La Feliz Gobernación

Estamos a hostias

La amnistía es una decisión política que, a efectos prácticos, en nada afecta a la Región de Murcia. Lo que corresponde al Gobierno regional es aplicarse en las concesiones económicas y financieras a Cataluña, que debieran ser replicadas al resto de Comunidades, empezando por las peor financiadas, como la murciana

Una bandera de España se resquebraja.

Una bandera de España se resquebraja. / L.O.

Ángel Montiel

Ángel Montiel

Me costó encontrar una foto de Pedro Sánchez. Es un nombre demasiado común, pero no tanto unido a Pérez-Castejón. Busqué y rebusqué en Google, y sólo di con un caretillo, como de carné, en blanco y negro, que aparecía en su blog, titulado En el mismo barco, en el que escribía sobre economía. Me puso en la pista Pedro Saura, por entonces portavoz de Economía del PSOE en el Congreso: «Sigue a ese taxi», me dijo. Me sonaba de haberlo visto alguna vez en El gato al agua, de Intereconomía, donde hacía de ‘testigo falso’ en un medio que por entonces tenía el sesgo del PP y hoy es portavoz de Vox, pero era un desconocido en la crónica política general. 

Cuando Saura me dio el soplo, desde luego meramente intuitivo pero con inmejorable olfato, acababan de designar a Sánchez, tras las elecciones en que capuzó Rubalcaba, para que coordinara los contenidos de una conferencia política en la que el PSOE pretendía rearmarse en la oposición. Y escribí en mi blog de La Opinión, Ángelus, una entrada titulada Un tal Sánchez: «Carme Chacón, Eduardo Madina, Patxi López... Son nombres que suenan para liderar el futuro del PSOE. Pero hay uno que no suena: Pedro Sánchez. Todavía». Era el 21 de octubre de 2013, y ya digo, me las vi y me las deseé para encontrar una mala foto suya. Diez años después, ahí está, contra viento y marea. De la nada al todo, tras haber braceado contra el felipismo y también inicialmente contra el zapaterismo, es decir, contra todo obstáculo que se le interpusiera. Y el 23J, como el Cid, ganó la última batalla aunque se le diera por muerto. 

De Sánchez se puede decir lo que se quiera, pero hay algo cierto: interpreta muy bien el relativismo contemporáneo y maneja mejor que nadie la polarización, un fenómeno que genera en su contra y, potenciándolo, aprovecha a su favor. Hay en la política un recurso infalible: caricaturizar al otro para, en contraste, elevarse sobre él. Para construir el espantajo del sanchismo, la derecha ha debido extremar el argumentario hasta salirse de sus casillas, lo que ha permitido a Sánchez esgrimir esa reacción como prueba de la necesidad de crear una contención con su ‘muro de izquierdas’. Para evitar que gobierne la derecha hiperventilada, todo viraje y acomodación de la izquierda es bienvenido, incluso aunque suponga una disrupción de sus esquemas tradicionalmente reconocibles. 

Y así, cuantas más banderas con el aguilucho o con el escudo recortado, apelaciones a la sublevación del Ejército, rosarios de campaña, vandalización de sedes, disturbios callejeros, amenazas en redes, proclamas antiborbónicas y desquicies varios instigados por Vox y denunciados insuficientemente por el PP, más legitimidad adquirirá Sánchez como adalid de la normalización y la convivencia a cualquier coste. La polarización extrema le beneficia, pues ya no le hace falta decir que viene el dóberman, sino que el dóberman se ha desatado y está en la calle. 

Las imágenes de Ortega Smith guiando a la manada mezclada de lumpen y cayetanos frente a las Fuerzas de Orden Público y tratando a éstas con paternalismo y desdén, propias del cacique de la finca que cree tener a su servicio a la Guardia Civil, son expresivas de que la España de Los santos inocentes ha reemergido entre la agitación de la derecha, y son estos rescoldos los que fortalecen a Sánchez. Podemos sospechar y, desde luego, desear, que toda esta frikada responda a un sarpullido marginal, minoritario, pero su expresividad gráfica representa la caricatura que permite a la izquierda justificar su ‘muro’ frente a las montañas nevadas y las banderas al viento.  

Por otro lado, el PP, aunque profilácticamente se reserve de acudir cada noche a Ferraz o, entre nosotros, a Princesa, se ve mezclado con Vox en las manifestaciones que él mismo convoca o lo hacen asociaciones filiales, lo cual no contribuye a despejar el destino que le aguarda mientras esté ligado al partido que lo limita para cualquier otra alianza y, lo peor, para un crecimiento que le permita independizarse de él. Además, en la práctica, salvo alguna consigna o gesto extravagante, el discurso en la calle de Feijóo se diferencia en esencia poco del de Abascal, lo que inercialmente coloca al PP en una posición de rebeldía sin retorno contra la legitimidad democrática expresada en el Parlamento, por muy incómoda que ésta resulte. ¿En qué lugar quedará Feijóo si resultara que el último tribunal al que recurra declara que la amnistía es constitucional?

En Murcia han aparecido unos carteles sin datación de marca en que se tilda a diputados y dirigentes socialistas de ‘traidores’ y otras lindezas por su posición sobre la amnistía. El PP no se ha hecho cargo de ellos, pero curiosamente sus compañeros de la Comunidad Valenciana han editado un vídeo con el mismo relato, lo que induce a sospechar que la autoría intelectual, confesada o no, pudiera estar compartida y, si no la autoría, el señalamiento personal, que no se condena. Este tipo de prácticas, que indudablemente incumben en este caso a la derecha son execrables, y contra lo que pretenden quienes las ejercen contribuyen a victimizar a los socialistas, otra señal de que la polarización les favorece.  

A esto se añade que la militancia política (esos batallones entrenados para el «señor, sí señor») ha desbordado sus cuarteles, y ahora son muchos ciudadanos, de uno u otro lado, quienes hablan en la jerga de partidos, sin quitarse el cosignario de la boca. Así, para Sánchez es más fácil domeñar resistencias en el PSOE, pues el motivo de su contorsionismo se entiende, no por su afán personal de poder, tal como claman sus adversarios, sino para parar a la derecha, una derecha que se expresa desconcertada, desahuciada y furibunda. Es decir, peligrosa, desde el punto de vista de la izquierda. Estar a hostias es una bendición para Sánchez. 

Llegados aquí conviene reparar en el papel de López Miras en todo esto. En el proceso hacia la investidura de Sánchez y en su transcurso ha mantenido una actitud muy crítica, en línea con su partido, pero no lo hemos visto desbordarse, e incluso fue el primero que condenó las manifestaciones violentas o neofalangistas, algo que sigue reiterando con plena contundencia. En relación a otros líderes territoriales, empezando por la frutera de la Puerta del Sol, e incluso de algunos dirigentes del staff de Feijoó, el presidente murciano ha estado firme en su oposición a Sánchez, pero comedido. 

Es una actitud reseñable en alguien que en muchos casos ha justificado abusivamente las dificultades de su Gobierno en el victimismo por el supuesto maltrato del Gobierno central. En la actual legislatura parecía querer concentrarse en la gestión, sin echar balones fuera, pero las circunstancias de la supervivencia de Sánchez con una pirueta tan extraordinaria como la amnistía, pudieran hacer recaer al presidente murciano en la ‘política exterior’. Desde que los barones impulsaron el liderazgo de Feijóo, López Miras ha ido adquiriendo presencia mediática nacional y crédito propio en la organización del PP. Pero sus primeras decisiones durante y después de la investidura de Sánchez parecen conducidas por la tentación de primar la mirada a la cuestión nacional, olvidando que su obligación es estar pendiente de su casa. E incluso, ¿por qué no? en aprovechar los flecos derivados de los pactos con los independentistas para ajustar las cuentas de la Comunidad, dado que la situación es la que es y tiene visos de prolongarse durante el mandato correspondiente.

Feijóo tiene sus problemas, y sigue necesitando a los presidentes autonómicos de su partido, que suele llevar de escolta, para afrontarlos. Pero mal harían éstos en primar los problemas de Feijóo a los suyos propios. Si, tras su investidura, Sánchez consigue aprobar los presupuestos, a López Miras le esperan cuatro años de cohabitabilidad con el presidente socialista, y tiene dos opciones: enfrentarse radicalmente a él, ignorando su legitimidad, o plantearle con firmeza y lealtad institucional sus reivindicaciones, es decir, colaborar en la gobernación. 

Poner a Murcia en vanguardia de los recursos judiciales o europeos contra la amnistía es un derroche de esfuerzos que sólo puede ser visto como una prematura actitud electoral en la competición con Vox. Esa es una tarea que corresponde al PP de Génova. La amnistía es una decisión política, todo lo discutible que se quiera, que, a efectos prácticos, en nada afecta a la Región de Murcia. En lo que desde aquí corresponde que se aplique el Gobierno regional es en el resto de concesiones económicas y financieras a los independentistas, que debieran ser replicadas en las otras Comunidades, empezando por las peor financiadas, como es el caso de la murciana. Y si vamos de vanguardia, lo que tocaría a López Miras sería encabezar a sus colegas del resto de regiones para forzar que se cumpla la promesa de Sánchez de negociar un nuevo sistema de financiación autonómica. Pueden hacerlo, ya que el PP domina el poder autonómico. La amnistía es una pantalla. Lo importante, a efectos prácticos para la Región, es lo que hay detrás. 

Y que no se diga que en Murcia no estamos dispuestos a aceptar los beneficios derivados de los pactos con Cataluña del Gobierno central, porque, por poner sólo algunos ejemplos, el tramo autonómico del IRPF o la gestión del Puerto de Cartagena son competencias adquiridas gracias al pacto del Majestic entre Aznar y Pujol. La Región de Murcia nunca habría conseguido esas cesiones a no ser por la necesidad del que hablaba catalán en la intimidad convertida en virtud en su acuerdo con el del 3%. En vez de ponernos intensos, deberímos celebrar que los catalanes trabajen para nosotros. 

López Miras, insisto, no se ha dejado llevar por la corriente verbal, y esto lo ennoblece, pero no pone el punto de mira en la pieza adecuada, como están haciendo sus colegas de Andalucía, Moreno Bonilla, y de la Comunidad Valenciana, Carlos Mazón. ¿Qué es eso de renunciar a la quita de la deuda por el ‘pequeño detalle’ de que no se dicte desde el Consejo de Política Fiscal sino por derivación del pacto de investidura? Toma el dinero y corre, que no habrá otra oportunidad más inmediata.

Ir a hostias beneficia a Sánchez, pues revela a una derecha que saca a relucir los demonios de su trastero (qué gracia: mañana es 20N) y que se distrae de la gobernación y la institucionalidad en aras a la agitación callejera. Además, es agotador. Mejor gobernar, cohabitar, reivindicar y no pasar una en el epígrafe «la pela es la pela». Sobre la amnistía, ya dirán los jueces.  

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