Opinión | Tribuna libre

Las lágrimas del rey

En ese momento, sin dejar de apretar mi mano, me abrazó fuertemente. No entendía nada, quedé petrificado durante unos diez segundos; cuando se apartó, sus ojos estaban humedecidos por las lágrimas

El rey emérito Juan Carlos I en la localidad pontevedresa de Sanxenxo

El rey emérito Juan Carlos I en la localidad pontevedresa de Sanxenxo / Lavandeira Jr.

Sigo siendo republicano, pero a lo largo de mi dilatada experiencia pública no he encontrado entre los españoles a ningún político capaz de superar el desempeño de la Jefatura del Estado como lo hizo

el Rey Juan Carlos I.

Felipe González Márquez,

Diciembre de 2018

Cuando el rey emérito ha vuelto a España, satisfechas sus deudas tributarias y archivadas las diligencias abiertas por la Fiscalía General del Estado, creo oportuno hacer públicos los 45 minutos que compartí con don Juan Carlos, persona que, con sus luces y sombras, es de una sencillez majestuosa.

Soy, como millones de ciudadanos, juancarlista, como español, leal a la Constitución y a la monarquia parlamentaria, y como humano, no soy amigo de condenar, tampoco de olvidar, pero sí de perdonar.

El 6 de mayo de 2014, el rey Juan Carlos I me recibió en el Palacio de la Zarzuela como nuevo presidente del Gobierno de la Comunidad autónoma de Murcia, cargo que había jurado el 10 de abril.

Como el resto de los españoles, yo desconocía que el rey había comunicado al Presidente Rajoy, el día 31 de marzo anterior, su decisión de abdicar en favor de su hijo, tampoco que había trasladado su intención a Perez Rubalcaba (qepd), como jefe de la oposición, tres días más tarde.

Tras el recibimiento protocolario, tratamos de asuntos que afectaban a la Región y que el rey conocía por su estancia en la AGA desde septiembre de 1958 hasta avanzado 1959, año en el que adquirió el grado de oficial.

En 1962 yo iniciaba mis estudios de bachiller elemental en el colegio Virgen de Loreto, en la Ciudad del Aire de Santiago de la Ribera. Hice saber al rey que algunos de sus profesores en la AGA y amigos en la pedanía sanjaviereña también lo fueron míos en el colegio. Los comandantes Salcedo, Hernán y De la Fuente, militares, Rafael Mellado, su secretario personal aquí y profesor mío de dibujo, y Sanmartín, que regentaba el Bar Los Cazadores, hoy Hotel Trabuco, donde el entonces príncipe de Asturias daba cuenta de suculentos bocadillos, nos eran comunes.

Preguntó si vivían, sin caer en la cuenta de que habían pasado más de cincuenta años; todos, excepto Sanmartín, habían fallecido, así que me encargó trasladase al Trabuco, como era conocido, un abrazo, cosa que hice unos días más tarde sin que mi paisano balsiqueño pudiera contener su emoción.

Distendida la conversación, hizo referencia a sus problemas de rodilla, motivo por el que al despedirnos le dije: «Majestad, cuídese mucho, los españoles le necesitamos».

La mano del Rey, que estrechaba levemente la mía, permutó en un apretón. Advertí que algo estaba pasando. Pensé por un instante que, al decirle que se cuidara, me hubiese ocultado otro tipo de enfermedad más grave y, para reconfortarlo (¡válgame Dios!) añadí: «Majestad, en cualquier caso los españoles mayoritariamente defenderemos la Constitución y a su hijo».

En ese momento, sin dejar de apretar mi mano, me abrazó fuertemente. No entendía nada, quedé petrificado durante unos diez segundos; cuando se apartó sus ojos estaban humedecidos por las lágrimas. Nos despedimos. Salí de allí en un mar de perplejidad, e imaginé que don Juan Carlos con una sola duda, quién había sido el chivato.

Cuando el 2 de junio Mariano Rajoy convocó en Moncloa a los medios de comunicación para dar cuenta públicamente de la decisión del monarca recapacité sobre lo ocurrido, y cuando el 18 de junio SM el Rey don Juan Carlos I abdicó en favor de su hijo en el Salón de Columnas del Palacio Real de Madrid, acto al que asistí invitado,me lo expliqué todo.

Bueno, casi todo. Como muchos españoles aún nos asiste la pregunta: ¿por qué? ¿Fue esa misma pregunta la que se hizo don Juan Carlos durante nuestra despedida y me transmitió no emocionado sino abandonado?

No nos confundamos, recodemos las palabras de Felipe González Márquez el día que seé rememoró el cuarenta aniversario de nuestra Constitución, transcritas al inicio de esta lectura.

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