La Opinión de Murcia

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Enrique Arroyas

Dulce jueves

Enrique Arroyas

Tenemos que ir a verla

Me gusta el cine francés y, en general, las películas en las que la gente habla, se sienta en un café y conversa. Ahora quieren hacernos creer que en los 80 los jóvenes hacíamos cola para ver Top-Gun, pero no es cierto. Esa película representaba todo lo que odiábamos. ¿Quién querría verla teniendo al lado El rayo verde, que va de una chica solitaria que busca pero no sabe el qué, hasta que escucha una conversación en una playa sobre un libro de Julio Verne? No habíamos cumplido los veinte todavía y ya andábamos perdidos como la chica de la película. Tristes, pero felices. Creíamos en el azar y en la esperanza.

Hay un director español que me encanta, aunque no he visto ninguna de sus películas. Sé que le gustaría a mi yo de los 80, que estaría puntual en los Golem para ver cada uno de sus estrenos. Ahora me da miedo ir a verlas. Se llama Jonás Trueba y parte de la crítica le reprocha su estilo intelectual y afrancesado. Aunque no veo sus películas, no me pierdo las entrevistas que le hacen en la prensa. A propósito de la última, cuyo título, Tenéis que ir a verla, parece un reclamo dirigido a personas como yo, decía que es un cine de «estados de ánimo, de momento puro y duro, de estricto presente». Dos parejas de treintañeros algo desencantados se reúnen en una casa de campo, donde conversan, juegan al ping-pong y leen a Peter Sloterdijk. Hay también un poema de Olvido García Valdés, que no suele servir para animar una fiesta, y un concierto de Chano Domínguez, que no sé quién es. Solo dura una hora y cuatro minutos, lo que acrecienta la sensación de estar al borde de no ser una película, como reconoce su director. Suena bien.

Los personajes no buscan el amor, mantienen relaciones estables, están en ese momento en el que la madurez ya ha llegado pero te haces el despistado. Dice Trueba: «Hablan sin mirarse y muestran ciertos gestos de agotamiento. Les pedía que sus cuerpos estuvieran un poco cansados, porque yo también me siento así. Se ve el tipo de viejos que pueden llegar a ser». Me encanta lo que dice, pero al instante de leerlo me tiro de cabeza a cualquier otra sala, aunque sea la de Top-Gun Maverick. Una cosa es esperar la aparición del rayo verde, aunque solo sea una forma de mezclar la realidad con la ficción, en el borde de la vida y de las películas, y otra haber visto todos los atardeceres y que el rayo te atraviese como un escalofrío «que te da en la cara y te hace dudar de todo», no ya dudar de quién eres, sino de si estás en realidad viviendo. Y ni siquiera en el borde.

El sábado estuve en los Golem de Madrid. En el último instante me metí en una película noruega. Jonás Trueba seguirá siendo mi director favorito, pues creo que la aparición de su película en la cartelera de Murcia sería un fenómeno tan raro como el rayo verde.

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