Charlas de bar

De cañas por Murcia con... Barbie

No es solo una película que lance un recado inspirador que empodere a las mujeres, sino que aborda de primera mano el patriarcado

Barbie tomándose una caña en La Malquerida

Barbie tomándose una caña en La Malquerida / Javier Balsalobre Orenes

Alba Marqués

Alba Marqués

Existen varios motivos para ir al cine. Lleno de emoción porque estrenan la nueva película de tu saga o director favorito o con la expectación justa porque brotan en ti las ganas de ver algo en la gran pantalla y eliges a dedo entre el catálogo de la cartelera. De esta última manera acudí a ver Barbie. También porque la otra opción era Oppenheimer y, aunque me suele gustar todo lo que Nolan toca, en este momento vital si tengo que elegir entre un mundo rosa con risas o física cuántica, me quedo con lo primero. Porque así concebía la producción de Greta Gerwig: un espectáculo visual rosado, salpicado con carcajadas y un sabor final con aires feministas.

Pero me sorprendió, porque no es solo una película que lance un recado inspirador que empodere a las mujeres, como otras tantas que indirectamente lo hacen, sino que aborda de primera mano el patriarcado. Lo nombra, lo pone sobre la mesa y lo trata con picardía, ironía y buen gusto, sometiendo a la crítica y abrazando con compasión tanto a mujeres como a hombres. Y de esas no hay tantas.

No es de extrañar el buen tino del guión si tenemos en cuenta que Greta Gerwig también está detrás de 'Lady Bird' y 'Mujercitas', y ha contado para escribir la cinta con Noah Baumbach, el responsable de 'Historia de un matrimonio'.

Quiero celebrar el éxito de una película arriesgada que fácilmente se podría haber quedado en una cosa superficial con su protagonista, a la que tantas veces he tenido entre mis manos cuando no alcanzaba el metro y medio de altura (hasta que fue sustituida por las Bratz, todo hay que decirlo). Le aviso de que el vaso que sostiene sí contiene líquido, los que han visto la película entenderán por qué, mientras nos acomodamos en La Malquerida, un restaurante de Murcia con decoración de los años 20 y toques fucsias donde seguro que se siente cómoda.

Viene sola, sin Ken, por supuesto, y con los talones en el suelo. Nuestra conversación al principio se convierte en un partido de tenis de disculpas entre la que ahora es consciente de haber contribuido a un estereotipo físico inalcanzable y la que nunca había caído en que la muñeca también representa a alguien que puede ser doctora, peluquera o presidenta y es la mandamás en un mundo en el que el hombre es solo un complemento.

También comentamos otra acierto del filme, la bien orquestada campaña de marketing que le ha rodeado. Margot Robbie ha sabido ejercer estupendamente su papel como principal embajadora del tour de promoción. "Nadie como ella podía lucir las espectaculares reacreaciones de diseños de mis vestidos", declara mi acompañante con atino. Marcas de moda y cadenas de consumo como Zara, Primark o Lefties han sacado líneas de ropa de Barbie y hasta Google pone de su parte para convertir la película en un fenómeno global poniendo estrellitas rosas al hacer cualquier búsqueda relacionada con la cinta.

Pero entre todos esos mensajes que expone Barbie yo destaco uno: alivio. La película dedica para ellos y nosotras escenas en las que te sientes identificado y te recuerda algo tan básico como que no dejas de ser parte de un grupo de mortales que alguna vez se sienten presionados por una sociedad injusta en ambas direcciones. Ellos tienen su momento culmen con las lágrimas de Ken y nosotras, pese a que la película no lleva su nombre, con Gloria y su discurso para poner cordura.

Ahí tengo que excusarme con mi invitada, porque, pese a que ella está genial en la película, el papel de la trabajadora de Mattel y admiradora de la muñeca de toda la vida es clave en la segunda mitad de la película y acapara los focos. Una mujer en el mundo real que consuela y tranquiliza a Barbie, y a todas las espectadoras, con un monólogo que recoge las expectativas contradictorias con las que las mujeres deben lidiar.

La sala de cine estaba llena de niñas, adolescentes y mujeres adultas, la mayoría con ropa rosa. Había presencia masculina, más de la que podía esperar, pero escasa. Una pena que los hombres con masculinidad frágil y llenos de prejuicios se la vayan a perder. 

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