La Opinión de Murcia

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Alberto Garre

Tribuna libre

Alberto Garre

El giro político nacional

El PSOE sobrevivirá, España lo necesita, pero el sanchismo está muerto

Pedro Sánchez, en el palacio de la Moncloa.

Partiendo de la base de que no hay más veredicto electoral que el que sale de las urnas, los resultados de las elecciones gallegas el 12 julio de 2020, del 4 de mayo de 2021 en Madrid, de 13 de febrero en Castilla y León y del pasado 19 de junio de 2022 en Andalucía, se han ido llevando por delante sucesivamente al PSG de González Caballero, al PSM de Gabilondo, la coleta de Pablo Iglesias (que sigue como el gallo de Morón, sin plumas y cacareando),a Tudanca en Castilla Leon y, finalmente, al PSA, el cimiento más sólido del socialismo español representado por Juan Espadas, dejado en la UCI a Ciudadanos de Arrimadas y desperdigados a los que ni unidos pueden, Yolanda Díaz y Cía.

Las mayorías absolutas de Feijóo en Galicia y Moreno Bonilla en Andalucía, así como la aplastante victoria de Isabel Díaz Ayuso en Madrid y la victoria de Fernandez Mañueco en Castilla y León son el resultado lógico de una doble confluencia de acontecimientos en la política española que a través de los procesos electorales autonómicos ha colocado al PSOE de Pedro Sánchez al borde del abismo nacional que vaticina hasta el druida Tezanos en su tan especial marmita demoscopica, el CIS, sin acertar a hallar la poción mágica que les devuelva la fortaleza de otro tiempo.

De una parte, que Nuñez Feijóo ha sido capaz en el transcurso de unos meses de reconstruir un partido, el PP, que ha pasado de estar aletargado en la oposición al Gobierno y demasiado ocupado en el control interno, a configurarse como un partido unido, coherente y cohesionado, requisitos indispensables para ganar la estima de los españoles, como ocurrió al norte en Galicia; en el centro, Madrid, y en Andalucía al sur.

Pedro Sánchez debería ir cayendo en la cuenta de que Galicia, Madrid, Castilla y León y Andalucía no son de otro mundo, son España, y que los elevados porcentajes del 47,96, 44,76, 31 y 43,13 de los votos cosechados respectivamente en esos territorios por el PP los han emitido españoles deseosos de un cambio político.

De otra parte, converge en este punto de inflexión claramente extraído de las urnas, que asistimos a la conjunción de un Gobierno nacional multicolor, en cuya composición juegan papeles preponderantes reaccionarios de izquierda, apoyados por separatistas radicales y simpatizantes actuales, ayer cómplices, de quienes durante demasiado tiempo tiñeron de sangre las calles de España, imponiendo el luto en cientos de familiares de agentes públicos encargados de nuestra seguridad, cuyo cariño perdura en los corazones españoles.

El tsunami electoral que se avecina no lo para ni la OTAN, es producto de un Gobierno elegido por un presidente que debió ser inconsciente de lo que hacía, de un irresponsable, o lo que es peor, de un megalómano capaz de reventar los cimientos constitucionales de nuestra democracia, incluido el principio de unidad nacional, tan manoseado últimamente, para alcanzar y permanecer en el poder.

Pedro Sánchez no es el capitán Francesco Schettino, ni el PSOE es el Costa Concordia, pero cada vez se les parecen más. En su actual encrucijada terminarán naufragando al colisionar con el arrecife electoral de un pueblo, el español, que, harto de tanto despropósito, puede dejar la nave socialista con grietas a babor, estribor, a proa y a popa, como viene ocurriendo.

Creo sinceramente que el PSOE sobrevivirá, España lo necesita, pero el sanchismo está muerto.

No obstante, como dijo Winston Churchill, «el político debe ser capaz de predecir lo que va a pasar mañana, el mes próximo y el año que viene; y de explicar después qué fue que no ocurrió lo que predijo». Emplazado quedó, estimados lectores.

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