Luces de la ciudad

Todo por la pasta

Muchos aseguran que en la vida existen principios y valores que están por encima de el dinero, pero la realidad es que todos lo perseguimos con interés, eso sí, unos con más ahínco que otros

Ibrahim Boran / Unsplash

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Ernesto Pérez Cortijos

Ernesto Pérez Cortijos

Es evidente que no descubro la pólvora si afirmo que, desde las primeras monedas acuñadas, allá por el siglo VI a.C., o incluso antes, cuando aún se utilizaban como moneda de cambio la sal o determinadas conchas de moluscos; hasta nuestros días, el dinero ha ostentado el poder absoluto en la sociedad. Muchos aseguran que en la vida existen principios y valores que están por encima de él, pero la realidad es que todos lo perseguimos con interés, eso sí, unos con más ahínco que otros. «Madre, yo al oro me humillo / él es mi amante y mi amado… / Que pues doblón o sencillo / hace todo lo que quiero / poderoso caballero / es don Dinero», plasmaba en uno de sus poemas Quevedo (por si algún alma joven lee este artículo, no confundir con el cantante de reguetón).

Varios son los países que se permiten el lujo de utilizar su supremacía económica para hipnotizar y captar a entes ávidos de plata y oro. Uno de ellos, Arabia Saudí que, en un claro intento por lavar su imagen, está invirtiendo cantidades millonarias en comprar todo tipo de eventos deportivos (Formula 1, Rally Dakar, Supercopas de futbol…), y de seducir, a base de talonario, a deportistas de élite (Cristiano Ronaldo, Benzema…, el golfista español Jon Rahm, o recientemente Rafa Nadal como embajador del tenis de este país). Cierto es que se trata simplemente de oferta y demanda, y que cualquier persona tiene todo el derecho del mundo, faltaría más, de aceptar cualquier propuesta profesional que considere interesante para él, ¿por encima incluso de parámetros éticos? Toni Kroos, futbolista del Real Madrid, fue abucheado en Riad por haber declarado públicamente que nunca ficharía por un país donde no se respetan los derechos humanos.

Pero si hay un ejemplo incuestionable de amor puro y sincero por el dinero, tal y como ha demostrado estos últimos años, ese es el jugador de fútbol francés Kylian Mbappé. Ahora, se rumorea, tiene una oferta de renovación por su equipo, el París Saint-Germain, de más de 100 millones de euros por temporada, lo que supondría un sueldo superior a 8 millones al mes (me pregunto si las pagas extras irán ya prorrateadas) o lo que es lo mismo, casi 300 000 euros diarios, vamos, lo que ganaría en doce años un trabajador con un sueldo mensual de 2 000 euros. ¿Aceptará?

En cualquier caso, esto son migajas comparado con la fortuna de la persona más rica de la tierra, según el ranking publicado por la revista Forbes, Elon Musk, con un patrimonio de 245.000 millones de dólares. Aún estoy ‘pasmao’. ¿De verdad se puede ser tan rico? ¿Imaginan que harían ustedes con esta cantidad de dinero? Mejor no lo hagan. Este es un territorio solo para unos cuantos elegidos. Y puede que hasta sea mejor así. ¡Qué estrés!

Pero tranquilos, siempre nos quedará París, como a Mbappé, o en su defecto, el consuelo de saber que lo importante es la salud (la que perdemos buscando con ansiedad el dinero), o que somos ricos en amigos (pero no les pidas un duro prestado), o que el dinero no da la felicidad (según Groucho Marx: «La felicidad está hecha de pequeñas cosas: un pequeño yate, una pequeña mansión, una pequeña fortuna…»).

En fin, que les voy a contar que no sepan, nos toca resignación o tener un golpe de suerte y ganar 10 millones de euros en la Bonoloto, como le ocurrió hace unos días a un vecino de Lorca, que oye, algo es algo.

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