a profundo conservador, y al contrario, dependiendo del lugar y momento en que tenga que hablar.

Como ahora, que en plena compaña electoral gallega ha aparecido en una entrevista, publicada en varios diarios de Prensa Ibérica, diciendo cosas como que «en el hipotético caso de que en el futuro se viera obligado a dialogar con Junts como posible socio de gobierno», «dentro de la Constitución no nos cerramos a hablar y es nuestra obligación intentarlo» (esto de «dentro de la Constitución» me suena mucho).

Y lo dice después de que en variadas ocasiones se haya explayado diciendo cosas como que Carles Puigdemont es un huido de la justicia; que lo es. Un golpista; que lo es, y no sé cuantas lindezas más; que lo es. Pero lo que son las cosas, ahora, en plena campaña electoral, unas elecciones que el PP está convirtiendo en un plebiscito nacional (hablar, por ejemplo, de la sanidad en Galicia no es de buen gusto), nos aparece con estas cosas.

No parecen ser «buenos tiempos para la lírica», o lo que es igual, son tiempos ciertamente extraños para la política. El Gobierno de España parece depender de los vaivenes; que pueden ser muchos, de un señor que vive como un rey (de los de antes), en Waterloo y del que, visto lo visto, es difícil fiarse, y la oposición da tantos bandazos como ese señor que vive en Bélgica, llamado Puigdemont.

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