La Opinión de Murcia

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Azparren

De un grano de arena

Joaquín Azparren

Sinvivir

En uno estamos con la inflación adherida a la billetera como si fuera de esos lastres que los buceadores cuelgan del cinturón para sumergirse con menos esfuerzo.

El IPC nos arrastra al fondo de nuestras economías domésticas haciendo que la cuenta corriente naufrague y toque fondo quedando a merced de tiburones en forma de facturas y recibos.

Si exceptuamos la rebaja en la luz que afectará desde hoy solamente a cuatro de cada diez hogares y menos de la mitad de lo inicialmente anunciado (revisen qué contrato tienen con la compañía eléctrica antes de descorchar la botella de sidra) todo son negros presagios.

Comenzamos hace poco más de un año, mucho antes de que al emperador del Kremlin se le fuese la mano con el vodka y montara una invasión, con aquellos consejos de la ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera para que hiciéramos la colada y plancháramos de madrugada o en fines de semana. Entonces las tarifas se habían desorbitado aún cuando el mensaje era que para el otoño caerían los precios cual hojas marchitas. Luego resultó que el árbol de enchufes y bombillas era de hoja perenne.

A lomos de la electricidad cabalgaron al poco los carburantes para semanas después cambiar el caballo por el cohete de ascenso vertical de los precios. Ni en las peores pesadillas alguien llegó a imaginar que pagaría a dos euros el litro de gasolina, cantidad que ya verán como en cuatro días nos parecerá hasta barata.

Y a rebufo, todo. Absolutamente todo ha encarecido la cesta de la compra: cualquier artículo o servicio por no hablar de caprichos.

Si pensamos que ya lo habíamos visto todo aguardemos a ver cómo con el IPC por encima del 8,5 por ciento se debilita nuestra capacidad financiera. Término por cierto más adecuado que el de poder adquisitivo porque poder lo que se dice, siempre ha sido ajeno a la inmensa mayoría de los contribuyentes.

El empujón definitivo que nos pondrá ante el espejo de la realidad y no de la España que va bien y crece cual florecilla campestre llegará en julio cuando el Banco Central suba los tipos de interés por primera vez en once años, vuelva aquella temida prima que iba a las subastas del Tesoro Público con las peores intenciones, se eleve la factura de la Deuda Pública y los hipotecados variables se acuerden del Euribor y de toda su familia. Y encima hace hoy un calor que no veas.

Un sinvivir, vaya.

quinazpa@gmail.com

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