La Opinión de Murcia

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Pascual Vera

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Pascual Vera

Juan Torres Fontes, maestro de historiadores

Torres Fontes L.O.

Su imagen es para la Universidad de Murcia más histórica incluso que la mismísima efigie del rey Alfonso X. Y no se trata de ninguna figura retórica: cuando el profesor Juan Torres Fontes llegó a la Universidad de Murcia en 1942 (convertido en un jovencísimo profesor ayudante) la imagen del monarca sabio aun no se había incorporado a nuestro escudo universitario. Él fue quien auspició, convencido de la importancia de este rey en la cultura de la región de Murcia, que su efigie pasara a presidir la insignia de la UMU El profesor Torres Fontes es pura historia de nuestra Universidad. Asistió a la celebración del 25 aniversario de su fundación, y participó igualmente en los actos conmemorativos del 50, 75 y 85 aniversario.

Este cronista siempre imaginó que tomaría parte en la celebración del centenario, con uno de esos trajes blancos que tan bien le quedaban incluso siendo sobradamente octogenario. Desgraciadamente moriría dos años antes, en 2013. Le faltaba una semana para cumplir los 94.

Pero en su momento, Juan Torres Fontes fue, con diferencia, el profesor más longevo de la Universidad de Murcia. Cuando llegó a la Universidad de Murcia hace 80 años, tras haber cursado estudios libres en la de Valencia, se encontró con una universidad pequeña, casi familiar y con escasos medios. Tanto es así que él mismo debía viajar a Madrid varias veces por año para traerse (debajo del brazo, como quien dice) libros sobre su especialidad. Había descubierto que lo suyo era la historia y, más concretamente, la historia medieval, un período que le apasionaba, pero que era en aquel momento casi un páramo en nuestra región, a pesar de las múltiples posibilidades que brindaban unos bien pertrechados archivos.

Fue Archivero Municipal de Murcia entre 1953 y 1985, director de la Real Academia Alfonso X el Sabio entre 1976 y 2007 y director del Museo Salzillo de 1955 a 1992. Durante décadas, Torres Fontes se sumergió entre el auténtico marasmo en el que se encontraban los documentos en aquellos tiempos. El resultado fue sacar a la luz un buen número de trabajos (cuatrocientos artículos y cuarenta libros) en los que nuestro desconocido pasado tomó cuerpo para que fuéramos conociendo todos un poco mejor quiénes fueron aquellos tatarabuelos que construyeron nuestras raíces y que, de alguna manera, conformaron la idiosincrasia de los murcianos.

Y no sólo eso, como los auténticos maestros, dejó el panorama bien sembrado de discípulos, en quienes intentó inocular la pasión por nuestra historia («lo más satisfactorio para un profesor es que los alumnos vuelen solos, que tengan sus propios criterios», afirmó a este cronista hace años. Aunque parezca un retruécano, el futuro de nuestro pasado está asegurado en parte gracias a él y también de otros investigadores y profesores que le sucedieron en la UMU.

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