Tribuna Libre

De sangre dulce

Así estamos, relacionándonos, pensando, viviendo con niveles de ira, enfado, desafecto, agitación, impaciencia, irritación, desconfianza y aborrecimiento por encima de lo normal… No es de extrañar que físicamente hasta nos resintamos, ya que la ira vierte cortisol al torrente sanguíneo y vuelve ácida a la sangre, y además, nos baja las defensas

Teresa Franco Martínez

Me incluyo en ese gran porcentaje de la población de nuestro país que siente cansancio y fastidio por el clima político instalado en el insulto, el «y tú más», el anuncio de acontecimientos catastróficos para arrasarnos, las mentiras, milimétricamente elaboradas, con el propósito de manipularnos, en fin, por el ambiente que se siente y que se parece mucho al calor pegajoso que vivimos en Murcia estos días. A la gente nos preocupa tener trabajo digno con el que se pueda llegar a final de mes, llenar el frigorífico, pagar los recibos o llenar el depósito del coche. Nos preocupa tener un buen sistema sanitario cuando enfermamos, una educación de calidad que proporcione conocimientos y valores, para hacernos buenos profesionales y mejores personas. Nos preocupa tener tiempo libre para disfrutar de nosotros y con los seres queridos. Y en eso estamos cuando en las redes sociales, en los medios de comunicación y en los debates políticos, escuchamos lo que comentaba al principio: peleas, bulos o anticipación de catástrofes.

Vamos a ver cómo salimos de esta. La clase política tiene que bajar al barro a escuchar los problemas de la gente, y no crear barro para enfangar más la realidad de lo que ya está.

Esto es lo que veo y he vivido. Podemos hacer algo para solucionarlo porque, en mi opinión, tiene solución. Se trata de practicar y pedir el respeto en lo que decimos y hacemos cada día. Hay que hacerlo con firmeza y actitud positiva. Esto nos sacaría del fango. Para la clase política además, y como requisito indispensable para llevar a cabo la noble dedicación de la gestión de lo público, practicar la decencia, es decir, hacer las cosas con la honradez y rectitud que impiden la comisión de actos delictivos, ilícitos o moralmente reprobables.

Extrañamos que la política sea un lugar de diálogo, de escucha activa de ideas, de razonamientos para el convencimiento, nunca un campo de batalla donde arrojar odio y discordia para alterarnos los sentimientos e instintos. Esto es un sindiós que se nos ha colado por alguna rotura en la maquinaria que mueve un sistema democrático. Cuando se cuela el odio por ahí, respiramos veneno. Así estamos, relacionándonos, pensando, viviendo con niveles de ira, enfado, desafecto, agitación, impaciencia, irritación, desconfianza y aborrecimiento por encima de lo normal… No es de extrañar que físicamente hasta nos resintamos, ya que la ira vierte cortisol al torrente sanguíneo y vuelve ácida a la sangre, y además, nos baja las defensas. Somos seres racionales, pero también sintientes, y hay estrategias por parte de quienes mueven los hilos para manipularnos. Sembrar odio no trae nada bueno, si la ira estalla hacia afuera sale en forma de violencia. Creo que vivimos hoy (tras una gran etapa de alegría por salir de un sometimiento dictatorial al que precedía un proyecto de construcción y progreso basado en la convivencia y el respeto a la diversidad de ideas y formas de ser), una etapa peligrosa de polarización, corrupción desmedida y falta de respeto.

Con lo de que «Te vote Xapote» como eslogan en campaña electoral nacional, cuando ETA ya firmó la paz, me quedé espantada. Le exigíamos que depositara las armas y pasara al escenario político para trabajar desde ahí cualquier objetiv,o como la independencia del País Vasco. Lo hizo. ¿Y ahora seguimos por ahí? ¿Dónde está la compostura cuando hay, además, víctimas reclamando que no se use ese mensaje, porque les provoca un dolor insostenible al ver banalizado el terrorismo en un escenario descontextualizado? Los problemas de hoy no son aquellos. Se me cae la cara de vergüenza por vivir en un país donde todo vale, sin límites.

Poner el nombre del asesino de Miguel Ángel Blanco y Gregorio Ordóñez entre otros, en camisetas, pancartas o imágenes en redes desoyendo a las víctimas es para hacérnoslo mirar. Con que sólo hubiera habido una víctima sobraban motivos para parar tal barbaridad. Pero prima rascar votos a cualquier precio. Y cada vez la sangre más envenenada. Así nos va. Dejando que nos pisen.

Practiquemos el respeto y pidámoslo. Yo, por ejemplo, lo he hecho nuevamente en los tribunales, al entender que me lo han faltado. Los juzgados son los lugares donde se debe pelear en un país civilizado, y no dando el espectáculo en los plenos, asambleas, parlamentos o redes sociales. Os contaré qué está pasando.

El 10 de diciembre de 2022 se celebró la festividad de la Virgen del Loreto, Patrona de Aviación, en la Escuela Militar de Paracaidismo, situada en Sangonera la Seca, y conocida como Base Aérea de Alcantarilla, en la que he estado destinada muchos años. Luís Gestoso de Miguel, representante político del partido de la ultra derecha, Vox, publicó un tuit que decía, dirigiéndose a mí, entonces concejala de Gobierno municipal en Murcia: «Nadie te había invitado. Te presentaste allí para avergonzar a tus compañeros, a los que has perseguido con denuncias falsas y por lo que has sido condenada. Eres una difamadora y un manchón para el ejército del aire. No es tu misa. No es tu patrona.»

Le he pedido que se retracte de estas manifestaciones y acusaciones vejatorias falsas, para evitar denunciarle por presunto delito de injurias y calumnias, y que abone 2000 euros en concepto de daños morales que destinaré a la lucha contra la violencia sobre las mujeres. Ya fue citado en Madrid, y no pudo llevarse a cabo la conciliación, por la huelga en el sector de la Justicia, y porque no se presentó, sinceramente. Pues bien, ha sido citado en un nuevo señalamiento para la conciliación el 19 de septiembre de 2023, esta vez en los juzgados de Murcia. ¿Lograremos una negociación o seguirá imperando el odio y la falta de respeto?

Tengo una cita importante el 19 de septiembre, pero a la de mañana, 23 de julio, tampoco voy a faltar. No quiero que el desprecio se perpetúe en las instituciones a nivel nacional. Quiero un país de progreso con dirigentes volcados en la enumeración de lo logrado y beneficiosa para la ciudadanía, ilusionados e ilusionantes, capaces de dialogar. No quiero que envenenen nuestra sangre dulce.

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