La Opinión de Murcia

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Elena Pajares

Mamá está que se sale

Elena Pajares

Madres temporales

Rocío le ha atendido, como a otro más de sus hijos, prácticamente desde el mismo momento del parto. Noches, bibes, pañales… todo lo que supone cuidar y criar a un bebé, que por cierto tiene ya un año, y ya le han avisado de que, en breve, habrá que devolverlo y valorar qué es más adecuado para él

Siempre me he preguntado si yo podría querer, o sencillamente cuidar y atender, a otro niño que no fuera uno de mis hijos. Mi madre dice que ser madre es la ocupación más generosa del mundo, porque supone sacrificar tu tiempo, tu dinero, o tus planes ‘individualistas’ para dedicárselo a otros. 

En parte estoy de acuerdo. Pero hay algo en ser madre o padre que te compensa. Quizá sea nuestro primitivo instinto de conservación de la raza humana, lo que hace que veamos esas inversiones devueltas con creces. Sin embargo, lo cierto es que, en tus hijos, ya sean biológicos o adoptados (los ‘hijos del corazón’, como les llama una buena amiga), ves tu propio reflejo o el de tus seres queridos, y eso multiplica el beneficio de tu inversión. Sus planes, sus perspectivas de futuro y hasta su tiempo se convierten en los tuyos, y eso determina que no lo sientas como una entrega a fondo perdido, sino como una nueva oportunidad, para ti mismo, aunque la disfruten tus hijos. Algo que te hace revivir aquellas mismas etapas, ahora con mucha más experiencia y bastante más serenidad.

Pero he conocido a dos madres, que además de tener a sus propios hijos, son madres de acogida, cada una de ellas, de otros hijos más. Ellas afrontan esa maternidad particular de otra manera. Son madres temporales. Su labor no es tanto la de labrar entre todos un futuro, como la de garantizar una vida corriente, aquí y ahora, para esos niños. Ellas y sus familias son una garantía de normalidad, y de tranquilidad para niños que vienen de un mundo raro.

Lo curioso es que ellas y sus familias saben que es algo temporal. Y aun así, se comportan con sus hijos de acogida igual que con el resto de sus hijos. Saben que, tan pronto como se pueda, van a volver a sus respectivas familias y hogares, si es que se pueden llamar así, y son conscientes de que esos niños no les pertenecen. Nada de eso impide que estén integrados, como uno más, con el resto de sus hijos, ni que se les lleve al colegio más apropiado, que se les compre ropa y los útiles que les hagan falta, o que se le apunte a la mejor escuela posible de fútbol. Sobre todo, lo que hacen estas familias, es proporcionarles un entorno seguro y cálido. Rodear a estos niños de personas normales, en hogares normales.

En el caso de Rocío, su hijo de acogida no ha llegado a estar físicamente con su madre, que es una pobre chica cuyas adicciones le impiden cuidar mínimamente de ella misma, cuanto menos de un recién nacido. No ha llegado ni siquiera a ostentar la patria potestad del niño. Así que Rocío le ha atendido, como a otro más de sus hijos, prácticamente desde el mismo momento del parto. Noches, bibes, pañales… todo lo que supone cuidar y criar a un bebé, que por cierto tiene ya un año, y ya le han avisado de que, en breve, habrá que devolverlo y valorar qué es más adecuado para él. Un trance para el que nunca se está preparado.

No vayas a creer que todos los gastos que genera la crianza en acogida son a cuenta del Estado. La ‘ayuda’ que se percibe por hijo en acogida es tan ridícula que no vale la pena ni mencionarla. Evidentemente no es algo que se haga por dinero, pero el hecho de que estas familias, encima, costeen la manutención de los niños, eleva el termino ‘generosidad’ a cotas inalcanzables para la mayoría de las personas. 

En el caso de Conchi, uno de sus hijos de acogida está a las puertas de la adolescencia, y el otro en plena efervescencia. Ya son parte de su familia, desde hace años, y sufren al pensar en la posibilidad de que no se materialice la adopción definitiva, con tanta burocracia y con tanta cosa. Pensar en que estos niños vuelvan a su entorno natural, a su familia directa o extensa, y que vuelvan a estar en contacto con aquellas realidades, hiela la sangre a cualquiera.

Mientras tanto, estas madres temporales proporcionan a sus hijos lo que la sociedad en su conjunto no somos capaces de dar. Resulta inevitable pensar en tantos niños que no puedan tener la misma oportunidad.

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