Apuntes del natural

Ciencia y finales abiertos

La princesa Leonor a su salida en coche del acto de jura.

La princesa Leonor a su salida en coche del acto de jura. / Eduardo Parra / Europa Press

Enrique Nieto

Enrique Nieto

A ver si regándolo crece. Un grupo de amigos estamos sentados en una mesa de una terraza charlando y tomando una cerveza. Tenemos una sombrilla muy grande abierta sobre nosotros porque el tiempo amenaza lluvia. Efectivamente, comienza a chispear y vemos que hay una pareja sentados en la mesa de al lado a los que no les llega la sombrilla. Alguien de nuestra mesa les dice a los vecinos: «Podemos correr las sillas un poco para que ustedes se acerquen y no se mojen». El hombre, de unos 50 años, le responde: «No se preocupe. A ver si llueve y me crece el pelo». Entonces lo miramos. Lleva la cabeza totalmente afeitada y le brilla a tope. Todos nos reímos, ellos y nosotros.

Monárquico francés. Esta semana hemos tenido el juramento de la princesa Leonor. Hay que reconocer que las monarquías les dan a estas cosas una cierta clase. Unos franceses me decían no hace mucho que a ellos les gustaría tener unos reyes que vistieran los salones de sus magníficos palacios, que se pusieran las joyas que se guardan en las cajas fuertes. «Mandar, nada, en absoluto, vamos que no tuvieran más papel que el de representar bien a nuestro país, pero, desde luego, como los reyes, no hay nadie para quedar bien en público». Yo no le dije ni que sí ni que no.

Preocupación. La Inteligencia Artificial va tomando copero, y hay mucha gente que empieza a sentir un poco de miedo. El otro día se publicó que la IA puede mejorar la vida de la especie humana, pero también podría convertirse en un problema porque realmente hay partes del interior de estos artilugios que sus inventores no controlan, o sea, que a veces van a su bola y no a lo que le ordenan los científicos. Un ejemplo, conectaron dos para que se pasaran información y generaran nuevos conocimientos y ellas comenzaron a comunicarse en un ‘idioma’ que iban inventando sobre la marcha y que los científicos no entendían en absoluto. La ciencia ficción haciéndose realidad.

Poca categoría. Un hombre a un camarero en el mostrador de un bar: «¡No me digas que no te quedan quintos! ¡¿Qué mierda de bar es este?!» 

Series. El otro día leí una crítica de la serie La Mesías en un periódico nacional. Venía a decir lo mismo que yo escribí aquí la semana pasada: ‘dura como el pedernal, pero fascinante’. Y he terminado de ver la primera temporada de Memento Mori. Está muy bien, pero no me gusta nada cómo termina, que parece que le falta un trozo. Está claro que van a hacer una segunda temporada, pero es un poco estúpido que dejen un final tan abierto que parece que no termina nada.

Informarse. Dice un estudio reciente que la mayoría del personal busca medios informativos que afiancen sus propias ideas. O sea, que estoy haciendo el ridículo, una vez más, todas las mañanas, yendo de una emisora de radio a otra para ver lo que dice cada uno y tratar de quedarme con lo bueno, venga de donde venga. Y ya, leer periódicos digitales de varias tendencias debe ser el colmo de lo absurdo. Pero, a mi edad, es muy difícil cambiar. También dicen que los de izquierdas ven La Sexta y TVE y los de derechas Antena 3. Yo lo único que digo es que el Telediario de la noche de TVE, presentado por Carlos Franganillo, me parece un programa informativo de gran altura con unos corresponsales en el mundo que inspiran confianza. 

Se queda en Hellín. Una señora le está diciendo a otra, en la calle, cerca de la puerta de mi estudio: «Cuando veo el tiempo en la tele, y aparece una borrasca por el oeste, y la mujer va explicando: ‘las lluvias se irán extendiendo desde Galicia por el resto de España’, y veo avanzar el azul del agua por el mapa, y pienso, a ver si llega, a ver si llega a Murcia. Pero nada, nunca llega. Como mucho se queda en Hellín, y de ahí no pasa». 

Harto. Un hombre mayor, delante de un kiosco de prensa, a su mujer: «¡Qué follón de amnistía!»

Una mujer sujeta un ramo de flores en el cementerio de Los Remedios en Cartagena.

Una mujer sujeta un ramo de flores en el cementerio de Los Remedios en Cartagena. / Iván Urquízar

1 de noviembre. Fui al cementerio el lunes. Había mucha gente. Y muchas flores por todas partes. Vi a familiares que hacía tiempo que no se veían y que se visitaban en las tumbas de sus parientes respectivos. Escuché decir a una mujer que hablaba con su marido: «Ahí está el primo Paco, en la tumba del tío Antonio, ¿por qué no vas y le dices algo?» Y coches, muchísimos coches, aparcados aquí o allá, con grupos de policías locales que trataban de poner un poco de orden, con escaso éxito. Definitivamente, cremación y cenizas al viento. Cuando me toque.